El Che, a 40 años

30/08/2007 a las 02:10 | Publicado en 08) Archivo: Cátedra Ernesto Che Guevara (1997-98) | Deja un comentario


DOCUMENTO: A 10 AÑOS DE LA EXPERIENCIA DE LA CÁTEDRA ERNESTO CHE GUEVARA
En el segundo cuatrimestre de 1997 surgía en la Universidad Nacional de La Plata la Cátedra Ernesto Che Guevara. Esta actividad formó parte de una cantidad de iniciativas que por aquellos días aportaron a la recuperación de la memoria histórica y la reivindicación de las experiencias militantes de nuestro pasado reciente.
Fueron 13 semanas seguidas de encuentros, testimonios, debates, lecturas. Como registro de lo que se fue generando, al finalizar la cátedra se editó un cuadernillo con las desgrabaciones de todas las exposi­cio­nes e intervenciones.
A 10 años, volvemos a publicar este documento que contiene una pluralidad de visiones sobre la historia y nos introduce nuevamente en la reflexión sobre los legados de las luchas de los 60-70 en la actualidad.
La cátedra fue una iniciativa de las agrupaciones estudiantiles AULE, MUECE, Forja y Raíces (estas dos últimas ya no existen), y fue uno de los orígenes del espacio que más tarde llamamos Galpón Sur.

Contenido:
30/08/97. Clase inaugural. Guillermo Cieza, Martín Obregón, Gabriel Fernández, Orlando Díaz
30/08/97. Antecedentes históricos. Jorge Pérez, Manuel Gaggero, Miguel Mazzeo, Alexis Latendorf
6/09/97. Revolución Cubana. Alexis Latendorf, María del Carmen Ariet
13/09/97. Teoría y lucha contra el imperialismo. Luis Bilbao, Claudia Korol
20/09/97. Teoría y lucha contra el imperialismo. Manuel Gaggero, Gabriel Fernández, Jorge Cardelli, Luis Brunatti
27/09/97. El pensamiento político del Che. Eduardo Gurrucharri, Luis Mattini
4/10/97. El pensamiento filosófico del Che. Horacio González, Rubén Dri
11/10/97. Humanismo y ética revolucionaria. Diana Kordon
18/10/97. Revolución y democracia. Félix Cantero, Víctor Mariani, Pablo Bonavena, Envar El Kadri
25/10/97. El pensamiento económico del Che. Gabriel Fernández, Alberto Plá
1/11/97. La influencia del Che y la Revolución Cubana en América Latina. Ricardo Napurí, Manuel Gaggero, Envar El Kadri
8/11/97. La influencia del Che en la Argentina. Daniel De Santis, Graciela Daleo
15/11/97. El legado del Che en la actualidad. Guillermo Cieza, Vicente Zito Lema, José López Mercao
Anexos
16/11/97. Encuentro de Movimientos Sociales «Ernesto Che Guevara». Documento, Plenario de conclusiones «Aportes a la
unificación y autonomía de los movimientos sociales», Panel de cierre, Organizaciones que participaron
7/03/98. Encuentro Nacional de Cátedras Ernesto Che Guevara. Balance 1997, Conclusiones, Acto de cierre

El material que presentaremos incluye:
– La desgrabación de cada charla
– La bibliografía de los temas desarrollados
– Anexos con textos del boletín “Cátedra Che”, que se repartía en cada encuentro

Los cuadernillos de las desgrabaciones y de los textos que se indican en la bibliografía están disponibles para consulta en la biblioteca.


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30/08/2007 a las 02:08 | Publicado en 08) Archivo: Cátedra Ernesto Che Guevara (1997-98) | Deja un comentario

Cátedra Ernesto Che Guevara – Universidad Nacional de La Plata.
Sábado 30 de agosto de 1997. 18 hs. Aula 1 del ex Jóckey Club (48 e/6 y 7).
CLASE INAUGURAL.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
Guillermo Cieza, Martín Obregón, Gabriel Fernández, Orlando Díaz.
Jorge Pérez, Manuel Gaggero, Miguel Mazzeo, Alexis Latendorf.

Guillermo Cieza:
Buenas tardes. Bienvenidos a la Cátedra Ernesto Che Gue­vara. Quiero empezar pidiendo disculpas por algunas incomodi­dades que tenemos con respecto a la ubicación de los presentes. La convocatoria realmente ha excedido nuestros pronósticos más optimistas. De todas maneras, creo que esta concurrencia convo­cada por la figura de Ernesto Che Guevara es una buena señal. Celebro entonces que tengamos, para hablar de Guevara, estas in­comodidades.
Vamos a iniciar esta Cátedra al terminar el mes de agosto, mes en que se conmemora el fallecimiento de José de San Mar­tín, tan argentino y latinoamericano como Guevara. La historia ofi­cial, lamentablemente, convirtió en bronce un ejemplo de vida muy rico, por sus convicciones, por sus ejemplos, por sus lealta­des, por sus desobediencias. Estamos en deuda con San Martín y algún día sería bueno la organización de seminarios para bajar a este prócer de la estatua y llevarlo a la carne y hueso.
En este mes de agosto, también recordamos los 70 años del asesi­nato, después de una parodia de juicio, de Sacco y Van­zetti, dos trabajadores anarquistas condenados por sus ideas. También en este mes de agosto, hace 35 años teníamos al primer desapare­cido político de nuestro país, el obrero metalúr­gico Fe­lipe Va­llese. Hace 25 años se producía la masacre de Trelew, quizás un anticipo del proceso genocida que nos dejaría un (…) saldo de 30.000 desaparecidos.
En este mes de agosto, también, de este año, en nuestra ciu­dad fueron detenidos 78 militantes populares que participaban de un corte de ruta, en el marco de un paro convocado por las centrales sindicales CTA y MTA. Algunos de esos militantes que pertene­cían a distintas agrupaciones políticas, gremios y agrupaciones de secundarios, hoy siguen procesados. Estas de­tenciones forman parte de una escalada represiva que se viene desarrollando en nuestra ciudad. Desde esta Cátedra denuncia­mos esta escalada y adherimos a los reclamos por la libertad de los presos políticos y el cese de las persecuciones judiciales. En ese sentido, adherimos a una valiosa tradición mantenida en nuestro país durante déca­das. El origen político, la organización a la que pertenecen los presos políticos, los asesinados, los de­saparecidos, pierden impor­tancia frente a la necesidad de un re­clamo unitario. Fueron, son y serán nuestros presos, nuestros muertos, nuestros desaparecidos. Desde allí hacemos el reclamo y adherimos a la iniciativa que vuelvan a su vida en libertad.
Con respecto al tema de hoy, quería comentarles que veni­mos con el atraso de una clase porque fue suspendida la semana pa­sada por el paro. Por eso decidimos juntar las dos clases de «Antecedentes» en una misma jornada, hecho que va a restrin­gir­nos hoy en lo que hace al debate, es decir, vamos a tener me­nos tiempo. Pero antes de pasar a las distintas personas que van a participar en esta presentación, se va a dar a lectura un docu­mento de las agrupaciones universitarias que han trabajado en la organización para traer esta Cátedra a la ciudad de La Plata. Voy a ceder la palabra al estudiante Martín Obregón.

Martín Obregón:
Buenas tardes. Bueno, como bien dijo Guillermo voy a dar lectura a un documento que en forma conjunta redactaron las agrupaciones que organizan la Cátedra acá en La Plata, las agru­paciones AULE de Humanidades, MUECE de Ciencias Econó­micas, Forja de la facultad de Derecho y Raíces de la Escuela de Trabajo Social.
El motivo que nos moviliza para organizar esta actividad tiene su origen en la voluntad de discutir una serie de temas que hoy están ausentes en las universidades, y en la necesidad de profun­dizar el proceso de recuperación de la memoria his­tórica que el movimiento popular está experimentando en estos últimos tiem­pos, a través de nuevos debates sobre un conjunto de problemáti­cas que han sido sistemáticamente negadas o deformadas por la historia oficial.
La idea de una cátedra sobre Ernesto Guevara surgió por ini­ciativa de un grupo de estudiantes, militantes, docentes y gradua­dos de la facultad de Ciencias Sociales de la UBA, pro­yecto que se concretó desde el cuatrimestre pasado en esa fa­cultad. La idea de estudiar, investigar y difundir esta historia fue extendiéndose por diferentes puntos del país, como Cór­doba, Rosario, Mar del Plata, Témperley, y el comienzo de esta Cátedra en La Plata es una expresión más del creciente interés por el estudio de estos te­mas.
La Cátedra tiene el carácter de libre, es decir que todos los in­teresados pueden cursarla, sean o no estudiantes universita­rios. No partimos desde una orientación dogmática ni unidi­reccional, sino que lo concebimos como un espacio académico donde sea posible reflexionar y debatir, respetando las distin­tas prácticas e interpretaciones. Pensamos la Cátedra como un lugar que pueda movilizarnos y a través del cual muchos pue­dan acercarse a la universidad. Un ámbito desde donde gene­rar proyectos para el conjunto de la sociedad, que fomente la circulación de ideas y promueva el espíritu crítico a partir del análisis de nuestra propia historia. Entendemos que lo acadé­mico y lo político van unidos, porque de lo que se trata es de pensar y conocer para transformar la sociedad, y no resulta posible fragmentar los procesos de apro­piación y generación de conocimientos de la acción política y de la ideología.
Proponemos discutir al Che, lejos de aceptar las deforma­cio­nes y ataques malintencionados a sus ideas y su lucha, sino anali­zando su pensamiento político, sus límites, su actualidad. Interro­garnos críticamente sobre las diferentes apropiaciones, desde el mito incuestionable hasta el símbolo sin historia, el ícono de mer­cado. Pero la posición básica de la Cátedra es la de no pensarlo como quijote, idealista solitario, sino como ex­presión de varias generaciones de revolucionarios latinoame­ri­canos, el Che como rostro de toda una tradición de luchado­res sociales y militantes políticos antiimperialistas, que dieron sus vidas para liberar a sus sociedades.
No vaciar la figura de Guevara significa rescatar sus valo­res, el papel de la voluntad, la dedicación, la acción militante conse­cuente, la revalorización de una moral superadora, la construc­ción de una nueva actitud solidaria y una nueva sensi­bilidad. Re­cuperar ese contenido, esos conceptos, implica pro­vocar un quie­bre respecto a las pautas culturales que se nos presentan como hegemónicas en la actualidad.
Polemizar y no santificar, criticar y cuestionarnos también a nosotros mismos. Lo cual no significa que pretendamos adueñar­nos de su figura, ni establecer estériles distinciones en­tre verdade­ros o falsos continuadores del guevarismo, sino que, por el con­trario, lo que tiende a prevalecer es la discu­sión. Abordar la obra teórica y práctica del Che o reflexionar sobre la proyección actual de su legado, son todas cuestiones de de­bate antes que de apolo­gías y homenaje.
En nuestro país, la derrota del movimiento popular, el avance del capitalismo neoliberal y la ausencia de proyectos alternativos, nos plantean la necesidad de recomponer nues­tras fuerzas, y de pensar en nuevas bases y formas de partici­pación y de construc­ción política. Este espacio está orientado en el sentido de contri­buir en la recuperación de conceptos e ideas para poder recrearlos y proyectarlos hacia el futuro. Forzar los límites de lo posible-im­posible requiere proveernos de he­rramientas y elementos para la crítica, conocer para aportar en la construcción de una nueva so­ciedad, unir la teo­ría y la práctica en un proyecto transformador.
Señalamos que el objetivo era a la vez político y académico. Como agrupaciones políticas queremos que así sea nuestro acer­camiento al Che, tomar esta historia como parte de nues­tra for­mación integral. Por eso queremos también destacar la im­portan­cia de una cátedra como ésta en nuestra universidad, ante el vacío académico existente.
La universidad atraviesa un momento en donde las políti­cas y los programas académicos no son los nuestros, no los deci­dimos nosotros. Las autoridades han venido adaptándose a las disposi­ciones que dicta el gobierno nacional, y las refor­mas impulsadas en la educación -y dentro de ella, en el nivel supe­rior- son las que han planificado los organismos de cré­dito in­ternacionales. Las modificaciones que se refieren al pa­pel a desempeñar por la uni­versidad, las estructuras institu­cionales, los modelos de construc­ción del conocimiento, los criterios académicos y de investiga­ción, son realidades que nos plantean el desafío de anteponer un proyecto propio, lejos de aceptar las concepciones utilitaristas y mercantiles de la edu­cación, los subsidios interesados en achatar nuestro pensa­miento, las se­cretas evaluaciones y categorizaciones que imi­tan las jerar­quías empresariales, los incentivos y premios que se inyectan como fomento a la lógica de la beca y la salida in­dividual. Por eso nosotros no hablaremos de créditos, puntajes o bonifica­ciones, conceptos que representan mucho más que una casual coincidencia con el vocabulario bancario, ya que en estos ám­bitos de lo que se trata es de encontrarnos, re­flexionar y crear.
Si observamos la tendencia y los parámetros que rigen hoy en nuestra universidad, las carreras de grado no deberían in­corporar los temas que esta Cátedra presenta para estudio e investigación. El programa de la Cátedra quedaría encua­drado, en cambio, como especialización para ser dictada ex­clusivamente a través de las modernas maestrías, es decir, en cursos de posgrado inaccesi­bles por aranceles y cupos, que ex­cluyen a la mayoría -inclusive graduados-. Son estos niveles, que limitan el acceso al conoci­miento, los que las autoridades universitarias se empeñan en for­talecer, en perjuicio de la en­señanza de grado.
Pero incluso un proyecto de posgrado debe ser acreditado, a través de arbitrarios mecanismos, para obtener el financia­miento del FOMEC, programa del Banco Mundial que co­mienza a re­emplazar el presupuesto estatal. ¿Dónde quedaría el objetivo aca­démico-político si nos subordináramos a la ló­gica que pretenden imponernos, y que sólo promueve la acre­di­tación y el perfeccio­namiento personal a costa del resto de la comunidad educativa? ¿Hablar de la lucha latinoameri­cana y del antiimperialismo por gracia de las dádivas que ofrecen los organismos que sojuzgan a nuestros pueblos?.
Por eso las condiciones de realización de esta Cátedra re­pre­sentan una alternativa, que nos debe permitir avanzar en la consti­tución de un discurso académico que quiebre las tenden­cias esta­blecidas actualmente. Esta Cátedra es posible gracias a la mili­tancia, el esfuerzo y el trabajo voluntario de muchos compañeros, y es una forma más de seguir cuestionando desde adentro a la universidad, enfrentando los proyectos de degra­dación de nuestra formación y elitización del acceso al cono­cimiento. Es posible que hoy una de las maneras de continuar la lucha en defensa de la educación y desarrollarla con un cauce político transformador sea concebir a la docencia y la investigación como partes integrantes de nuestra actividad mi­litante; la enseñanza y el aprendizaje sin recompensas materia­les, un ayuno cotidiano en la búsqueda por el reconocimiento. Esta es la expresión de un proyecto que aspira a que, a partir de la creación de nuestros propios espacios, podamos recupe­rar también los espacios que son de todo el pueblo. Que se­a­mos nosotros los que elegimos qué queremos estudiar, qué tex­tos queremos leer, quiénes queremos que sean nuestros maes­tros; y que podamos reflexionar en forma colectiva sobre el pa­sado, el presente y el futuro.
Estas son algunas consideraciones que nos sugiere el co­mienzo de la Cátedra Che Guevara, pidiendo, desde ya, discul­pas por las falencias organizativas, y agradeciendo inmensa­mente a los compañeros de la agrupación El Mate, de la facul­tad de Ciencias Sociales de Buenos Aires. Muchas gracias.

G. Cieza:
Voy a ceder la palabra a Gabriel Fernández, que es coordina­dor de la Cátedra de la UBA y que también nos acompaña en la coordinación de esta Cátedra.
Gabriel Fernández:
Qué tal, compañeros. Les agradezco enormemente que estén aquí, así como agradezco profundamente a la organización de los compañeros de La Plata, y a aquella iniciativa del año pasado de la gente de El Mate, como mencionaba el compañero recién, que pa­recía destinada inicialmente a congregar únicamente a personas que adscriben exclusivamente a una doctrina determi­nada. Sin embargo, tal vez por no haber abrevado adecuada­mente, entre otros revolucionarios argentinos, en el Che Gue­vara, no logramos prever la magnitud del desarrollo de este tipo de encuentros. Fe­lizmente se dio, y me hace recordar a expre­siones del Che vincu­la­das con esto que es el tema del aprendi­zaje y el tema del saber. Cuando Guevara instruía a compañeros de distintos lugares de la Unión de Jóvenes Comunistas en Cuba para tareas alfabetizado­ras, él les comentaba: no se equivoquen, ustedes llevan herra­mien­tas técnicas, instrumentos, teorías valio­sas para la gente, pero la arquitectura, el contenido, el saber en sí mismo está en la gente misma, lo que hay que hacer es desa­rrollarlo. En ese sentido, la amplitud de criterios ha regido la Cátedra en Capital Federal y, por el buen trabajo en el ordena­miento del programa y en la se­lección de docentes que hemos visto en La Plata, va a regir esta Cátedra que se inicia hoy.
La intención es que la rigurosidad sea fuerte, que el nivel do­cente sea importante, para que la transmi­sión de conocimientos sea lo más sólida posible, pero al mismo tiempo que abarque la enorme riqueza histórica que tiene el mo­vimiento popular argen­tino a la hora de interpretar la realidad. Que abarque las distintas corrientes que hoy mantienen un espí­ritu de liberación para se­guir adelante en base a los intereses más profundos de la socie­dad. A eso se dirigía el Che Guevara como a eso se dirigían enormes re­volucionarios, a quienes deseamos inte­grar en el ho­menaje que significa esta Cátedra, por caso, John William Cooke, por caso, Agustín Tosco, desde distintas vertien­tes del movimiento popular, sintetizados en todas las corrientes que conforman ese enorme contingente humano que es la lucha de los 60 y los 70, que derivó lamentablemente en 30.000 desapa­re­cidos, que nos acompañan hoy a nosotros y a quienes también dedicamos como homenaje esta Cátedra que se inicia hoy.
¿Para qué sirve estudiar historia si lo que nosotros queremos es transformar la realidad presente?. Y en ese sentido no quere­mos engañar a nadie. Porque si bien nosotros trabajamos sobre la investigación y el desarrollo académico, lo que queremos es, sin partidización, vertir conceptos que vayan hacia la transfor­mación integral de los espacios sociales. Sirve en ese sentido si no lo to­mamos desde un solo sector, sino el consenso amplio desde el conjunto del campo popular, para evaluar lo que hemos llamado tres movimientos básicos de la historia de un pueblo. El primer movimiento es la admisión de esa historia, algo que nos ha sido negado en los últimos 20 años. La admisión de que en lugar de grupos de café, de grupos reducidos y minoritarios en­frentados al sentir popular, hubo enormes movimientos de masas en la repú­blica Argentina y en América Latina que lucharon por la libera­ción. En segundo lugar, como decía el compañero en ese exce­lente documento que leyó, la verdadera valorización del pensa­miento crítico, que nos puede llevar a evaluar si se come­tieron ciertos errores y en todo caso en qué marco se cometie­ron, para no trope­zar con la misma piedra en ese punto ciego que suele te­ner la vista de los que miran mucho para adelante. Y al mismo tiempo, en el tercer movimiento, es la aplicación con­creta de esas expe­riencias. Creo que la virtud de la Cátedra Che Guevara en Capital, y por lo que hemos visto en los distintos lu­gares donde se ha or­ganizado, es básicamente la transmisión de conocimientos, la cir­culación de información y el tirar puntas para una reflexión que ustedes ya tienen, que ustedes desarrollan en tanto personas inte­resadas en el acontecer de nuestro país y en el acontecer de Amé­rica Latina.
Si nosotros seguimos profundizando en esto, si noso­tros se­guimos fomentando el encuentro popular, el diálogo popu­lar que logre hacer de colchón interpretativo para el mensaje neo­li­beral hege­mónico del poder, que nos dice que la historia ha ter­minado y que nada sirve ya, si nosotros logramos recrear esa capa interpre­tativa que hace de nivel de comprensión de lo que nos pasa a los argen­tinos, vamos a poder reconstruir esas co­rrientes que en parte año­ramos, pero sobre todo las vamos a re­construir de modo me­jor.
Para finalizar, es muy probable que los más jóvenes que es­tán aquí sientan, cuando se habla del Che Guevara, porque es inevi­table cuando se aborda una figura tan importante, que se está ha­blando de alguien inalcanzable. Nosotros desde la Cáte­dra que­remos remarcar eso fundamentalmente. El Che Guevara no es inalcanzable, es una síntesis histórica, es un momento de lucha, es una instancia importante que debe ser tomada como ejemplo hoy, pero los jóvenes argentinos de hoy van a ser mejo­res que lo que fueron aquéllos, y no en un sentido descalifica­dor, sino porque van a aprender efectivamente lo mejor que nos dejaron como le­gado. La historia no ha terminado, la historia está abierta y po­demos se­guir avanzando. Gracias por estar aquí.
G. Cieza:
Dejando terminada esta parte de la presentación de la Cáte­dra, yo le voy a ceder la palabra a un compañero que ha venido de vi­sita, y que realmente nos enorgullece tenerlo con nosotros hoy muy especialmente. Se trata del compañero Orlando Díaz, que es Agregado Diplomático de la Embajada de Cuba, que ha venido a acompañarnos. Creo que nadie mejor que él para ter­minar, con su saludo, la presentación de esta Cátedra.
Orlando Díaz:
Estimados amigos. Ante todo, transmitirle mi saludo y un sa­ludo del colectivo de trabajadores de la misión diplomática de Cuba, y particularmente de nuestro embajador Nicolás Rodrí­guez, a esta iniciativa de iniciar esta Cátedra del pensamiento po­lítico del comandante Ernesto Che Guevara aquí en la ciudad de La Plata y en su combativa universidad, la cual servirá para co­nocer las ideas conjuntas de acción de uno de los hombres más brillan­tes de nuestro siglo.
Erradicar la miseria, el atraso cultural y la in­salubridad de nuestro pueblo de América, lo llevaron a ser un ac­tivo luchador por la Revolución Cubana. Actor decisivo junto a Fi­del en el triunfo de los logros y de la unidad del pueblo de Cuba, la ac­ción diaria y el ejemplo personal del Che lo identificaron con la más clara imagen de disciplina, honestidad, voluntad, valor, humildad, creatividad y solidaridad para los hombres y mujeres de mi patria. A 30 años de su muerte, Che se agiganta, su pen­samiento recorre el mundo, se profundiza el estudio de su in­mor­tal acción, pese a los intentos de desacreditar su figura. Los che­rófilos y cubanófilos al servicio de intereses de los monopo­lios y de la geopolítica, en su momento anunciaron Che está preso en Cuba por disidente, fue ocultado y fusilado, lo elimina­ron porque le hacía sombra a Fidel. No lograron confundir a la gente que piensa. Che, él mismo era el hombre nuevo del que hablaba. Cada día en el matutino de nues­tras escuelas, después de cantar el más que centenario himno na­cional nuestro, los alumnos concluyen: seremos como el Che, que es la conducta del ciudadano que que­remos y aspiramos a que nuestras presen­tes y futuras generacio­nes de cubanos. Sencillo y modesto ho­menaje al que dio su vida por los humildes de todas las latitudes.
Permítanme desearles el mayor éxito a todos los que tuvie­ron esta iniciativa, y a ustedes que participan de ella y nos acompañan en esta tarea. Muchas gracias.
G. Cieza:
Culminando esta etapa de presentación, vamos a pasar, ahora sí, a la presencia de los compañeros docentes que están aquí pre­sen­tes. Voy a invitar a Miguel Mazzeo, a Alexis Laten­dorf y a Jorge Pérez que se acerquen a la mesa.
Ahora vamos a pasar a nuestro primer expositor que es Jorge Pérez, un militante popular de la zona de Almirante Brown, un compañero de reconocida trayectoria.
Jorge Pérez:
Buenas noches a todos. Muchos de los que no somos tan jó­ve­nes como ustedes observamos con alegría cómo las palabras malditas de hace 20, 25 años se han tornado objeto de estudio. Hoy podemos ver libros, revistas, discos, remeras, gorras, pero no podemos ocultar a la vez una preocupación por lo que he ex­pre­sado. Porque se pretende plantear al Che, como ya han seña­lado algunos compañeros, como un semidios. Y plantear al Che como un semidios implica decirle al resto de los mortales: sigan ha­ciendo la suya, ustedes nunca van a poder ser como el Che, tener actitudes del Che, sálvense como puedan.
Han expresado alguno de los compañeros que me precedie­ron en la palabra esta cuestión de la generación. No voy a ex­tenderme al respecto, sólo dar algu­nos ejemplos. Cuando se ha­bla de Mi­guel Ángel no es posible ig­norar todo el movimiento social y eco­nómico de la época, y no re­cordar a Rafael o a Tin­toretto. Cuando se habla de Shakespeare no se puede ignorar la época isabelina, con Johnson (…). Cuando se habla de Pelé, no surgió de casualidad, también estaba ese fút­bol brasileño, Vava, Zagalo, Didí, Garrincha. Pero en todos los órdenes así es la his­toria. Cuando se habla de Chicago y Al Ca­pone también estaba (…). Cuando dentro de algunos años se hable de la Argentina de Ya­brán, muchos van a decir: pero cómo este hombre alcanzó seme­jante fortuna al calor del poder. Y también Yabrán es parte de una generación, no es una excepción. Quien estudia más atenta­mente tendrá que ver también a Caserta, a Ibrahim Al Ibrahim, o hasta el mismo presi­dente de la nación. Y como ha­blamos de ge­neraciones voy a em­pezar por un intento de contar qué pasaba en la época del Che. Y tengo que recurrir a este mo­desto mapa.
El Che, como ustedes re­cordarán, nació el 14 de junio de 1928. Tenía 11 años el Che cuando se desata la segunda guerra mundial que, todos recorda­rán, comienza el 1º de septiembre del 39. En junio de 1941 la Alemania nazi ataca a la Unión Sovié­tica. En ese instante se pen­saba que, por otra parte hubo rápidas victorias de los alemanes, que iba a desaparecer el único país so­cialista del mundo. Durante tres años no hubo un segundo frente. Cuando termina la guerra, occidente observa con preo­cupación, y cuando termina la guerra el Che tenía 17 años, por­que estamos hablando de 1945, la guerra termina el 6 de mayo de 1945, un mes antes, un mes y pico antes que el Che cumpla 17 años. Y la segunda guerra mundial arroja como resultado la preminencia no­table, por una parte, de los Esta­dos Unidos, pero por el otro lado de la Unión Soviética. Y enton­ces ya no sólo había un país socia­lista, y acá no quiero entrar en discusiones particulares sobre qué pasaba en la URSS, sobre la burocracia, sino era la visión general que había, ya no era sólo la Unión So­viética, sino que además habían pasado a formar parte de ese mundo socialista, por distin­tas circunstancias, por la presencia del Ejército Rojo, por la lucha de los pueblos, también Polonia, toda esta zona, Polonia, Checos­lovaquia, Hungría, Bulgaria, Ru­mania, Albania, Yugoslavia, una cuarta parte de Alemania, que se dio en llamar Alemania Orien­tal.
Había también preocupación en occidente porque había cre­cido notablemente el número de adeptos a los partidos comunis­tas de Italia y Francia. En Francia llegó a ganar el 22%, en Italia su­peraba esa cifra. Por eso viene el Plan Marshall, como expre­sión de esa actitud preocupada por parte de occidente.
Pero no sólo había pasado eso en Europa. En el año 1945 los mapas de la época mostraban que había sola­mente tres países in­dependientes. Eran Egipto, era Liberia, era Etiopía. Egipto, eran países independientes, pero simplemente la bandera, en Egipto es­taba el rey Faruk, que fue desplazado por una revolu­ción na­cio­nalista allá por el año 51 con Gamal Nasser. Liberia era un es­tado artificial creado por los norteamericanos, por el presidente Mon­roe, el siglo pasado, para sacarse a los negros de encima. Bar­cos con negros a Liberia y ahí nació otra nación. Y como ho­me­naje al creador de Liberia la capital era Monrovia, por el presi­dente Monroe. Y en Etiopía, el otro país indepen­diente, estaba regido desde 1918 por Haile Selassie, el rey de re­yes, un señor feudal. Pero con los años, y ya cuando el Che ya tenía 18, 19, 20, 21 años, podemos tomar por ejemplo 1948, el Che con 20 años, ya se producía en la India, lo que hoy es la In­dia, Pakistán, Ban­gla­desh y Sri Lanka, que era Ceilán, los ingle­ses se tie­nen que re­ti­rar. También tuvieron que retirarse de In­donesia los holandeses en 1948. Estamos hablando de países con centenares de millones de personas. Ese mapa africano, al que había hecho alusión hace algunos instantes, se va transfor­mando porque los africanos que habían sido mandados al frente, y con toda la impli­cancia que tiene el término, volvían y cruda­mente eran tratados como perso­nas de segunda categoría. Hay insurrec­ciones en África. Que con el tiempo, entre las insurrec­ciones y en­tre la de­bilidad del colo­nialismo, hoy en África todas las naciones son in­dependientes, como bandera. Pero nosotros no lo veíamos tan así, nosotros veíamos que el colonialismo se retiraba por todas partes.
En el año 1954, el Che tenía 26 años, y comienza la famosa insurrección que termina con la victoria argelina de Ben Bella, que nos visitara hace un par de meses. En Vietnam, ya en 1945 comienza, sigue, los vietnamitas resistían del 41 al 45 contra los japoneses, en 1945 empieza la lucha contra los franceses; los echan en 1954, después de la famosa batalla de Dien Bien Phu, y son remplazados por los norteamericanos. Ya antes, ya por el 57, 58, 59, estaban las actividades de Patrice Lumumba. Ya co­men­zaban a darse movimientos que después concluyen con paí­ses so­cialistas en Angola, Mozambique, Guinea, Cabo Verde. Entonces, qué nos decía algún burgués por ahí. Y… el socia­lismo va a venir.
Otro elemento, por ejemplo, era que en 1957, creo que por oc­tubre, la Unión Soviética pone en órbita el primer satélite ar­tifi­cial, el Sputnik. En 1952 la Unión Soviética comienza a par­tici­par de los juegos olímpicos, los juegos de Helsinki, después en el 56 en Melbourne, con gran éxito. El ajedrez soviético se impone a partir de 1951. Entonces todo un marco, y estoy ha­blando enton­ces de cuando el Che tenía 17, 18, 19, 20, 21. Lo que pensába­mos, noso­tros teníamos algunos años menos, era que estaba cambiando la historia. Distinta es la situación. Des­pués de las noticias que nos llegan, lo que se intenta hacernos creer es que en este mundo globalizado ya no se puede hacer nada, que sólo se puede hacer cambios cosméticos, como los que plantea ahora In­glaterra o los éxitos de la socialdemocracia.
Pero no sólo en esa generación, o lo que veía el Che, tiene que ver con lo contemporáneo, con lo que pasaba en el año 45. Una persona formada en un hogar de cierto nivel intelectual no podía dejar de conocer que no se puede confiar ni en los coloni­zadores, ni en los militares, ni en los bur­gueses. Cuando llega Hernán Cor­tés es recibido como huésped por Moctezuma y después se da lo que todos conocemos. Atahualpa, el inca, es ci­tado en Cajamarca por los españoles, cuando llega lo secues­tran, piden un rescate y después lo matan igual. La historia de traiciones es propia, algu­nos com­pañeros nos van a hablar de lo que pasó con Sandino, que va a una cita; con Pancho Villa, que se rinde y lo ma­tan después, al­gunos años des­pués; con Salazar un lugarteniente (…) de Felipe Varela; o con el Chacho Peña­loza; o con Facón Grande que la historia la narra Osvaldo Bayer y aparece en la pe­lícula. Uno de los últimos ejemplos, que es después del Che, que es Trelew, que los compa­ñeros se rinden, y es otra de las cosas que hay que re­cordar, que se rinden y son asesinados.
Y había otra parte que era el clima intelectual de la época, que también adver­tía sobre el imperialismo de los Estados Uni­dos. Una de las cues­tiones que no podía dejar de conocer el Che era que Estados Uni­dos, que fundó las 13 colonias, eran 170 mil kilómetros cuadra­dos, las colonias sobre la costa este de los Es­ta­dos Unidos, 170 mil kilómetros cuadrados. Hoy Estados Uni­dos tiene nueve millo­nes 390 mil kilómetros cuadrados, y esto se ha logrado merced al asesinato de los indios, como también se dio acá, a compras de te­rritorio y un engorde a expensas de México. México perdió el 55% de su territorio en guerras entre 1845 y 1848. Perdió Texas, Nuevo México, California, Arizona, Ne­vada. Texas solo tiene un millón de kilómetros cuadrados.
¿Y?, ¿qué decían, qué decían re­nombrados intelectuales?. Quiero recordar algunos. Rubén Darío nos regala algo que es muy im­por­tante leer y releer, y Alexis comparte, decía el co­mienzo de la «Oda a Roosevelt» —fue el pre­sidente norteameri­cano que asume des­pués de la muerte de McKinley en 1901, hasta 1908—, la «Oda a Roosevelt», creo que es del año 1904, decía: Eres los Estados Unidos, eres el futuro invasor de la América his­pana que tiene sangre indí­gena, y que aún reza a Jesucristo y aún habla en español. Quiero remarcar esto: y aún habla en es­pañol. Rubén Darío nos avisa en 1904 de lo que va a pasar con todo el inglés.
Nicolás Guillén, años después, ve el resultado. Tiene una po­esía sobre Puerto Rico. Puerto Rico había sido to­mada en la gue­rra de 1898, Estados Unidos contra España. Puerto Rico pasa a ser estado libre asociado, así se llamaba, como se sigue llamando. Nicolás Guillén decía: Cómo estás Puerto Rico, tú de socio aso­ciado en sociedad, decía, al pie de cocoteros y guita­rras bajo la luna y junto al mar, en qué lengua me entien­des, en qué lengua al fin te podré hablar. Agrega Guillén: Jura a los que te matan que eres feliz ¿Será verdad? Arde tu frente pá­lida, la leña lo­gra en tu mirada un brillo fatal, masticas una je­rigonza medio española, medio (…), vuelve Guillén sobre el tema del idioma.
Neruda escribía en su Canto General, que también hay que leer algunas partes, decía: Cuando sonaron las trompetas, Je­hová repartió el mundo entre la Anaconda y la Coca-Cola, y dejó para la United Fruit la suave cintura de América.
Esto también es un tema que van a tratar los compañe­ros, probablemente Augusto César Sandino. Por último, quería re­cor­dar que la palabra tan olvidada hoy, imperialismo, hay una cuenta que hizo Gregorio Selser, un destacado hombre del Par­tido Socialista que, decía, contó 14 invasiones a México, entre ellas la que hablé de Texas, Nuevo México, California, Nevada; a Cuba 13, una de ellas es la que termina con la Enmienda Platt y con la base de Guantánamo; 11 a Panamá, la última es cuando preten­den com­batir la droga, con Noriega, cuando dicen eso; 10 a Nica­ra­gua, una de ellas dejó un pirata, William Walker; nueve a la Re­pú­blica Dominicana, no sé si Selser cuenta la de 1965, cuando hubo un ataque conjunto que participaron también los brasileños, con la (…) de la OEA; siete en Colombia, una de ellas es la sece­sión de Panamá, el apoyo de un golpe fabricado por los yanquis para quedarse con el Canal de Panamá -Panamá pertenecía a Co­lom­bia-; cinco a Haití; tres a Puerto Rico; dos en Guatemala; uno a Granada, hace pocos años; y otro que se re­cuerda poco cuando se habla de las Malvinas. En 1831 la fragata yanqui Dexinton ataca Puerto Argentino, destruye la mayor parte por un conflicto pétreo, dos años antes de la presencia in­glesa. Hay mucho más pero no da el tiempo.
Quería simplemente decir que, como parte del homenaje al Che, es necesario reflexionar sobre lo que hace­mos, y que el Che no parecía estar de acuerdo con ocupar espa­cios, con que si no lo ocupo yo lo ocupa otro, muchas roscas. El Che hablaba de polí­tica de principios, la mejor política, y creo que es una frase que sintetiza mucho. De todas maneras, el resto de los compa­ñeros, durante todas estas charlas, van a abundar sobre el pen­samiento político, económico, filosófico del Che. Nada más, gracias por la atención.
G. Cieza:
Bueno, vamos a dar la palabra a Manuel Gaggero, profesor ti­tular de la Cátedra y uno de los organizadores, uno de los que pensó realmente e hizo posible que esta Cátedra empezara en Buenos Aires y se extendiera a otros lugares del país. Además, un reconocido militante popular de la década del 60 y del 70.
Manuel Gaggero:
Bueno, gracias por la presentación. Realmente el esfuerzo del montaje de la Cátedra, el inicio de este proceso que fue sin duda la Cátedra de la UBA, fue un esfuerzo colectivo en el cual parti­ciparon fundamentalmente los compañeros de la agrupación El Mate, a la cual se le ha agradecido en el documento que leye­ron las agrupaciones organizadoras de esta Cátedra acá en La Plata.
Yo quería referirme, la idea que nosotros hemos planteado en la Cátedra, a lo largo de las distintas experiencias que esta­mos re­co­giendo, ha tratado de mostrar que el Che no era un exabrupto de la historia, que el Che no era un quijote, como decía el docu­mento, que apareció ahí, que vino solo, sino que era producto, la consecuencia de muchas luchas, de muchos lu­chadores de todo este siglo de América Latina, de muertes, de fracasos, de victo­rias, de derrotas, y que a su vez produce des­pués también un sin­número de procesos, con avances y retroce­sos, como suelen llegar los procesos de la historia.
Yo me voy a referir concretamente a una figura que también, como el Che pero en otra época, le tocó ser una especie de mal­dito de la historia, una especie de hombre que olvida la historia, la historia oficial de Latinoamérica, que es Augusto Sandino. Un lu­chador nicaragüense que recoge, también, que tampoco es un lu­chador solitario, sino que recoge la expe­riencia valiosa que le da la Revolución Mexicana, donde se desa­rrolla parte de su vida an­tes de llegar a Nicaragua a combatir.
Pero antes tenemos que ubicar qué estaba pasando. Estamos ha­blando de finales del siglo pasado y principios de este siglo. Qué estaba pasando, cuál era el gran conflicto que sacudía los pueblos de América Latina. Estados Unidos después que re­suelve sus contradicciones internas, recuerdan ustedes la guerra civil, el sur contra el norte, una guerra que hemos visto en miles de pelí­cu­las, es la resolución de un conflicto entre dos fracciones de la burgue­sía norteamericana que estaban en disputa. Una frac­ción, funda­mentalmente ligada a la producción agropecuaria, que era el sur, que quería mantener la esclavitud en función de su ac­tivi­dad y de su modo de producción; y otra fracción, que es la triun­fante, que es la burguesía industrial, que es la que redi­seña, a partir de derrotar al sur, el país imperial. Estados Uni­dos, cuando culmina de resol­ver esta contradicción, comienza a plantearse la necesidad de re­solver claramente que América La­tina era su patio trasero, y que no podía permitir el ingreso de ninguna potencia europea en este continente. Entonces, el pri­mer gran conflicto que se da, y que tiene como escenario nues­tro continente, es el con­flicto entre Estados Unidos intentando avanzar sobre nuestros pueblos, e Inglaterra fundamentalmente, y mucho menos Alema­nia, pero Inglaterra fundamentalmente, que trataba de mantener los avances o las po­sesiones que había logrado a partir de las in­dependencias, de los procesos indepen­dentistas que se habían desarrollado en toda la primera mitad del siglo pasado, proceso independentista funda­mentalmente de Es­paña.
Recuerden ustedes que Nicaragua es un país muy pequeño, 150 mil kilómetros cuadrados, ubicado en Centroamérica. En esa época, estamos hablando de principio de siglo, no tenía un millón de habitantes. Y es un país donde se pro­duce, ahí en con­creto en el territorio nicaragüense, esta contradic­ción entre Es­tados Unidos e Inglaterra. Y que tenía que ver con la forma como se había pro­ducido el proceso de formación de la nación nicaragüense. Nica­ragua tiene como dos partes, una parte que da al Pacífico, donde había sido ocupada por España, tiene his­toria española como no­sotros; y otra parte del Atlántico que había sido administrada in­directamente por Inglaterra a través de un grupo tribal del pe­ríodo, que aún subsiste, que eran los mis­quitos. Es decir, los in­gleses tendían a generar en Amé­rica La­tina administraciones indi­rectas, no admi­nistraban di­rec­tamente sino que tenían gobiernos o secto­res o grupos, como en este caso, que les prestaban o que le dieran res­paldo de Inglate­rra para gobernar.
Además, en ese período, principios de este siglo, cuando Es­ta­dos Unidos avanza sobre el resto del continente, cuando in­cluso participa en la guerra inde­pendentista en Cuba, apoyando al pue­blo cubano en contra del in­vasor español, cuando incluso aparece en otros países de Centro­américa, invadiendo directa­mente o con invasiones directas para cobrarse préstamos, para cobrar la deuda externa o los préstamos, ése era el argumento de la invasión a Colombia, las invasiones que se produjeron en Honduras, en Haití, es decir, que era la ne­gativa de los gobier­nos a pagar la deuda que tenían con la banca norteamericana, éste era el argu­mento; en ese momento se discu­tía también en Centroamérica la posibilidad de abrir una vía que uniera los dos océanos. Estamos hablando de principios de siglo. La burguesía nicaragüense alen­taba la idea porque, además, geo­gráficamente, sin duda Nicara­gua estaba en mejores condiciones que Panamá para la apertura de esta vía; alentaba la idea de que la vía se abriera en el territorio nicaragüense, teniendo en cuenta que Ni­caragua tiene un gran lago en el medio que haría que el es­fuerzo de construcción de la vía fuera mucho más, ingenierísticamente hablando, más fácil, desde el punto de vista de la ingeniería. En­tonces, la burguesía ni­caragüense alentaba esta espectativa pero, a principios de siglo, esta burguesía que tenía relaciones con Inglaterra y con Europa, que era la que apoyaba la idea de abrir una vía entre los dos océ­anos, una vía alternativa a la que había en ese momento, que era el Estrecho de Magallanes, una vía más directa, en esta burguesía se había producido hacia finales de siglo el ascenso al gobierno de Nicaragua, y el liderazgo de esa fracción de la burguesía nicara­güense lo ejercía Zelaya, un liberal.
Los liberales, fíjense cómo es la historia, porque ahora noso­tros decimos liberales, neoliberales, y estamos hablando de Ca­va­llo, Menem, lo peor. Bueno, en la historia de América Latina de este período los liberales eran como la fracción más avan­zada, más democrática de la burguesía. Y los conservadores ex­presaban a los sectores más ligados a la explotación feudal, más terrate­niente, por supuesto con mayores relaciones con el impe­rio. Ze­laya, que asume hacia finales del siglo pasado el gobierno de esta pequeña nación centroamericana que es Nicaragua, Ze­laya in­mediatamente nacionaliza el territorio e incorpora la costa atlán­tica que tenía esta administración indirecta ejercida por los mis­quitos, pero con mandato inglés. Incorpora la región de la costa atlántica a la nación nicaragüense y es como, podríamos decir, el fundador de la nación moderna, de la Nicaragua actual. Zelaya inicia una serie de transformaciones. Fíjense que desde el punto de vista le­gal Nicaragua tiene una de las primeras leyes de divor­cio que hubo en América Latina. En 1907, con el gobierno de Zelaya, se aprueba la ley de divorcio. Acá se aprobó, no sé si se acuerdan, en el 87, y casi se produce una revolución porque la iglesia no acep­taba esta posición. Así que fíjense lo avanzado para la época, es­tamos hablando de 80 años antes, que era este señor Zelaya. Además, tiene un conflicto a raíz de esta legisla­ción de avanzada con la iglesia y expulsa a parte de la jerarquía ecle­siástica del te­rritorio nicaragüense.
Evidentemente que esta situación, su confrontación con Es­ta­dos Unidos, que empieza a insistir en el pago de una deuda ex­terna, que en esa época se hablaba de valores muy pequeños, ahora estamos hablando de 100 mil millones de dólares, creo que es la deuda externa que tiene, bueno, en esa época la deuda ex­terna de Nicaragua era de cinco millones de dólares. Zelaya plan­tea una renegociación de la deuda por la banca norteameri­cana; Estados Unidos insiste, y se produce un levantamiento hacia 1909 encabezado por generales conservadores que res­ponden a man­dato norteamericano y que se levantan en contra del gobierno de­mocrático de Zelaya, o sea de un gobierno libe­ral. Este levanta­miento rápidamente se resuelve con la toma del poder por los sec­tores conservadores, y como se plantea un en­frentamiento militar entre conservadores y militares, Estados Unidos en 1912 ocupa Nicaragua, una ocupación que dura casi 20 años.
En ese momento dónde estaba Sandino. Sandino era un hom­bre de una familia, como era muy común en Nicaragua en esos años, era un hombre que había nacido en un hogar de un señor aparentemente importante del Niquinohomo, un pueblito muy chiquito, pero él era como un hijo de la casa, o sea, no era un hijo del matrimonio de este señor sino que era un hijo natu­ral, como se llamaba en esos años. Sandino se había trasladado, había ejercido distintas activi­dades, telegrafista, y se había tras­ladado a trabajar, estamos hablando de 1914-15, a México. En México se produce, en esos años, la Revolución Mexicana, que es una revolución que marca la historia de nuestro continente, una revolución poco es­tudiada en los claustros universitarios, poco conocida, pero que, induda­ble­mente, ha tenido una in­mensa trascendencia en América La­tina y sin duda en ese in­menso país que es México, muy lejos de dios y muy cerca de los Estados Unidos, como suelen decir los mexica­nos.
Antes de que se produjera esta llegada de Sandino a México se produce en Nicaragua, como producto del nuevo gobierno con­servador que encabeza Chamorro, un bisabuelo de la que después fuera presidente de Nicaragua, estamos hablando de 1912, se firma en Estados Unidos, en Washington, Estados Uni­dos le im­pone a Nicaragua la firma del tratado Bryan-Chamorro, por el cual Nicaragua renuncia en forma definitiva, histórica, para toda la vida, a la construcción de la vía alternativa, una vía navegable entre los dos océanos, y ahí en ese momento es que se inicia la construcción de la vía que luego fue el Canal de Pa­namá, que se inaugura dos años después, creo, en 1914. Esta si­tuación hace que este planteo de la burguesía nicaragüense, que era la posibili­dad de transformarse en un país que tuviera en su territorio esta vía, muere ahí en forma definitiva.
Sandino, mientras tanto, empieza a vincularse al movimiento obrero, años 20, 22, 23, al movimiento obrero mexicano. Recibe de ellos, estaban en pleno desarrollo de la Revolución Mexicana, y recibe de ellos indudablemente mucho aliento para retomar, o empezar, o plantear la lucha en Nicaragua para desalojar al inva­sor norteamericano. Mientras tanto, en Nicaragua se había pro­ducido en seguida la situación conflictiva entre burguesía liberal y burguesía conservadora, y sectores también de burguesía libe­ral habían iniciado la preparación de un ejército en la costa atlántica, casualmente, para confrontar con el gobierno conser­vador. En este momento, año 1925, yo voy rápido porque el tiempo es corto, de cualquier manera hemos entregado algunos elementos biblio­gráficos que ruego que los lean porque son úti­les para aprovechar este período de la historia de esta región muy importante, porque además es el escenario donde desarrolla su actividad el que sin duda fue un predecesor de Ernesto Che Guevara, y uno de los más interesantes. En 1925 aparece en Ni­caragua un grupo, calcu­len que ya se había producido la Revo­lución Rusa, se habían cons­tituido partidos comunistas en mu­chos países de América Latina, entre ellos en Argentina en 1918. En 1920 se había cons­ti­tuído el Partido Comunista en El Salvador, que encabezara luego Fara­bundo Martí, intenta un proceso insurreccional en 1932, y que es fusilado. En 1925 surge, paralelamente, sin nin­guna relación a la actividad que de­sarrollaba Sandino en México, que empieza los preparativos para volver a Nicaragua, surge en Nicaragua un partido de los trabajadores, que se llama Partido de los Trabaja­dores Nicara­güenses, con la primera célula marxista, célula de cinco o seis compañeros obreros, que empiezan a prepa­rarse para también confrontar con el invasor norteamericano. Ni­caragua es­taba in­vadida, los Estados Unidos estaban ahí, las tro­pas nortea­merica­nas estaban ahí.
Vuelve Sandino a Nicaragua, se entrevista con Moncada, que era el jefe liberal, y hace un acuerdo con éste, que era un jefe mi­litar y político de ascendencia liberal, un acuerdo para iniciar la guerra. Sandino, al principio, se planteaba una confron­tación con el modelo tradicional, y esto tiene que ver por esto con el Che, se encuentra en confrontación militar con el modelo tradicional, es decir, la formación de unidades militares, que confrontaran en el territorio. Empieza a combatir con algunos rifles que consigue con mucho esfuerzo, porque Moncada no le tiene confianza, evi­dentemente, y consigue algunos rifles y em­pieza a combatir con esto que decimos, una metodología tradi­cional, pequeños asaltos a cuarteles de tropas norteamericanas donde tropas conservadoras le abren al régimen. Y ahí se em­piezan a producir acercamientos, al margen de Sandino, pero las fracciones de la burguesía empie­zan a lograr un cierto acuerdo de paz, que desmoviliza a las tro­pas que había movilizado Mon­cada y que fortalece al gobierno conservador.
Enterado Sandino de este acuerdo, decide no aceptar la con­vocatoria a rendirse y comienza la segunda etapa de la gesta san­dinista, y que en ésta entronca indudablemente el Che. Digo en­tronca porque la gesta que empieza Sandino es el combate con el método de guerra de guerrillas, es decir, combate en pe­queñas unidades. Nicaragua se presta mucho porque es un país con mon­tañas, con muchos lagos, una geografía que se presta bastante, y que además tenía una tradición que recupera San­dino, de guerra de guerrillas, que eran los levantamientos indí­genas que se habían producido en la zona de Matagalpa hacia 1880, 1882. O sea, Sandino recupera la confrontación militar que luego sería anali­zada e incluso serviría de aporte del Che al proyecto revoluciona­rio de los 60 y 70, que entra el método de la guerra de guerrillas. Sandino da los combates, va avanzando, forma lo que se llama el Ejército Defensor de la Soberanía, este ejército lo designa general y sigue combatiendo contra los yan­quis hasta que logra, final­mente, 1933, que las tropas norteame­ricanas abandonen el terri­torio nicaragüense. Por supuesto que, como recién decía Pérez, la historia de Latinoamérica es una his­toria de muchas traiciones, y Sandino confía efectivamente que esta salida de las tropas norte­americanas, y el gobierno es asu­mido por Sacasa, un hombre libe­ral, esto iba a transformar, daba nuevas posibilidades, y generaba la posibilidad de un desarrollo democrático de Nicaragua, que ya no era necesario seguir com­batiendo, y por eso convoca a sus ge­nerales a abandonar el combate, a abandonar las armas y a concu­rrir a Managua a una reunión con Sacasa en donde se firmaría la paz. Donde Sacasa además iba a entregar a los oficiales, a los combatientes del Ejército Defensor de la Soberanía, parcelas de tierra para la ex­plotación agraria, para una recuperación demo­crática de todo este ejército que se había conformado en la lucha contra el inva­sor norteamericano y contra los conservadores. Llega Sandino a Managua, y antes de que se efectúe la entrevista es emboscado, es retirado del vehículo en que él y sus generales se trasladaban, y es fusilado cerca de Managua.
Digamos, lo interesante de todo este proceso, por qué digo que tiene que ver Sandino con el Che. Primero, tiene que ver porque todo esto que contamos es una historia que se ocultó ab­soluta­mente, incluso para el pueblo nicaragüense. Fíjense que cuando 30 ó 40 años después se comienza a organizar el Frente Sandi­nista de Liberación Nacional, el Frente Sandinista recupera a Sandino a través de la lectura de un argentino, que es Grego­rio Selser, que escribe una serie de trabajos sobre Sandino y so­bre el ejército loco, como era el «pequeño ejército loco», como se lla­maba el Ejército Defensor de la Soberanía que forma San­dino. El ocultamiento de la historia fue tal que el propio pueblo que había engendrado esta batalla no conocía quién había sido o quién ha­bía tenido el liderazgo de la misma. Por otro lado, por­que San­dino en ese momento, digamos, en los años en que es­taba en pleno combate, en la montaña combatiendo, establece una relación muy estrecha, epistolar, con quien ocupaba la pre­sidencia argentina. Estamos hablando del año 28, 29, estamos hablando de Hipólito Yrigoyen. La Argentina, evidentemente en esos años, no ahora obviamente, era vista por los pueblos lati­noamericanos con cierta esperanza y como una posibilidad de que fuera quien le pusiera una valla a este avance arrasador de Estados Unidos. Y eso hace que le proponga Sandino a Yrigo­yen la convocatoria a una confe­rencia de los pueblos latinoame­ricanos, a realizarse en Buenos Aires en 1931, donde concurri­rían pueblos y gobiernos a reafir­mar la necesidad de establecer nuevas condiciones en sus relacio­nes con los Estados Unidos. Esta conferencia, recuerdan ustedes el 6 de septiembre de 1930 fue desalojado del poder Hipólito Yrigo­yen, y obviamente no se pudo llevar a cabo. Pero todo esto, diga­mos, un argentino que es el que analiza e investiga a Sandino; un argentino que recu­pera una metodología que habían usado mu­chos pero que usa Sandino, que es Ernesto Che Guevara con su trabajo sobre la guerra de guerrillas, sus aportes a la doctrina mi­litar revolucio­naria a partir incluso de analizar estas experiencias como la de Augusto Sandino; y esta intención de Sandino de vin­cularse con Yrigoyen para lograr de alguna manera crear una con­federación de pueblos latinoamericanos que confrontara con el imperio, muestran que la historia no es como nos quieren mostrar. La his­toria es una serie de hechos concatenados, la historia no la producen los exabruptos y los quijotes, sino la producen quienes logran ir recogiendo el espíritu de lucha de sus pueblos. Sin duda que Sandino tiene que ver con el Che, y sin duda que el Che, en toda su experiencia, contó entre sus bagajes y entre sus aportes a Augusto Sandino.
Yo quiero cerrar esta parte de la exposición diciendo que esta experiencia de Sandino se entronca también, y es más o menos el mismo período, con la otra que señalé al principio, que es la insu­rrección que dirige el Partido Comunista, o que intenta el Partido Comunista salvadoreño en El Salvador. El Salvador es un pe­queñísimo país, calculen ustedes que es llamado el pul­garcito de América Latina, ustedes lo ven en el mapa chiquito así, muy habi­tado, ahora tiene más de cinco millones de habitan­tes, en esa época tendría dos, con características muy particula­res en su con­formación, en su desarrollo. Hubo un movimiento obrero ya con altos niveles de organización en los años 20, fue un obrero in­cluso el que encabeza el Partido Comunista, es Fa­rabundo Martí el que encabeza la insurrección, y que es fusilado en 1932 al ser aplastado este intento insurreccional.
Pero todas estas luchas también tienen que ver con que la idea nuestra, la idea de la Cá­tedra no es solamente pensar en un pe­ríodo de 10 ó 20 años, sino pensar en un siglo, que fue un si­glo de luchas, de combates, de avances y retrocesos, de victo­rias, de éxi­tos, de alegrías, de mucha pasión, de mucha fuerza. Éste es el si­glo en el cual nosotros vivi­mos y este es el siglo en el cual vivie­ron el Che y Sandino. Nada más.
G. Cieza:
Voy a presentar al próximo expositor que es Miguel Maz­zeo, que es docente universitario, militante popular y columnista de Re­truco.
Miguel Mazzeo:
Bueno, buenas noches, compañeros. Yo voy a hablar de José Carlos Mariátegui. Realmente es difícil hablar de Mariátegui en 20 minutos, sobre todo cuando se trata de un personaje, de una figura tan importante y tan poco conocida. Voy a plantear algu­nos aspectos, para mí los más importantes de su práctica, de su pensamiento, y voy a intentar relacionarlo con el Che, cosa que no resulta fácil. En primer lugar, porque no fueron contemporá­neos, no hay expresas referencias del primero, de Mariátegui, en la obra del Che. De todos modos, yo creo que hay, si bien no hay contacto directo entre ambos, sí podemos pensar en un con­tacto indirecto de ideas, de concepciones, yo diría, esenciales.
En primer lugar, me gustaría plantear desde qué presente uno va a Mariátegui. Porque en realidad, el interés por Mariáte­gui no partió de inquietudes académicas, sino básicamente de inquietu­des políticas. Creo que el interés por Mariátegui, y también por el Che, en el caso particular mío y del grupo al que pertenezco, surge básicamente a partir de constatar la hegemo­nía de la cultura neoliberal. De una cultura que impone como valores el pragma­tismo, el naturalismo, porque vive de algún modo su dominio como realización. Un presente también carac­terizado por la de­nominada crisis del marxismo. Creo que cuando se habla de crisis del marxismo se habla de tres cosas distintas, que están interrela­cionadas, por supuesto. La crisis del marxismo tiene que ver con los grandes referentes históricos del marxismo, el movimiento obrero, los llamados estados socialis­tas, los movimientos nacio­nalistas del Tercer Mundo. Ésta es una primera dimensión de la crisis. La otra dimensión de la crisis tiene que ver con lo que de­cía Frederick Jackson. Jackson decía que a cada etapa de expan­sión del capitalismo, que ahora vivi­mos en tiempos de globaliza­ción, le correspondía un período, una etapa de crisis del mar­xismo. Quiere decir que, ante estos cambios, el marxismo como doctrina, como teoría, como cara de una interpretación, quedaba como re­trasado. Se produce una disfuncionalidad entre el mar­xismo, la teoría, y la nueva reali­dad. Ésta es la segunda dimen­sión. Hay una tercera dimensión, que tiene que ver con que, de algún modo, la crisis está inscripta en la naturaleza del marxismo. Si el mar­xismo tiene que dar res­puestas revolucionarias siempre, en situa­ciones que nunca son las mismas, esto genera un estado de tensión constante, de algún modo es una tensión positiva. Bueno, desde esta lectura del pre­sente uno va a Mariátegui. No quiere decir que encuentra en Mariátegui todas las respuestas para supe­rar la si­tuación, sería ingenuo y sería demasiado simple. Pero de algún modo se en­cuentra en Mariátegui, uno puede encontrar en Mariá­tegui, y también en el Che, algunos elementos casi esencia­les que pueden servir para empezar a pensar que esta situación puede ser exce­dida, puede ser superada.
Pero vayamos a Mariátegui. Algunos datos biográficos, en primer lugar. Mariátegui nace en Perú el 14 de junio de 1894. Primer casualidad, nace el mismo día que el Che. Lo señalo como un dato, nada más, no es que crea en conjugaciones astra­les ni mucho menos. Nace en Moquegua un pueblito al sur de Lima. Voy a se­ñalar metas importantes en Mariátegui. Él va a participar en el periodismo, no va a tener formación académica, va a ser casi un autodidacta Mariátegui, va a participar de la bo­hemia. En rea­li­dad, va a ser muy conocido en el Perú primero como cronista de turf o como poeta.
La fecha clave a la que hacía referencia es 1917. En 1917 este hasta ese momento cronista de turf, poeta, ligado a la bo­hemia, va a ser calificado, con intento de ser agredido por su­puesto, de bol­cheviki. Año 1917, poco tiempo después de la Revolución. Un hombre del liberalismo, un pensador del libera­lismo, llamado Miró Quesada, lo va a calificar a Mariátegui de bolcheviki. Y Mariátegui va a aceptar ese calificativo, parece que sí, era un bol­cheviki.
En el año 1919 va a salir del Perú perseguido por la dicta­dura de Leguía y va a conocer Europa. Y esto es importante porque Mariátegui va a decir en Europa desposé una mujer y al­gunas ideas. Su mujer será italiana, Ana Chiappe, y las ideas a las que se refería Mariátegui eran las que lo acercaban al socia­lismo re­vo­lucionario. Además va a decir, esto es fundamental, en Eu­ropa descubrí América. Eran tiempos muy particulares en Eu­ropa, y cuando de Europa, en el caso de Mariátegui, hablo de Ita­lia. Creo que un período riquísimo de la historia italiana vive Mariátegui. Va a presenciar las jornadas rojas de Turín, la situa­ción casi pre revolucionaria o insurreccional en el norte de Italia, va a ver también el ascenso del fascismo e incluso va a participar de la fundación del Partido Comunista Italiano, en el Congreso de Li­vorno. Va a estar a escasos metros de Gramsci, intelectual al que nunca conoció personalmente, al que nunca leyó, y al que tanto se parece en algunos aspectos. El marxismo italiano, de al­gún modo, es determinante del marxismo que después va a asu­mir Mariáte­gui en América Latina. Ésta es la otra fecha, diga­mos, período que va del 19 al 25.
En el año 25 podemos ver que Mariátegui termina por des­prenderse de algunas concepciones eurocéntricas para asumir una concepción plenamente latinoamericanista. Creo yo, y me voy adelantando, que en Mariátegui podemos encontrar el pri­mer in­tento de aplicación fecunda del marxismo a la realidad la­tinoa­mericana. No es casual que Mariátegui haya sido peruano. Si uno compara a Mariátegui con otros pensadores marxistas de su tiempo, la década del 20, va a notar una gran diferencia, no sólo en cuanto a la riqueza conceptual de su planteo, no sólo a lo febril de su labor, sino en cuanto a sus planteos básicos. Decía yo, no es casual que Mariátegui haya ido peruano. Primero, Perú es uno de los únicos países de América Latina en el cual la tradición posi­tivista tuvo escaso peso. Es decir, el marxismo de Mariátegui de algún modo, empieza a operar o empieza a plan­tearse en una so­ciedad que no había conocido el positivismo. Mariátegui tiene planteos socialistas en una sociedad casi colo­nial, en una sociedad con escaso desarrollo capitalista. Esto es lo que lo va a hacer rico al marxismo de Mariátegui, por otra parte.
Michel Lowy, cuando plantea una periodización del mar­xismo en América Latina, habla de distintas etapas. Él habla de un primer período que va del año 20, aproximadamente, al 35, pe­ríodo en el cual la revolución en el continente se caracterizó como socialista y antiimperialista. El acontecimiento más impor­tante de este período fue la insurrección salvadoreña, de la que hablaba Manolo hace un ratito. La figura intelectual o la figura más im­portante, sin duda, fue José Carlos Mariátegui. El se­gundo pe­ríodo para Lowy es el que va del 35 al 59. Justamente, un pe­ríodo caracterizado por un silencio apesadumbrado en torno a la fi­gura de Mariátegui. Desaparece de la historia en este período, período que coincide con la hegemonía de las posicio­nes stalinis­tas, período que va a caracterizar la revolución en el continente como agraria y antifeudal, y antiimperialista también. La tarea concreta, en aquellos años, era la de conformar frentes populares con partidos y sectores de la burguesía. La otra etapa arranca en el 59, justamente con la Revolución Cubana, que es el aconteci­miento fundamental. La figura fundamental, sin duda, Ernesto Che Guevara. Y en cuanto periodización vemos la pri­mer gran relación. El primer período del marxismo en América Latina está dominado por la figura de Mariátegui, el segundo período por el silencio en torno a la figura de Mariátegui. El Che se va a educar en este período, precisamente; no lo va a co­nocer. Ahora, el Che mismo va a ser la figura más importante, la figura emblemática del tercer período. Y hay una discusión; ha­bría que hablar de un cuarto período a partir de Chiapas. Esto no lo dice Lowy, lo plan­teo yo. Pero es muy probable que a partir de una lectura seria, profunda, significativa de lo que viene pasando en Chiapas desde el 94, dentro de algunos años y en perspectiva podamos hablar de una cuarta etapa del mar­xismo en América Latina.
Mariátegui fue acusado de muchísimas cosas, no sólo de bol­cheviki como en el año 17. Fue acusado, básicamente, de euro­peísta y de exotista. Qué es el europeísmo, qué se entendía por europeísmo. Sectores como el aprismo calificaban al europeísmo como cualquier intento de trasladar alguna doctrina gestada en Europa, y el marxismo lo era, a la realidad latinoamericana. En contraposición, el exotismo consideraba que lo fundamental, lo determinante, era el contexto local. Mariátegui fue acusado de una y de otra cosa. En realidad, no era ninguna de las dos, puesto que ambas, europeísmo y exotismo, coincidían en un punto que era esencial. Europeístas, concretamente Partido Comunista y los partidos de izquierda; exotistas, el APRA, en particular; conside­raban que en América Latina no había condi­ciones para una revo­lución de tipo socialista. Y esto es justa­mente lo que no creía Ma­riátegui. Por qué no creía esto, mejor dicho (…) cómo se atrevía a plantear el socialismo en un país de escaso desarrollo capitalista como era el Perú, uno de los países más atrasados de América. Es que Mariátegui pensó en aquellos años un socialismo con otros referentes, y esto era todo un de­safío para la época, y lo sigue siendo hoy. Creo que, hoy por hoy, el desafío sigue siendo, no digo el mismo, pero muy pare­cido. Habría que pensar en un so­cialismo con otros referentes. No quiero decir que la clase obrera haya dejado de serlo, pero la clase obrera, hoy por hoy, como su­jeto de la historia, comparte su rango con otros sujetos sociales. Mariátegui pensó un socia­lismo con referentes no clásicos. El re­ferente clásico de todo proyecto socialista, y con más fuerza en la década del 20 y del 30, era la clase trabajadora. Mariátegui pensó en un socialismo para campesinos, en un socialismo para indios, por eso su mar­xismo está emparentado con el indigenismo, tam­bién. También pensó el socialismo en una sociedad fragmentada. Hoy se dis­cute si Perú es una nación. Muchos dicen que Perú está inte­grado por 36 naciones distintas. Mariátegui pensó en un pro­yecto socialista para una nación fragmentada, para una sociedad fragmentada. Creo que si retomamos la esencia de este planteo si­gue estando vigente.
Con respecto a la concepción socialista de Mariátegui, en particular, y aquí hay una relación muy fuerte con algunos plan­teos del Che, el socialismo de Mariátegui parte del reconoci­miento de un contenido heroico de la ideología. El socialismo para Mariátegui, y también para el Che, era resultado del movi­miento real, pero también era resultado de la voluntad y de la ética de los pueblos, no de hombres aislados como algunos ma­lin­tencionados suponen. Una concepción que conjugaba rea­lismo interpretativo de la realidad, por un lado, y proyecto de sociedad futura y de hombre futuro. Para ambos, y esto lo dicen claramente tanto Mariátegui como el Che, el socialismo o el marxismo, mejor dicho, es inspiración crítica más allá de cual­quier doctrina. Yo creo que, de algún modo, las figuras de Ma­riátegui y del Che quedan limpias porque ni mariateguismo ni guevarismo cuaja­ron en doctrinas. Esto es una ventaja, esto permite una resignifi­cación del pensamiento de ambos, sin taras y sin prejuicios.
También se habla del romanticismo en uno y en otro caso. Muchas veces cuando se los tilda de románticos se lo hace desde una posición peyorativa. En realidad, hay una reivindica­ción del romanticismo de uno y de otro, y no desde una posición peyora­tiva. Si nosotros pensamos que una actitud romántica en Mariáte­gui fue convertir lo que hasta ese momento era una ré­mora, algo que limitaba, en un factor de desarrollo, que lo haga funcional a la nueva sociedad. Y miren sobre el indígena, por ejemplo. El in­dígena hasta ese momento se consideró como un factor de re­traso. Las concepciones positivistas consideraban que el indio era una rémora, y muchos socialistas plantearon la solución final del pro­blema indígena, es decir, el exterminio. Mariátegui convertía lo que para un liberal, lo que para un posi­tivista era una rémora en algo totalmente funcional al proyecto de nueva sociedad, por eso su reivindicación de la comunidad indígena, sin idealizarla, sin pensar que esto era un socialismo en estado larval. Mariátegui creía que la comunidad debía ser un vehículo al socialismo por­que encontraba en la comunidad, en la comunidad indígena, en la comunidad campesina, elementos prácticos de socialismo, él de­cía elementos prácticos de socia­lismo. Hasta ese momento el problema del indio se lo pensaba en el Perú como un problema higiénico, o como un problema educativo, en el mejor de los ca­sos. El indio era pobre, el indio era miserable o porque era sucio o porque era analfabeto. Ma­riátegui va a situar la temática indígena en su justa dirección: el problema del indio es el problema de la propiedad de la tierra, va a decir Mariátegui. Es decir, Mariátegui y el Che lograron concordar lo que hasta ese momento se plante­aba como una di­cotomía, como una contradicción, progreso y tradición. La tra­dición entendida, según Mariátegui, no como una momia. En ambos, y esto para cerrar lo que tiene que ver con acti­tudes ro­mánticas, en ambos aparece una dimensión ética del so­cialismo.
También Mariátegui ha sido acusado de irracionalista. Ma­riá­tegui inicia sus Siete ensayos, que es una de sus obras funda­men­tales, Siete ensayos de interpretación de la realidad pe­ruana, que recomiendo, con una cita de Nietzsche, pensador bastante sospechoso; y también en los Siete ensayos, y en otros trabajos, va a hacer una reivindicación del mito. Desde el mar­xismo fue cues­tionada esta posición en Mariátegui. Concreta­mente, en Ma­riáte­gui el mito tiene dos dimensiones. Una es tri­butaria de Cassi­rer, un autor que publica un importante libro, en el 20, sobre las for­mas simbólicas. El marxismo se va a traducir en un marxismo sentido, en una religión laica, casi casi. La otra dimensión del mito que aparece en Mariátegui es más tributaria de Sorel. En este caso, el mito es definido a partir de la función concreta que puede construir en una sociedad. Es decir, va a ser recuperado como un elemento movilizador. Pensemos en el campesinado, pensemos en el indígena. El mito no puede ser asociado, en este caso en particular, a la fábula o lo alejado de la realidad; de algún modo las comunidades campesinas, el indí­gena, vive sumergido en el mito, el mito de algún modo es parte de sus relaciones con­cretas. Por este lado venía, precisamente, la reivindicación del mito en Mariátegui. El mismo Gramsci rei­vindicó el mito como una forma concreta y eficaz.
También podemos ubicar a Mariátegui en el marco de una tradición latinoamericana, una tradición de pensamiento latinoa­mericano. Una tradición que tiene que ver con la creación, una tradición que puede arrancar con Simón Rodríguez diciendo: o inventamos o erramos. Que sigue con Martí, o que puede se­guir con Martí cuando éste decía: crear es la palabra de pase de nuestra generación. Sigue con Mariátegui cuando decía que el socia­lismo no debía ser ni calco ni copia, sino creación heroica. Y con­tinúa con el Che cuando decía: observar, aprender, pen­sar, no copiar a nadie y después empezar a caminar.
Finalmente, para terminar, creo que Mariátegui y el Che consti­tuyen dos hitos en el socialismo latinoamericano, en la con­cep­ción de la revolución. Creo que a partir de Mariátegui y a partir del Che el socialismo deja de ser, o debería dejar de ser, el plan pulcro para la acción, la doctrina cerrada, y se convierte en el simple anhelo de la actualidad toda. La revolución, a partir de ambos, abandona, o debería abandonar, los cenáculos, los claus­tros, los bares, los ámbitos reducidos y elitistas, y se instala, o de­bería instalarse, en las selvas, en los páramos, en las fábricas, en las rutas. Nada más, compañeros.
G. Cieza:
Bueno, voy a presentar ahora al último de los docentes de esta noche, Alexis Latendorf, un veterano dirigente socialista, autor de distintos trabajos, un hombre de una enorme trayecto­ria en el campo de las ideas y en el campo de la militancia popu­lar.
Alexis Latendorf:
Lo de veterano… Bueno, después de escuchar a los disertan­tes anteriores tengo un poco la sensación de encontrarme ante varias muñecas rusas ¿ustedes conocen las (…) diversas figuras rusas que uno abre y hay otra adentro, y la que está adentro contiene una siguiente y así en lo sucesivo? Se han nombrado importantes sucesos de la vida política de Latinoamérica. Antes de entrar so­bre el tema de Bolivia voy a referirme a dos o tres de esas muñe­cas rusas, quizá abriendo alguna, pero muchas pun­tas muy (…) De paso voy a decir que si bien no creo en circuns­tancias astrales, que hay astros, los hay. El 14 de junio no sola­mente son las fe­chas que se han nombrado acá, sino que es la fecha de la Reforma Universitaria. La Reforma Universitaria nació el 14 de junio de 1918 en la conservadora ciudad de Cór­doba. Y les digo lo que comenté con algunos compañeros de us­tedes en otras oportunida­des, que el morado fue la bandera de la Reforma Universitaria porque era el color de los lienzos que cu­brían las distintas imáge­nes religiosas que estaban en la iglesia al lado de la centenaria casa de estudios.
Me voy a referir muy brevemente a un dato anecdótico sobre Mariátegui, completando la excelente exposición de Mazzeo. Mariátegui muere sin poder conseguir piernas ortopédicas, y su mayor aspiración era obtenerlas en la ciudad de Buenos Aires. Digo esto como, también, una demostración del sentido ético de su vida. Este importante dirigente y creador mitológico no dis­po­nía de fondos ni siquiera para piernas ortopédicas. Voy a ha­cer re­fe­rencia a algo que dijo Mazzeo, también, en el sentido de que lo considera el primer intento de un socialismo latinoameri­cano. Es cierto, pero yo retrocedería un poco en el tiempo para reivindicar una figura argentina injustamente olvidada, o justa­mente olvi­dada, que es el primero que en Argentina intenta im­bricar el so­cialismo con las condiciones de nuestros países. Por supuesto, las condiciones de la república Argentina en muchos aspectos son diferentes a las de otros países. Me refiero a Enri­que del Valle Iberlucea, primer senador socialista de América Latina, expul­sado del senado por haber manifestado su apoyo a la Revolución bolchevique en un congreso. Entre los que votan su expulsión, su desafuero del senado, está un Saguier, en repre­sentación del radi­calismo; Saguier es un apellido más o menos patricio dentro del radicalismo. Ese intento de vincular América Latina con la Revo­lución bolchevique le significa el desafuero y también la muerte de tristeza. Enrique del Valle Iberlucea es apenas recordado en algunas chapas, pero no por su condición de precursor de un in­tento de vinculación de la América Latina con las ideas revolu­cionarias.
Con respecto a la referencia a Gregorio Selser que hizo Gag­gero, para mí es emocionante porque Gregorio Selser ha sido uno de los escritores más importantes de la izquierda argentina. Un escritor que, para defender lo que más amaba que eran los libros y los papeles en estos virulentos y duros años de la vida política ar­gentina, debió hacer un recurso de amparo a favor de su biblio­teca. Gregorio Selser, como decía Gaggero, es el histo­riador más importante de Sandino y entre otros libros yo les re­comendaría Sandino, general de hombres libres. Gregorio Sel­ser en el exilio en México, ya después decidió su residencia en México, dio fin voluntario a su vida hace pocos años atrás, víc­tima de una enfer­medad muy dura.
Perdón, vuelvo a la muñeca ciega anterior. Creo que sería muy importante, no es la oportunidad, hablar de las diferencias entre el aprismo y Mariátegui, y recordar que el aprismo, el aprismo de Víctor Raúl Haya de la Torre, termina entregado al imperialismo, y que Mariátegui que fue el maldito del comu­nismo y del so­cialismo en nuestro país, hoy es una figura se­ñera para práctica­mente toda la izquierda argentina.
Bueno, voy a referirme finalmente, hacer una pequeña, ah, voy a hacer a Gaggero también, un pequeño recordatorio. El di­vorcio no es de 1986. Hubo un divorcio que instauró Perón en el 54, que varios miles de argentinos aprovecharon rápidamente para regularizar su situación. Pero después de la Libertadora, la Libertadora dejó de liberar maridos y reinstauró el vínculo indi­so­luble, y recién en 1986 vuelve a fijarse el divorcio.
Bueno. Una referencia última antes de empezar a conversar lo más brevemente posible, sé que ustedes están bastante cansa­dos a esta altura de la noche, a la visión de Martí con respecto al avance imperial o imperialista. José Martí, que por otra parte es un ante­cesor de la Revolución Cubana, el Apóstol Martí, que no es el poeta que estudiamos en la escuela secundaria, es sí el po­eta, pero es además el revolucionario, es el tipo que lucha por la liberación de su patria, Martí vio con claridad el avance de Esta­dos Unidos hacia el sur, y creía que la barrera tenía que estar es­tablecida por Cuba y por Puerto Rico. De ahí la importancia que siempre le dio Martí a Puerto Rico. Martí no desconocía los de­seos de la anexión que tenía los Estados Unidos con respecto a la isla. Fíjense uste­des que ya a mediados del siglo pasado, el embajador norteameri­cano en Madrid había recibido instruccio­nes para comprar la isla a España, con precio y todo, no quiero equivocarme pero creo que algo así como cien millones de pe­sos, y le indican que les regatee si es posible obtener un precio menor. Bueno, luego vienen las guerras internas o la guerra civil en la sociedad norteamericana, que este proceso se verá acá.
Bueno, y ahora hablemos de la revolución de Bolivia del 52, que era el objetivo de mi charla. Sobre esto también quiero ha­cer una muy breve introducción. Yo me siento en mi país, en mi pa­tria, como con la obligación de transmitir montones de expe­rien­cias que han sido cortadas de cuajo por la represión de la úl­tima dictadura militar. Está claro que intentaron romper nuestra digni­dad histórica e impedir la transmisión de las ideas. La desa­pari­ción de 30.000 hombres y mujeres de lo mejor de nuestro país ha traído sus consecuencias. Una de las consecuencias es, a veces, el desconocimiento histórico que han tenido montones de sectores argentinos. Yo me siento con la obligación de transmi­tir la poca o mucha experiencia política que haya podido obtener en todos es­tos años. Lo hago con el deseo de que la transmisión de estos co­nocimientos sirvan para no caer en los mismos erro­res y para crear nuevos caminos, o en todo caso para equivocar­nos solos. Yo confieso que al hablar de la Revolución Boliviana, como al ha­blar de la Revolución Cubana, siento como si expu­siera parte de mi vida ante ustedes. Es decir, yo soy un producto de la Revolu­ción Cubana, la he vivido paso a paso, desde antes, cuando la isla es­taba cortada tres o cuatro meses antes del triunfo de la Revolu­ción, prácticamente en dos, hasta el triunfo revolucionario del 1º de enero de 1959. Y conocí muy pocos días después lo que era to­davía la larga vista … en el hotel Ri­viera (…) ahora no sé cómo se llama el hotel, Ciudad Abierta (…) hasta advertir la corrupción, la situación de dependencia (…), activa los primeros pasos de la Re­volución. Es decir que hablar para mí del Che Guevara es hablar de mi generación, y es hablar de personas que he visto y he cono­cido, que he admirado en vida, y cuya muerte por supuesto he su­frido con la misma in­tensidad que todos ustedes.
Hablemos entonces ahora de la Revolución Boliviana. Y es importante hablar de la Revolución Boliviana porque el Che elige Bolivia como el primer lugar de acceso revolucionario, y la Revo­lución Boliviana del 52 es un suceso en donde creo que por pri­mera vez en la historia de América Latina, quítenme la idea al­guno si no es así, el pueblo derrota al ejército, no una guerrilla armada luchando frente (…), es el pueblo (…) que logran derro­car al régimen imperante en Bolivia.
Yo les voy a agregar algunas estadísticas sobre lo que era Bo­livia hacia los años 40, aproximadamente. Mientras Argen­tina consumía en ese entonces 119 kilos de carne por habi­tante du­rante un año, el boliviano comía 23. De pan de trigo el con­sumo argentino era de 152 kilos, en Chile 158, Perú 118 y en Bolivia 24. En aceite en la Argentina el promedio era de seis li­tros, en Brasil siete, en Paraguay cuatro y medio y en Bolivia el consumo por habi­tante era de 0,1 litro. Sobre 600 mil niños en edad escolar, asistían a clase 143 mil, y de estos el 74% ca­re­cían de pupitres y de bancos. Como si fuera la provincia de Bue­nos Aires. Para ese entonces la ciudad de La Paz carecía de aguas po­tables y de alcantarillado. Los asesinados en las ma­sacres de obreros, se contaban por miles.
Pero veamos cómo llega Bolivia a esa situación. En la gue­rra con Chile de 1879, Bolivia pierde todos los territo­rios cos­teros al Pacífico, quedando condenada al en­cierro actual. Cuando el canciller boliviano Eliodoro Villa­zón cursa una nota a su co­lega chileno Koening expresando la im­portancia que signifi­caba para el país del altiplano una salida al Pacífico, Ko­ening, representante del peor conservadorismo, la peor derecha chilena, le contesta: Que el Litoral es rico y vale muchos millo­nes, ya lo sabíamos. Por eso nos interesa, que si nada valiera no ten­dríamos interés en su conservación. Nuestro derecho proviene de la victoria, la ley suprema de las naciones. Chile ha ocu­pado el Litoral y se ha apoderado de él con el mismo tí­tulo con que Alemania anexó la Alsacia y la Lorena y con el mismo tí­tulo con que los Estados Unidos de la América del Norte han tomado Puerto Rico.
Acá una pequeña anécdota, que a mí siempre me ha impac­tado, que he dado en algunas otras charlas. Cuando entran las tropas chilenas a Lima, la academia de la lengua del Perú discu­tía si la palabra era incánico o incásico. Entraron los militares chile­nos, tiraron las puertas abajo, se llevaron preso a todos los cate­dráticos, no sé cual habrán elegido estos catedráticos… Y este ejemplo a veces me sirve porque veo que en muchas opor­tunida­des la izquierda está discutiendo si la palabra es incánico o incá­sico, mientras los estados van a derrumbar la puerta. No, ésta no.
Bueno, al siglo siguiente Bolivia sufre la guerra del Chaco, la guerra entre Paraguay y Bolivia. Ustedes saben que nosotros el primer premio Nobel que tenemos es el de… ¿alguno lo re­cuerda? Carlos Saavedra Lamas. Que fue ministro del fraude en la Ar­gentina, y que gestiona la paz del Chaco, que se firma el 12 de junio de 1935, con el cual Paraguay entra en la posesión de 235 mil kilómetros cuadrados. Fue negociada en Buenos Aires bajo los auspicios de Saavedra Lamas con la presencia de Spruille Braden, que después tendría un protagonismo impor­tante frente a Perón, antiguo testaferro de la Standard Oil para la concesión de tierras petrolíferas en el sudeste boliviano. Es decir, era la guerra del petróleo y la guerra por la cual se entre­gan pozos pe­trolíferos a las compañías extranjeras.
Yo no tengo tiempo de referirme a los distintos sucesos a par­tir del 30. El 30 en Bolivia es igual que el 30 en la Argentina, igual que el 30 en toda América Latina. Es la hora de los sables, como diría Leopoldo Lugones. Pero sí voy a hacer referencia al triunfo del MNR, triunfo de los mineros y del pueblo boliviano frente al ejército, y a las medidas que toma la Revolución Boli­viana del 52. En general, en Buenos Aires, en aquel entonces la izquierda no veía con buenos ojos al MNR. No lo veía por cier­tos resabios fascistoides que tenía el MNR, por cierta simpatía por Alemania, que va perdiendo rápidamente a medida que se masi­fica dicho Movimiento. El MNR una vez tomado el poder, Paz Estenssoro estaba exiliado en la Argentina, como casi todos los dirigentes bolivianos habían estudiado o aquí en La Plata o en Salta o acá en el país, tomado el poder, el Movimiento toma las siguientes actitudes, estoy hablando de abril del 52. El go­bierno de la Revolución Boliviana no cayó en algunos de los errores de la mexicana, pues aprovechó de sus experiencias; pero es­tuvo limi­tada como cualquier revolución nacional lati­noameri­cana. Llevó a las masas indígenas a participar en la vida polí­tica, instauró el voto universal tanto para alfabetos como para analfa­betos, con la oposición del Partido Comunista boliviano. El 31 de octubre de 1952, el gobierno nacionaliza las minas de los tres magnates del estaño. Bolivia dependía del estaño, de­pendía del parador internacional del estaño, y de los tres llamados ba­rones del estaño, que habitualmente residían en el ex­terior, y de cuando en cuando iban a ocupar ministerios en Boli­via. Éstas son palabras de Paz Estenssoro cuando naciona­liza las minas: Esta mañana, en el campo de María Barzola húmedo todavía de la sangre derra­mada en la masacre de Ca­taví, se ha firmado el Decreto por el que se nacionalizan las minas de Pa­tiño, Ho­chschild y Ara­mayo… los tres barones del estaño. El con­traste entre las minas de extraordinaria riqueza y el atraso y la po­breza generales del país, hizo posible el cre­ci­miento del des­proporcionado poder de los grandes mineros. Ello fue agra­vado luego, por una legislación excesivamente li­beral en la que no se contemplaba obligación social alguna y apenas sí in­significantes cargas tributarias. Ese poder econó­mico que se hizo dueño a breve plazo del poder político, de­formó cruel­mente toda la vida boliviana. Quizo hacer de una Nación y de tres millones y medio de hombres libres una fac­to­ría acomo­dada a los intereses explotadores de tres indivi­duos. El 2 de agosto del año siguiente, es decir del 53, se aprueba la ley de Reforma Agraria, por el cual el 40% de las tierras labo­ra­bles pasaron a manos directas del campesinado. En julio del 52 se había instaurado el voto universal.
Bueno, yo en un trabajo que he escrito, y que El Mate pu­blicó en Ciencias Sociales, supongo que aquí lo repartirán, ter­minaba esta brevísima historia de Bolivia diciendo que el pueblo armado venció al ejército profesional en las jor­nadas revolu­cionarias de abril. En la ciudad de La Paz, que para entonces apenas te­nía 350 mil habitantes, el MNR podía movilizar en un par de horas cinco mil hombres armados. Terminado el flujo revolu­cionario, en el partido gober­nante se fueron perfilando dos grandes sectores. La historia posterior marcó el fracaso de un movimiento populista y sus limitaciones ideológicas, como en el resto de América Latina. Pero en su momento significó una vic­toria contra la es­clavi­tud en el campo, contra el despojo de las comunidades agrarias, contra el militarismo y el privile­gio. Es­tos antecedentes deben haber pesado en la estrategia del Che cuando eligió el Altiplano para desarrollar su lucha.
Bueno, a mí me cabe, ya se terminó el tiempo, hacer una re­fe­rencia última a la concurrencia a esta charla, la avidez de co­no­cimiento de las jóvenes generaciones y, por qué no, la emo­ción que sentimos cuando nos damos cuenta que nos estamos code­ando con la historia. América Latina, tal cual la pensó Bolí­var, tiene que transformarse en una sola nación, manteniendo sus dife­renciaciones culturales y hasta étnicas. Recién hablaban de 36 naciones dentro de Perú. Yo no sé, la Argentina no tiene 36 na­ciones, pero que el norte no es igual al sur, de eso estoy seguro. Pero de lo que sí estoy seguro que el drama latinoameri­cano está marcado por el imperialismo norteamericano y que en este mo­mento, bajo mi óptica, hay dos tareas fundamentales a desarrollar. Luchar contra el imperialismo norteamericano, y proteger a una revolución socialista a las puertas de la Florida, proteger a una isla que no es ni siquiera el tercio de la provincia de Buenos Ai­res, pero que sin embargo ha sabido utilizar la honda de David con­tra este Goliat que tenemos al norte.
G. Cieza:
Antes de pasar al debate les quería comentar que la próxima clase va a ser el sábado 6 de septiembre a partir de las 18 horas, y el tema va a ser «El Che y la Revolución Cubana». Serán do­cen­tes un representante de la Embajada cubana en la Argentina, Luis Mattini y Alexis Latendorf.
Vamos a pasar ahora a la parte del debate. Acá tenemos la primera pregunta. Creo que por el conte­nido está dirigida a Maz­zeo. De todas maneras, si alguno de los docentes quiere agregar algo, no hay ningún problema en que lo haga. La pre­gunta es: ¿podría aclarar el concepto de desarrollo del pensa­miento de Mariátegui en un Perú no positivista?.
M. Mazzeo:
Lo señalaba porque, yo no lo dije, pero de algún modo la tra­dición positivista influyó fuertemente en toda la izquierda la­tino­americana, fundamentalmente en los dos países donde esta tradi­ción fue más fuerte, hablo de Argentina y de México. En­tonces, en la mayoría de los países latinoamericanos, el positi­vismo o una tradición racionalista que también derivó en posi­ciones pro euro­peas o europeístas, influyeron marcadamente. En Perú, el positi­vismo no arraigó, entonces tenemos que es el único caso o casi el único caso de desarrollo del marxismo que se da sobre una base no positivista. En realidad no quiero decir, esto es una ventaja de algún modo, pero es más señal del atraso del Perú que de una po­sición de desarrollo cultural. En realidad, el Perú era un país casi casi colonial hacia principios del siglo XX.
Pregunta:
(…)
M. Mazzeo:
Usa referentes no clásicos porque, justamente, al no tener su interpretación basamentos positivistas le permitió, de algún modo, tener una lectura distinta de la realidad, creo que por ahí viene la cosa. En realidad, el positivismo lo estoy planteando como una limitación para interpretar la realidad. Hablando con­cretamente, una concepción positivista en lugar de llevar a apre­hender esa realidad, llevó en muchos casos a negarla por negra, por india, por mulata, por mestiza.
G. Cieza:
Otra pregunta: ¿Podría explayarse sobre el pensamiento de Gramsci?.
M. Mazzeo:
Es realmente complicado hablar del pensamiento de Gramsci en ¿cuántos minutos tengo? No, no puedo decir nada en cinco minutos. Simplemente, que fue un heterodoxo del marxismo. Y cómo podríamos sintetizar la concepción gramsciana del mar­xismo. Podemos hablar de un marxismo, en el caso de Gramsci, que priorizó a los sujetos por sobre las estructuras. Creo que como elemento me parece fundamental para distinguirlo de otro tipo de interpretaciones de la historia del marxismo. Habría infi­nidad de elementos para señalar, no creo que se pueda hacer en tan poco espacio. Creo que, además, el pensamiento de Gramsci debería ser tema de un seminario, y que incluso en un seminario no se agotaría.
G. Fernández:
Con respecto al tema del positivismo, que viene enlazado con esta pregunta, creo que tiene que ver con lo que hablamos al co­mienzo, y es la intencionalidad directa del modo de cono­cimiento que transmite la Cátedra. En ese sentido, la reivindica­ción de Mariátegui, la reivindicación de Gramsci que se hizo, obviamente entra dentro de un pensamiento heterodoxo y crea­tivo. Lo que a nosotros nos interesa remarcar dentro de los an­tecedentes revolu­cionarios es la existencia de pespuntes de ese pensamiento en la Argentina también, que a veces se deja pasar de largo. Germán Ave Lallemant, por ejemplo, un alemán mar­xista de fines de siglo pasado, entre muchos otros, Manuel Ugarte, Raúl Scalabrini Or­tiz, Arturo Jauretche, John William Cooke, que hablábamos an­tes; implica una diversidad creativa, sin desdeñar elementos clási­cos de la literatura política univer­sal, pero tomando como pa­ra­digma ese tipo de realidad criolla de la que hablaba Miguel Maz­zeo antes. En ese sentido, cree­mos que el latinoamericanismo ra­dicalizado del Che Guevara no está para nada por fuera de esa tradición. Obviamente le incor­pora las características puntuales de una recreación del mar­xismo en los años 60, lo cual le da todo un tono particular. Pero viene dentro de esta tradición heterodoxa.
G. Cieza:
Acá hay una pregunta, dice: Ampliar el segundo período del marxismo latinoamericano. Como este concepto lo propuso Maz­zeo, creo que tiene que responder.
M. Mazzeo:
Sí, me estoy basando en una periodización de un autor fran­cés que es Michel Lowy. Cuando habla del marxismo latinoa­meri­cano, decía yo, nombraba tres períodos, distinguía tres pe­ríodos. El segundo dije que iba del 35 al 59, período que coin­cide con la hegemonía de las posiciones stalinistas, aunque no sólo del stali­nismo. Cuando hablamos de esta polémica, o de este debate entre exotistas y europeístas, de algún modo el eu­ropeísmo puede iden­tificarse con el Partido Comunista o las concepciones stalinistas. Ahora, si nosotros vemos que la con­clusión del exotismo era exac­tamente igual a la del europeísmo, vemos que hay una coin­ci­dencia fundamental. De todos modos, hablando de lo que era la izquierda, es claro que más allá de la existencia de grupos ajenos al Partido Comunista, los partidos comunistas eran, a nivel lati­noamericano, uno de los sectores más importantes de la izquierda. Ser de izquierda era ser de al­gún partido socialista o básicamente era ser del Partido Comu­nista. Entonces, yo señalaba este se­gundo período porque la ex­periencia política, la experiencia vital del Che se va a dar en este período. Este segundo período va a ca­racterizar al mariate­guismo, y lo digo casi casi en palabras textua­les, como el con­junto de ideas falsas sobre la realidad y (…) de la realidad. Es decir, ser mariateguista a partir de la década del 30, del 35 con­cretamente, era ser casi casi un traidor. Entonces, digo, por esto el Che no lo conoce a Mariátegui, porque la cultura polí­tica de la izquierda en general, hay excepciones, du­rante todo este se­gundo período, ignoró a Mariátegui. Es un pe­ríodo que asume la concepción que ustedes tienen más blindada del marxismo, para usar una palabra dura, la versión más blin­dada de la dialéc­tica, un período dogmático, un período bastante poco creativo, por otra parte. Entonces, no es casual que una fi­gura como la de Mariátegui haya sido prácticamente ignorada. Y otra cosa, en el año 29 se realiza en Buenos Aires, aunque por cuestiones de clandestinidad figura en los libros a veces como en Montevideo, un congreso muy importante de la sección sudame­ricana de los distintos partidos comunistas. En el Perú no existía todavía el partido comunista y Mariátegui se negaba a crearlo, prefería man­tener el nombre de Partido Socialista. En ese con­greso de Buenos Aires, las posiciones de los peruanos redactadas por Mariátegui y expuestas en ese congreso por dos delegados pe­ruanos, Julio Por­tocarrero y Hugo Pesce, bueno me acordé de una cosa, Hugo Pesce era un importante médico lepró­logo y el Che va a estar en su casa en su primer gran viaje con Granado, concretamente. Bueno, lo concreto es que las posicio­nes de los peruanos redacta­das por Mariátegui son rebatidas en este con­greso. El Partido Comunista del Perú se va a crear en la cha­cra (…) en Perú, en 1930, dos meses des­pués de la muerte de Ma­riá­tegui. Y junto con la crea­ción del Par­tido Comunista pe­ruano se inicia este período de ocul­tamiento y de oscuridad en torno de la historia y figura del pensamiento de Mariátegui. No sé si está más o menos respondida la pregunta, se puede hablar mu­cho de este segundo período. En síntesis, este pe­ríodo nos habla de una etapa poco creativa desde el pensamiento, y desde el punto de vista de las prácticas, más allá de algunas ac­ti­tudes dignas, pode­mos destacar que fue una prác­tica bastante reaccio­naria en líneas generales, o poco popular o poco revolucio­naria, mejor dicho.
G. Cieza:
Acá viene una pregunta caminando, dice así: Un pensador fundamental de gran creatividad en el final de ese segundo pe­ríodo que desarrolla unilateralmente y sin o poco dogmática­mente fue Silvio Frondizi. Aporta el concepto de integración mundial del capitalismo, entre otros aportes. Esto es un aporte.
M. Mazzeo:
Sí, yo estoy de acuerdo con lo que señala el compañero. In­cluso creo que Silvio Frondizi, antes que el Che, va a decir que las burguesías nacionales en América Latina no tienen posibili­da­des de encabezar ningún proceso de liberación nacional. Ma­riáte­gui también lo decía mucho antes que Silvio Frondizi, pero Silvio Frondizi lo va a destacar. Lo que también es muy difícil, además, porque las periodizaciones son siempre arbitrarias, yo no sé si pensar a Silvio Frondizi como un pensador del segundo período. Tiendo a vincularlo más con la post Revolución Cu­bana, verlo ya como fruto de esa época, verlo después del 59, más allá de que parte de su obra sea anterior.
J. Pérez:
Sobre Silvio Frondizi, para que vean cómo se pensaba en la época. Él, aparte de las cuestiones que han expresado los com­pa­ñeros, analizó qué iba a pasar con las promesas hechas por Arturo Frondizi, y estuvo completamente acertada. Ahora, qué decían sus detractores, entre ellos el Partido Comunista. Decían: Silvio Frondizi se dio cuenta que Arturo Frondizi iba a traicio­nar porque como era el hermano sabía que era un hijo de puta…
G. Cieza:
Bueno, si no hay otra pregunta o reflexión me queda agrade­cer a los docentes que han estado presentes hoy, y muy especial­mente al compañero Orlando Díaz de la Embajada de Cuba, y también a todos ustedes que en esta actividad que hemos ini­ciado hoy, con más de mil inscriptos, creo que para una cátedra de la universidad representa un hecho histórico en la Universi­dad de La Plata. Muchas gracias a todos.

Bibliografía
Contexto histórico de la revolución latinoamericana

1- Historia de la América Latina durante la primera etapa de la crisis general del capi­ta­lismo (1917-1939). Edic. Combi­nado Poli­grá­fico Evelio Rodríguez Cur­belo. «Contradicciones interimperialis­tas en América Latina entre las dos guerras mundiales (1917-1939)» (cap. 1, pp. 3-30).
2- Jaime Wheelock Roman. Raíces In­dígenas de la lucha anticolonialista en Nica­ragua. Editorial Nueva Nicaragua. V. «Las luchas civiles por la indepen­dencia. Fie­bres y serviles» (pp. 86-108). VI. «La gue­rra de las comunidades, 1881» (pp. 109-118). Biblio­grafía bá­sica citada.
3- Fernando Centeno Zapata. Prime­ros pasos del socialismo en Nicaragua. Club del libro nicaragüense. «Presencia del socialismo en Nicaragua. Primera etapa». «El Partido Trabajador Nica­ra­güense (PTN). Segunda etapa».
4- Sergio Ramírez. El pensamiento vivo de Sandino. Editorial Nueva Nicaragua. «Cronología de Augusto César San­dino. 1895-1934».
5- Abel Alexis Latendorf. Bolivia 1952. Revo­lución o rosca. Buenos Aires, 1997.
6- José Martí. Obras Completas. Tomo I: «Política y revolución». Editorial Na­cional de Cuba, La Habana, 1963. Pró­logo, por Juan Marinello (pp. 15-20). – «Cuba y los Es­tados Unidos» (pp. 230-241). «¿Queremos a Cuba?», por The Manufacturer. «Una opi­nión proteccio­nista sobre la anexión de Cuba», por The Evening Post. «Vindicación de Cuba». – «1892» (pp. 278-284). «Bases del Partido Revolucionario Cubano». «Estatutos secretos del Par­tido».
7- Julio Antonio Mella. Escritos revo­luciona­rios. Siglo Veintiuno, México, 1978. «Glosas al pensamiento de José Martí» (pp. 116-121).
8- Néstor Kohan. «El marxismo en América Latina. Julio Antonio Mella». En: Crítica de nuestro tiempo, Nº 9, Ju­lio-agosto-septiembre de 1994.
9- Aníbal Ponce. Obras Completas. Tomo 4. Ed. Cartago, Bs. As., 1974. «La unión lati­noamericana» (pp. 521-523).
10- Deodoro Roca. «La juventud uni­versi­taria de Córdoba a los hombres li­bres de Sudamérica». (Manifiesto Li­minar de la Re­forma Universitaria de 1918). En: Alberto Ci­ria y Horacio San­guinetti. Los Re­formistas. Jorge Álvarez Ed., Bs. As., 1968.
11- José Carlos Mariátegui. «Presentación de Amauta». Septiembre de 1926. «Polémica con el Aprismo». Julio-noviem­bre de 1929. «Heterodoxia de la tradición». Noviembre de 1927. «Bolschevikis, aquí». Abril de 1918. «El exilio de Trotsky». Fe­brero de 1929. «Punto de vista anti-impe­rialista». Ju­nio de 1929.
12- Miguel Mazzeo. Volver a Mariáte­gui. Ed. del Centro de Estudios Universi­tarios José Carlos Mariátegui, Buenos Ai­res, 1995. In­troducción (pp. 11-17). Cap. 1: «Mariátegui y el marxismo la­tinoameri­cano. Crítica a una lectura heredada» (pp. 19-32). Cap. 3: «Mariátegui y la crisis del marxismo» (pp. 39-49). Cap. 6: «El mito. Mariáte­gui y Cooke» (pp. 71-78).
13- Néstor Kohan. «Los combates de Mariá­tegui. Una aproximación político filosó­fica a su obra». En: Mariátegui. His­toria y presente del marxismo en América.
14- Julio Gambina. «Actualidad de Ma­riáte­gui en la agenda de la iz­quierda a fi­nes del siglo XX». En: Ma­riátegui. Historia y pre­sente del mar­xismo en América.
* La Cátedra recomienda, para este tema, la lectura de:
– Gregorio Selser. Sandino, general de hombres libres.
– Gregorio Selser. El pequeño ejér­cito loco.

Los cuadernillos de las desgrabaciones y de los textos que se indican en la bibliografía están disponibles para consulta en la Biblioteca Popular Héctor Germán Oesterheld.

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30/08/2007 a las 02:07 | Publicado en 08) Archivo: Cátedra Ernesto Che Guevara (1997-98) | Deja un comentario

Cátedra Ernesto Che Guevara – Universidad Nacional de La Plata.
Sábado 6 de septiembre de 1997. 18 hs. Aula 1 del ex Jóckey Club (48 e/6 y 7).
EL CHE Y LA REVOLUCIÓN CUBANA.
Alexis Latendorf, María del Carmen Ariet.

Guillermo Cieza:
Buenas tardes. Iniciamos la segunda clase de la Cátedra Er­nesto Che Guevara. En la clase de la semana pasada tratamos de ubicar al Che en su contexto histórico, sus antecedentes; por eso hablamos de Sandino, de Mariátegui, de la Revolución Bo­li­viana. Hoy vamos a discutir al Che en el marco de la Revolu­ción Cu­bana. Para ello contamos con la presencia de los docen­tes Alexis Latendorf y María del Carmen Ariet.
Como hicimos la semana pasada, vamos a iniciar la clase con un breve recordatorio. Un 6 de septiembre, pero de 1930, un golpe militar derrocaba al gobierno constitucional de Hipó­lito Yrigoyen, iniciando una serie de regímenes de facto y aso­nadas militares que caracterizaron la historia de nuestro país. El 4 de septiembre, pero de 1970, en Chile se imponía la Unidad Popu­lar, que llevaba como presidente a Salvador Allende. El 3 de septiem­bre de 1969 fallecía Ho Chi Minh, héroe indiscutido del pue­blo vietnamita, que en este siglo concretara dos hazañas (…) derro­tando al colonialismo francés y al imperialismo norte­ameri­cano. El 9 de septiembre de 1944 nacía John Lennon, el beatle más fa­moso, músico y pensador de avanzada. Y 22 años des­pués, en 1976, fallecía Mao Tse-tung, líder de la Revolu­ción Popular China.
Vamos a iniciar las exposiciones con alguien que estuvo pre­sente en la primera jornada, un dirigente socialista que co­noció a Guevara y un referente histórico: Alexis Latendorf.

 

Alexis Latendorf:
Bueno, en esta oportunidad yo me voy a referir a la historia de Cuba hasta el 1º de enero de 1959, es decir, hasta el triunfo de la Revolución Cubana. A tal efecto he armado una sinopsis de la historia de la isla, de la cual voy a leer las partes más im­portantes. De todas maneras, voy a dejárselas a los compañeros para que, si lo creen conveniente, la editen.
Estados Unidos descontó siempre que Cuba sería norte­a­me­ri­cana. Desde 1819, año en el cual compró la península de Flo­rida a España, empeñó sus esfuerzos para provocar la emanci­pación de Cuba y Puerto Rico.
Los patriotas cubanos y el Apóstol José Martí tenían muy dis­tin­tas aspiraciones. Este último advirtió claramente la ne­ce­sidad de que la isla fuera libre antes de que Estados Uni­dos hu­biera terminado su pro­ceso interno, y estuviera listo para arre­meter la empresa imperia­lista.
En 1845 se inició en los Estados Unidos un movimiento en pro de la anexión inmediata, y tres años después el emba­jador en Madrid re­cibía instrucciones para la compra di­recta de Cuba.
«En caso de que el ministro español acoja favorable­mente la pro­posición, se suscitará naturalmente la cuestión del im­porte, y esta nota reservada le servirá de autorización para discutir el asunto.
«El Presidente accedería gustoso a una entrega de 100.000.000 de dólares, pero entendiendo que éste es el pre­cio máximo. Si España consiente en la venta, dedique usted todos sus esfuerzos a conseguir el precio más barato que le sea posi­ble».
Una posterior declaración del Congreso de los Estados Uni­dos aprobó la compra de la isla tan pronto como fuera po­sible.
El estallido de la guerra civil norteamericana paralizó la que se creía inevitable anexión.
Los rebeldes cubanos se levantaron en 1868 por primera vez con­tra España, en una guerra que en el curso de diez años costó a la me­trópoli 80.000 hombres y muchos millones de pe­setas. En 1895 esta­lló una nueva insurrección. Esta vez Esta­dos Uni­dos intervino en forma directa. El embajador ameri­cano en Ma­drid explicó las razo­nes: «El azúcar de Cuba es tan vital para nuestra nación como el trigo y el al­godón de la India y Egipto lo son para la Gran Bretaña».
La excusa fue dada por una explosión en el crucero Maine surto en La Habana y atribuida a los españoles. Esta­dos Uni­dos de­claró la guerra a España proclamando el de­recho cu­bano a la inde­pendencia. La contienda abarcó el año 1898, y en diciem­bre se firmó el tratado de París por el cual España renunciaba a todos sus dere­chos en Cuba, Puerto Rico y Fili­pinas.
El general John S. Brooke fue nombrado gobernador de la isla. Estados Unidos lograba así su acariciada aspiración. En 1900 sucedió a Brooke el general Leonardo Wood, para quien la mi­sión norteame­ricana consistía en edificar una re­pública anglosa­jona en un país la­tino. Mientras tanto los norteameri­ca­nos proce­derían a pacificar, entre comillas, la isla, utilizando para ello 15 regimien­tos de infantería, uno de in­genieros y cua­tro batallones de artille­ría. Es decir, un ejér­cito más grande que el utilizado en la guerra con España. Pero más numerosos que las fuerzas mili­tares, fueron los aventureros y comercian­tes que llegaban a la isla en sucesi­vas oleadas desde los Esta­dos Unidos.
En febrero de 1901, una Asamblea Constituyente reunida en La Habana, aprobó una Carta y nombró una comisión en­car­gada de ela­borar las bases de las relaciones futuras entre Cuba y los Es­tados Uni­dos.
Sin embargo, los consejeros del presidente McKinley es­ta­ban pre­ocupados por la posibilidad de un gobierno nativo ad­verso a los inte­reses norteamericanos. El Congreso de la na­ción del norte, auto­rizó entonces al presidente para entre­gar a la Isla a su pueblo sólo cuando se estableciera un go­bierno bajo una constitución que debía contener ocho cláu­sulas de­terminadas. Esas cláusulas, apro­badas bajo la inspi­ración del senador Platt, de Connecticut, reci­bieron el nom­bre de En­mienda Platt. La Enmienda Platt sería luego famosa como una de las herramientas imperialistas de la política norte­americana.
La Constituyente cubana se vio ante la alternativa de re­cha­zar la enmienda o continuar indefinidamente bajo la ad­mi­nis­tración militar. El gobierno norteamericano no consi­deraría pa­cificada la isla hasta tanto no se agregara a la Constitución las mencionadas disposiciones. El 12 de junio de 1901, aceptó el ultimátum y dos años después la En­mienda Platt fue también incorporada a un tratado perma­nente en­tre los dos países.
Las cláusulas que se vieron obligados los cubanos a aña­dir a su Constitución, eran las siguientes:
Artículo 1º: El Gobierno de Cuba nunca celebrará con nin­gún poder o poderes extranjeros ningún tratado u otro pacto que menos­cabe o tienda a menoscabar la independen­cia de Cuba, ni en manera alguna autorice o permita a nin­gún poder o poderes ex­tranjeros obte­ner por colonización o para propó­si­tos militares o navales o de otra manera asiento o ju­risdic­ción sobre ninguna porción de dicha isla. Es decir que los nor­tea­mericanos se reservaban solamente para ellos el derecho a co­lonizar a la isla.
Artículo 2º: Dicho Gobierno no sumirá ninguna deuda pú­blica para el pago de cuyos intereses y amortización defi­ni­tiva, después de cubiertos los gastos corrientes del Go­bierno, resul­ten inadecuados los ingresos ordinarios.
Artículo 3º, y éste es el más terrible: El Gobierno de Cuba consiente que los Estados Uni­dos puedan ejercer el derecho de intervenir para la preser­va­ción de la independencia y el soste­nimiento de un gobierno ade­cuado a la pro­tección de la vida, la propiedad y la libertad indi­vidual, y al cum­pli­miento de las obligaciones con respecto a Cuba, impuestas a los Es­ta­dos Unidos por el tratado de París, y que deben ahora ser asumi­das y cumplidas por el Gobierno de Cuba.
Artículo 4º: Todos los actos realizados y tenidos por váli­dos, y todos los derechos legalmente adquiridos a virtud de aquéllos serán mantenidos y protegidos.
Artículo 5º: El Gobierno de Cuba ejecutará y hasta donde fuere necesario ampliará los planes ya proyectados u otros que mutuamente se convengan para el saneamiento de las pobla­cio­nes de la isla, con el fin de evitar la recurrencia de enfer­medades epi­démicas e infecciosas, protegiendo así al pueblo y al comer­cio de Cuba, lo mismo que al comercio y al pueblo de los puer­tos del sur de los Estados Unidos. No fuera cosa que al­guna enfermedad tropical fuera exportada a los Es­tados Unidos.
Artículo 6º: La Isla de Pinos, creo que actualmente se llama Isla de la Juventud, la Isla de Pinos queda omitida de los lími­tes de Cuba, propuestos por la Constitución, deján­dose para un fu­turo tra­tado la fijación de su pertenencia.
Artículo 7º: Para poner en condiciones a los Estados Uni­dos de mantener la independencia de Cuba y proteger al pue­blo de la misma, así como para su propia defensa, el Go­bierno de Cuba ven­derá o arrendará a los Estados Unidos las tierras necesarias para car­boneras o estaciones navales en ciertos puntos determi­na­dos, que se conven­drán con el presidente de los Estados Uni­dos.
Y artículo 8º: El Gobierno de Cuba insertará las anterio­res dis­po­siciones en un Tratado Permanente con los Estados Uni­dos.
El derecho otorgado a los Estados Unidos de intervenir en Cuba cuando creyera que su independencia estaba ame­na­zada, y su inter­pretación de cuáles gobiernos eran ade­cuados para pre­servar la vida y las libertades del pueblo, hacían en la prác­tica desaparecer la sobe­ranía de la isla.
La Enmienda Platt permitió que Estados Unidos, luego de ha­berse retirado de la patria de Martí el 20 de mayo de 1902, vol­viera en dos oportunidades más. El fraude y las re­beliones se apo­yaban en la cláu­sula tercera. Los gobernan­tes que per­mane­cían indebidamente en el poder amenazaban recurrir a la inter­vención norteamericana para mantener un gobierno ade­cuado para la protección de la vida, si al­guna rebelión hacía peligrar su estabi­lidad. Coroneles y generales se sucedieron jugando con la En­mienda, y un presidente so­licitó la in­ter­ven­ción norteame­ricana para sofocar un movi­miento sedicioso con­tra su go­bierno.
En 1905 el primer presidente de Cuba, Tomás Estrada Palma, decide asegurarse su reelección. Lo logra mediante elecciones frau­du­lentas y la expulsión en masa de sus oposi­to­res —los libera­les— de los puestos de gobierno.
Inmediatamente después de la toma de posesión, ocurrida el 20 de mayo de 1906, se forma un comité revolucionario. El 16 de agosto es­talla la sublevación, que adquiere proyeccio­nes im­por­tantes en la pro­vincia de Pinar del Río, acaudillada por el general Faustino Gue­rra.
Estrada Palma solicitó a Teodoro Roosevelt… Teodoro Roo­sevelt fue el que inspirara la famosa «Oda a Roosevelt», del gran poeta nicaragüense Rubén Darío. Estrada Palma solicitó a Teo­doro Roosevelt el envío de dos bar­cos, uno a La Ha­bana y otro a Cienfuegos. El presidente nor­tea­meri­cano hizo saber al go­bierno de Cuba que intervendría si no se cesa­ban en el acto las hostilidades, llegando a un acuerdo los comba­tien­tes. Para lo­grar ese acuerdo viajaron el senador Taft y el subsecreta­rio de Asuntos Extranjeros Roberto Bacon.
Una vez en Cuba, ambos estadistas realizaron reuniones con hombres de negocios, jefes de partidos y funcionarios de go­bierno.
Quedaron convencidos de la ilegalidad de las elecciones de 1905 y decidieron que los liberales recuperarían los Mu­nici­pios que por de­creto presidencial les habían sido quita­dos. Re­nun­ciarían también los parlamentarios y los gober­nadores de pro­vin­cia. Los delegados norte­americanos no querían en cam­bio que Palma dejara el poder, para no que­brar la continuidad constitu­cional y para no intimidar al ca­pital.
Finalmente, Palma presentó su renuncia y la de los miem­bros de su gabinete, en el Senado. Mientras los liberales de­sea­ban aceptarla, los partidarios del presidente se negaban a ello. A la mañana siguiente de la tumultuosa reunión, Taft se pro­clamó a sí mismo como gober­nador general de Cuba, bajo la autoridad del presidente de los Esta­dos Unidos, en virtud del artículo 3º del apéndice de la Constitución, es de­cir, la En­mienda Platt. A Taft le sucedió Charles a Magoon.
En esta segunda intervención, las tropas norteamericanas permanecieron hasta 1909. Dejaron tras de sí la estela de la corrupción admi­nistrativa y el libertinaje en los gastos públi­cos.
El dedo norteamericano siguió señalando el camino polí­tico de la isla. El presidente José Miguel Gómez (1909-1913) reci­bía instruc­ciones cablegráficas desde Washington, ten­dien­tes a asegu­rar o vetar concesiones, según los interesa­dos en ob­te­nerlas fueran o no compañías norteamericanas.
En 1912 desembarcaron tropas de la marinería nortea­me­ri­cana para proteger las propiedades norteamericanas que cu­brían práctica­mente toda la provincia de Oriente. En esa zona había es­tallado una sublevación. Este desembarco no signifi­caba una nueva intervención, pero indicó clara­mente la dispo­sición esta­dounidense de proteger a cualquier costa los intere­ses de sus inversionistas.
El gobierno norteamericano defendió la administración de Gó­mez y sus más escandalosas concesiones. Sucedió a Gómez el mayor ge­ne­ral Mario G. Menocal, quien para con­tinuar en el po­der recurrió elecciones fraudulentas.
La rebelión liberal contra Menocal, con el ex presidente Gó­mez a la cabeza, no pudo triunfar, pues los Estados Uni­dos hicie­ron saber claramente que apoyaban al gobierno y que ha­cían res­ponsables a los jefes de la revolución de cual­quier per­juicio cau­sado a los extranje­ros.
En 1917 Cuba entra en la primera guerra mundial casi si­multáne­a­mente con los Estados Unidos, y tropas norteame­ri­ca­nas se es­ta­cio­nan en la isla.
La prosperidad azucarera cubana, producto de la post-gue­rra, al­canzó su máximo en mayo de 1920. Después de ese mes co­menzó a declinar el consumo y la caída del precio del azúcar precipitó la crisis. El presidente Menocal, en vísperas de las elecciones, decretó una mo­ratoria de pagos.
Los cubanos advirtieron entonces la precariedad de su sis­tema económico. Desde la instauración de la república la ex­pansión eco­nómica había sido formidable. A fines del siglo pa­sado las inversio­nes de capital norteamericano ascendían a unos 50 millo­nes de dóla­res. Hacia 1915 la cifra era de 200 millones de dólares y años después ascende­ría a 1.500 millo­nes. Pero 1500 millones de hace 60 ó 70 años atrás eran muchí­simo más de lo que es ahora. Pero el capital nor­teameri­cano se había inver­tido en forma principal en la indus­tria azuca­rera. La economía de Cuba se de­sarrollaba en una sola dirección y para peor en manos ex­tranjeras. El 1º de no­viembre de 1920 pre­senta su candidatura para la presi­den­cia Alfredo Zayas, apoyado por los conservadores y un grupo li­be­ral de­nominado Partido Popular y contando con la desem­bozada ayuda de Me­nocal.
Los liberales llevaban como candidato al ex presidente Gó­mez, acompañado por Miguel Arango, director general de la Cuba Cane Sugar Corporation. Llegadas las elecciones, el go­bierno afirmó que Zayas había triunfado, los liberales asegu­raron que el vencedor era Gómez.
¿Qué les parece que ocurre entonces?. Intervienen, tal cual us­tedes lo presienten, Estados Unidos decide intervenir. Los li­bera­les cubanos so­licita­ban que Washington verificase el es­cruti­nio. Pero como en 1899, las verdaderas voces que guia­ban a los intervencionistas, eran las angus­tiadas de los co­mercian­tes y banqueros.
El presidente Wilson envió al general Crowder en una nueva in­tervención que duró tres años. Esta vez el predomi­nio de los in­tereses de Wall Street quedaron definitivamente conso­lidados. Crowder san­cionó las medidas propuestas por el se­na­dor antimenocalista Cosme de la Torriente, para la desapa­ri­ción gradual de la moratoria. Los in­te­reses yanquis solicita­ban esa medida.
Terminado su cometido, Crowder, a pedido de Menocal, se quedó para asesorar a Zayas sobre la aplicación de las leyes de Torriente, confección del presupuesto, reorganiza­ción del ejército y la re­forma de la Constitución.
El régimen corrupto de Zayas dejó paso al del liberal Ma­chado en 1925, empleado de la General Electric Com­pany. En 1908 Gómez lo había nombrado comandante en jefe del ejér­cito y ministro del In­te­rior. Rodeado de matones, en una opor­tuni­dad prendió fuego al edi­ficio de la Audiencia de Santa Clara. En la presidencia haría honor a estos ante­cedentes.
Cuba se ve envuelta en una ola de asesinatos políticos, de­por­ta­ciones, encarcelamientos de obreros y torturas. Se derra­man millones para embellecer La Habana, pero la po­breza cas­tiga el interior de la isla.
Para aquel entonces la hegemonía norteamericana es com­pleta.
Algunas compañías llegaban a dominar el 20% de la ex­ten­sión de una provincia y las policías de los ingenios admi­nistra­ban jus­ticia por su cuenta.
Finalizado su período, Machado lo prorroga, estable­ciendo el continuismo. En 1929 Machado ordena el asesi­nato de Julio An­tonio Mella, líder estudiantil y fundador del Partido Comu­nista. Una ola de terrorismo envuelve La Ha­bana. En los tur­bu­lentos años que van del 30 al 33, la juven­tud entiende que la postración política de la isla tiene raíces profundas. Desean que Cuba se en­cuentre a sí misma, aban­do­nando su dependen­cia de los Estados Unidos.
Los estudiantes libran furiosa lucha contra la dictadura, mu­chos son encarcelados, el camino del destierro se abre para otros y cientos pierden la vida.
En 1931 el general Menocal inició un intento revolucio­na­rio que finalmente fue debelado. El clima de tensión au­mentó.
El presidente Roosevelt envía a Summer Welles a la isla a princi­pios de 1933 para que interponga sus oficios, a fin de so­lucionar la crisis política cubana. El 18 de mayo Welles remite una carta perso­nal al presidente norteamericano, en donde re­sume los puntos de su ac­tuación. Mientras la isla vive presa del terror y los estudiantes caen bajo balas de la dictadura, el en­viado nortea­mericano fija primero su aten­ción en las relacio­nes comerciales entre ambos países. Dice Welles:
La política que pienso seguir es en términos generales la si­guiente: 1º Un continuo trabajo para fijar la atención de la opi­nión pública en Cuba, en su parte que no es solamente polí­tica o sola­mente fanática, sobre los beneficios que ob­tendrá todo el pueblo cu­bano con la conclusión de un nuevo acuerdo comer­cial con los Esta­dos Unidos; 2º Cooperar con el go­bierno de Machado hasta el mo­mento en que pueda re­visarse adecuada­mente la ley electoral, de acuerdo con las re­comen­daciones de un experto americano. Un sín­toma alen­tador, agrega Welles, es la conformidad de Machado con mi sugestión de emplear al profesor Doods, de Princeton, lo más pronto po­sible; 3º La aproba­ción por el Con­greso de reformas ne­cesa­rias; 4º Los áni­mos están tan encona­dos y el estado de agita­ción es tan gene­ral, que me parece que va a ser necesario un cambio de presidente.
(interrupción por problemas de sonido)
Voy a saltear algunos períodos de la historia política cubana para llegar a la dictadura de Fulgencio Batista. Batista fue dic­ta­dor en el gobierno después de un golpe en marzo, el 10 de marzo de 1952. Inició su gobierno anulando la constitución de 1940. Al desprestigio de los gobiernos anteriores agregó nue­vas de­nuncias: violencias, fraudes, robos y drogas.
El 26 de julio de 1953 Fidel Castro junto a estudiantes y militantes or­to­do­xos, dirigió el asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba, el cual fracasó. Fue entonces condenado a 15 años de prisión, después de pronunciar un alegato en su defensa (La his­toria me absolverá). El in­dulto llegó en 1955 y se exilió en México, en donde fundaría el Mo­vimiento 26 de Ju­lio. Allí co­nocería a Gue­vara quien, al participar del viaje del Granma, se­ría definitiva­mente el Che.
A principios de 1955, Batista declara fuera de ley al co­mu­nismo. Mien­tras tanto, la lista de complots aumentaba.
Voy a referirme al 13 de marzo de 1957, en donde un pu­ñado de civiles, la mayoría de ellos estudiantes universitarios co­mandados por Fauré Chomón Mediavi­lla, atacaron el pa­la­cio presidencial de La Ha­bana con fusiles, pistolas, fusiles ametra­lladoras y granada de mano. Los atacantes lo­graron pe­netrar en el edificio pero fueron finalmente derrotados luego de dos horas de intensa lucha. Echeverría, presidente de la Fe­deración Universitaria, que se encontraba oculto desde el 13 de noviem­bre del año anterior por su participa­ción en un movi­miento se­dicio­so, perdió la vida, luego de haber tomado por asalto Ra­dio Reloj. Con él cayeron mu­chos de sus acompañan­tes.
Poco antes de participar en el ataque, Echeverría —con la co­labo­ración de Joe Westbrook Rosales y Dysis Guira— re­dactó su testa­mento político. A través de la serenidad de sus palabras, se advierte el convencimiento de que la acción no ten­dría éxito, pero que con­move­ría al pueblo de Cuba. No les puedo leer ahora el manifiesto del 13 de marzo, que es una pieza muy emotiva, por razones de tiempo.
Allá comienza la sedición de los estudiantes universitarios en La Habana mientras que Fidel Castro y el Che Guevara avanzan desde Oriente hacia La Habana.
Hacia fines de mayo de 1958 se estimaba en 400 la suma to­tal de re­beldes en la costa norte de Cuba. El gobierno dis­puso la eva­cua­ción de los pobladores de varias zonas de la provincia de Oriente, para someterla a una operación militar en gran escala. Cientos de campesinos se ha­cinaron en los muelles de Santiago de Cuba. Tres puntos de la Sierra Maes­tra fueron bombardea­dos por aviones pero las fuerzas de Fi­del Castro, adoptando la lucha de guerrillas, se transforma­ron en blanco difícil de ubicar.
La guerrilla se fue consolidando políticamente, apoyada desde sus inicios por los estudiantes de La Habana quienes, en­cabezados por Frank Pais —al poco tiempo asesinado— de­sen­cadenaron el terro­rismo.
Mientras Fidel y su hermano Raúl concentraban sus es­fuer­zos en Oriente, ocuparon Santiago de Cuba —la segunda ciu­dad de la re­pú­blica— el 31 de diciembre de 1958.
El comandante Che Guevara y Camilo Cienfuegos habían ini­ciado la ofensiva hacia el oeste logrando apoderarse de Santa Clara. En las primeras horas de enero de 1959 el dic­ta­dor Ba­tista huía hacia Santo Domingo.
El Che diría en marzo de 1965, en carta dirigida al direc­tor del semanario Marcha de Montevideo: «Nuestra libertad y su sos­tén coti­diano tiene color de sangre y están henchidos de sa­crifi­cio». Sobre esa sangre comenzó a edificarse una nueva so­ciedad a las puertas de Go­liat. Nada más.

 

G. Cieza:
Bueno, voy a presentar a la segunda docente en esta noche, que es la compañera María del Carmen Ariet, que es coordina­dora del archivo personal del Che en La Habana y miembro del equipo de búsqueda y exhumación de los restos del comandante Che Guevara.

 

María del Carmen Ariet:
Yo apenas he llegado a Argentina, como todos ustedes co­no­cen, después del arduo trabajo de un año y medio que el equipo cubano ha desarrollado en la búsqueda y exhumación de los res­tos del Che y de los compañeros combatientes caídos en Bolivia. Con esto quisiera aclarar que mi presencia hoy aquí no es para una conferencia, puesto que prácticamente no he tenido tiempo de ordenar algunas ideas. Pero era un compromiso ine­ludible mi pre­sencia acá en La Plata y en otras Cátedras que han convocado a que estuviéramos presentes, porque me parece que (interrupción del sonido) Bueno, les decía que me parecía impor­tante, tanto en La Plata como en otros lugares, que estu­viéra­mos presentes, y ésta es la razón que aunque yo no tenga una conferencia propia­mente preparada, me parecía importante que antes de mi regreso a Cuba yo tuviera algún contacto con alguna de las Cátedras que yo debía visitar. Por supuesto, estoy dis­puesta mucho más que a hablar a través de una conferencia, a responder preguntas que us­tedes quieran formular.
No voy a continuar de un modo lineal, como el compañero que me antecedió lo expresó, sobre el desarrollo de la Revolu­ción Cubana, porque me parece que es más importante, sobre todo yo que me estoy marchando ya, tratar de comentar con us­tedes algu­nas ideas imprescindibles acerca de la presencia del Che Guevara en la Revolución Cubana, puesto que es posible que yo no tenga la posibilidad de participar en un futuro inme­diato en conferen­cias de Cátedra. Hay un antecedente que me parece muy impor­tante, y que les debe servir de premisa a uste­des pos­teriormente en el desarrollo de la Cátedra, de la presen­cia y el por qué el Che buscó un proceso revolucionario para de­sarro­llar su conciencia primero social y política. Y creo que eso hay que buscar en los antecedentes formativos e históricos no del Che Guevara sino de Ernesto Guevara de la Serna. En su desa­rrollo, que por supuesto tiene previamente una fase forma­tiva y que obedece en primera instancia a su país de origen, Ar­gen­tina, y que después se fue con­formando en la medida en que penetró en la realidad latinoameri­cana con los viajes que desa­rrolla en su etapa de juventud, es lo que hace que este joven Er­nesto Guevara de la Serna primero de­sarrollara una conciencia social que después devendría en una conciencia política, que se derivó en una formación marxista como un proceso inicial de autoperfeccionamiento que él se im­pone, y que, posteriormente, a partir que se involucra en un pro­ceso revolucionario, eso se va haciendo cada vez más completo y acabado hasta llegar a ser lo que fue, ya en el año 65, en que de­cide emprender su misión y gran misión inter­nacionalista, pri­mero a África y después a Bo­livia. Cómo es que se produce todo ese proceso es uno de los interrogantes que creo que es importante responderse a lo largo de todo el ciclo de con­ferencias que se pue­dan dar en la Cáte­dra. Por qué razón, por qué este joven Ernesto Guevara de la Serna cuando está estu­diando medicina tiene la in­quietud bá­sica de conocer de un modo directo la realidad latino­americana. Y aquí hay una ca­racterística muy peculiar de la per­sonalidad de Ernesto Gue­vara de la Serna que se va a solidificar cuando ya se convierta en el Che Guevara, que es la necesidad de un es­tudio teórico, que desde el punto de vista de la filosofía, pri­mero en una con­cepción liberal y después marxista, y a esa unión de la necesidad de lo teórico el Che siempre trató de combinar una experiencia práctica. Este binomio teoría con práctica, de hom­bre teórico como hombre de acción, fue uno de los rasgos más característicos de su personalidad a lo largo de su vida. ¿Cómo lo fue haciendo?. En la medida en que este jo­ven sin­tió la nece­sidad de buscar respuestas en su entorno, no sólo en la reali­dad de su país sino en la realidad del continente latinoa­mericano.
No sé si ustedes tienen preciso que en el año 52 él desarro­lló un primer viaje por América Latina, que desde mi punto de vista es el momento, el hito fundamental en que se produce el salto del desarrollo de la conciencia social de este joven, que inicial­mente va a la búsqueda, con una concepción humanista, de qué es el hombre que lo rodea y cuáles son los problemas que tiene. Cuando él se enfrenta a una realidad desconocida para él, de paí­ses diferentes como el suyo de origen, de Argen­tina, donde están los problemas del indigenismo, donde está la explotación cruenta que existe en todos los países latinoame­ri­canos, aquí empieza el salto de la conciencia social a la con­ciencia política. Y en este viaje, justamente, que se desarrolla en el 52, todavía no graduado de médico, es que a mi modo de ver se produce este salto. ¿Por qué digo esto?. Porque en el se­gundo viaje, que ya está graduado de medicina, en el 53, él cambia la concepción y el itinerario del mismo. En el segundo viaje el propósito fun­damental de Ernesto Guevara de la Serna era conocer un pro­ceso revolucionario. Y él en junio del 53, graduado de médico ya, se decide ir a conocer un proceso revo­lu­cionario en un país muy cercano a la Argentina, que es Boli­via. La primera vez que el Che participa y conoce por primera vez Bolivia, porque no tuvo la oportunidad de hacerlo en el primer viaje. Este proceso revolucionario que conoce en Boli­via, que se había iniciado en el año 52, no fue un proceso que re­almente le corroboró lo que debía ser una verdadera revolu­ción. Él sintió una revolu­ción que cada vez más se entregaba a la posi­ción y política nor­teameri­cana y que estaba perdiendo los valores reales de los pronun­ciamientos iniciales que podían de­venir en una revolución socia­lista. De allí en adelante comienza él un ex­perimento y una fuerza de voluntad constante para tra­tar de cono­cer una postura política clásica y sobre todo mar­xista, porque comienza a estu­diar profundamente el marxismo, a tratar de in­terpretar y de sentirlo como una necesidad plena que los males de América, como él llegó a escribir, sólo se re­solvían a través de una revo­lución.
Y eso hace que cuando salga de Bolivia, en julio del 53, em­pieza un segundo periplo por América Latina, y llega a Guaya­quil con un propósito particular, que es trasladarse de Guayaquil a Guatemala, para conocer también un proceso re­vo­lucionario, que ya se había iniciado con la Revolución Gua­temalteca. Esto es importante tenerlo en cuenta porque hay una carta que le es­cribe a su familia, sobre todo a su mamá, estando en Guayaquil, donde le dice que se piensa trasladar a Guate­mala porque quería con­vertirse en un verdadero revolucionario. ¿Qué era para el Che un verdadero revolucionario?. Por su­puesto, no sólo la mística sino la verdadera participación en un proceso en el que él consideraba que era necesaria su presencia para foguearse desde el punto de vista del desarrollo de su con­ciencia política. Cuando llega a Gua­temala, ya en diciembre del 53, se siente ad­herido por la Re­volución Guatemalteca, e in­cluso lo dejó plas­mado en muchos escritos que dejó, de cartas y también de aná­lisis de la Revolución Guatemalteca, donde ex­presó que consi­deraba que era una verda­dera revolución. Sin embargo, esta Re­volución que él consideró verdadera, también fue derro­cada en junio del 54, con una polí­tica global que per­seguía desde siem­pre el imperialismo nortea­mericano cuando entendía que había procesos revolucionarios ex­cesivamente avanzados, que no era totalmente… no era para nada socialista, pero que sí había im­puesto medidas de radicalización dentro de la política del país. Esta Revolución es derrocada por toda la fuerza del ejército, que incluso rodeaba a Guatemala, y por su­puesto con confabu­lación del gobierno norteamericano, y es lo que hace y explica que el Che llegue a México. Punto impor­tante, y que trasciende, y aquí, porque co­mienza lo que el es vín­culo del Che Guevara con los dirigentes futuros de la Revo­lución Cubana.
¿Qué sucede en Guatemala?. En Guatemala el Che se en­cuen­tra con un grupo de asaltantes del Moncada, el 26 de julio, en Cuba, del año 53, y tiene una estrecha amistad con uno de los asaltantes que se llama Ñico López. También es muy im­portante porque los miembros asal­tantes del Moncada, encabe­zados por Fidel, no pertenecían o no tenían una pertenencia clara en cuanto a su posición polí­tica de marxismo. Se conoce que el Movimiento 26 de Julio era un movimiento heterodoxo, pero que, sin em­bargo, en este Movi­miento 26 de Julio había dos o tres comba­tientes que sí tenían una militancia partidaria, que era el caso del hermano de Fidel, Raúl Castro, que sí perte­necía a la juventud socialista, y ese amigo del Che que hace en Bolivia, que es Ñico López. Im­por­tante porque ya la visión con que el Che se tropieza en México con estos combatientes cuba­nos es diferente, y en­tiende que en el Movimiento 26 de Julio puede haber un verda­dero brote y una ver­dadera raíz para ini­ciar una revolución, como él entendía, ver­dadera.
Cuando llega a México, después del derrocamiento de la Re­volución de Guatemala, primero empieza a hacer… hace al­gunos trabajos de fotógrafo, no había conseguido trabajo como mé­dico, hasta que llega y se consigue un trabajo en el Hospital Ge­neral de México. Estando en el Hospital de México llega Ñico López, su antiguo amigo cubano de Guatemala, con un enfermo, ya de los miembros futuros de la expedición del Granma. En ese momento le presenta a una figura que lo va a relacionar estre­chamente con Fidel, que se llama Raúl Castro. Y a partir de ahí Raúl le explica las características del Movi­miento y le dice que su hermano es­taba llegando, que Fidel to­davía estaba preso en la cárcel de Isla de Pino, como señaló el compañero, la actual Isla de la Juventud.
En ese momento ya comienza, ya cuando Fidel viene a México en el año 56, a producirse una interrelación muy estre­cha en estas figuras que, posteriormente, en un tiempo tuvieron po­sibilidad de valorarse unos a otros. Fidel cuenta ya cuando hace, después del Che muerto, su intervención en la Plaza de la Revo­lución en el año 67, que cuando conoce al Che, el Che era un re­volucionario formado, claro, teniendo en cuenta toda la expe­riencia que había sumado en sus viajes por América La­tina. Pero no sólo la experiencia revolucionaria de lo que puede haber deri­vado del proceso de Bolivia o del proceso de Guate­mala, sino también el estudio del marxismo que seriamente el Che Guevara, o el joven Ernesto todavía, estaba desarrollando, tanto en su pe­riplo por Guatemala como en su estancia en México. Incluso te­nemos nosotros, en el archivo personal del Che, un cuaderno filo­sófico que él estuvo ampliando a lo largo de su etapa de juventud, y que en México es el cierre de una primera etapa, de un ciclo de preparación filosófica, y sobre todo mar­xista, que por su propia cuenta el Che desarrolla. Esto es intere­sante porque, sin duda, con este criterio que yo les es­toy mani­festando de que los miembros del Movimiento 26 de Julio, futu­ros expedicionarios del Granma y dirigentes de la Revolución Cubana, que tenían una conciencia política, pero una conciencia política práctica, no teórica, pero, por supuesto, el Che siempre fue un baluarte considerado como un elemento que tenía una formación teórica y conceptual muy superior a cualquiera de la vanguardia revolucionaria, que era más prác­tica que teórica en aquel momento. Y por supuesto, el Che fue considerado, desde los primeros momentos, e incluso así lo ex­presa Fidel, el puntal necesario que los iba a ayudar dentro del proceso de transfor­mación que posteriormente devendría en la Re­volución Cubana.
A partir de ahí, ya cuando llega Fidel, como expresa el Che, en una noche larga de frío en México, me convertí apenas una hora de haber conversado con Fidel, en futuro expedicionario y médico del Granma. Empieza el entrenamiento de todos los ex­pedicio­narios hasta que se produce el desembarco del Granma, que es el encuentro real del Che Guevara con el pueblo de Cuba y su Revolución, ya en una forma directa y práctica.
No voy a expresar muchos criterios con respecto a la for­ma­ción del Che militar porque, bueno, es bien conocido y no es el punto fundamental que yo quisiera destacar acá. Aunque sin em­bargo, por su­puesto, este joven argentino, que Fidel conside­raba revolucio­nario formado, teniendo en cuenta el momento, la época en que se estaba viviendo, sobre todo integralmente en su forma­ción marxista, además de esas cualidades que le veía Fidel y el resto de la vanguardia revolucionaria cubana, cuando se produce la lucha guerrillera en Cuba también el Che se des­taca por su tác­tica y estrategia militar. Tal es así que inclusive por encima de otros dirigentes históricos de la Revolución Cu­bana que habían par­ticipado del Moncada, que habían partici­pado an­teriormente de luchas revolucionarias, el primer co­mandante de la Sierra Ma­estra no fue un cubano, fue Ernesto Guevara de la Serna, con­ver­tido ya en el Che por sus cualida­des y dotes milita­res. Por­que ha­bía creado ya una columna en un mando único y una in­tegración y una conciencia que, por supuesto, elevaba el nivel del resto de la tropa. Esto hace que Fidel le encargue, en el proceso de la lu­cha revolucionaria, algo que encargó a dos combatientes que se destacaron mucho en la lucha: uno el Che Guevara, y otro Ca­milo Cienfuegos, uno de los combatientes más destacados de la lucha revolucionaria que, lamentable­mente, muere en el año 59. A estos dos guerri­lleros, diríamos los más aguerridos, le encarga Fi­del la orden de invadir la isla para cortar la fuerza militar de la dictadura ba­tistiana y hacerse fuerte, el Che en el centro del país, Camilo continuando a occi­dente, es decir hacia la capital. El desa­rrollo de las acciones combativas del Che en el centro de la isla se co­nocen como la famosa batalla de Santa Clara, bata­lla de Santa Clara que es­trangula a la dictadura y que ya el 31 de di­ciembre de 1958 si no es definitivo y decisivo contribuye en pri­mera ins­tancia al derro­camiento de la dictadura de Batista.
A partir de allí ya comienza un momento diferente y culmi­nante en la vida de este joven, que comenzó siendo un revolu­cio­nario que en la práctica él se impuso una determinada con­ducta, pero ya de pronto deviene en el dirigente de la Revolu­ción Cu­bana. Esto a veces se debate mucho en torno a por qué de pronto si el Che no se conocía en su país de origen como lí­der estudiantil, si no se co­nocía en América como un revolucio­nario acabado, cómo es posible que en tan poco tiempo él fuera capaz de crearse a sí mismo y de formarse a sí mismo para ser integralmente uno de los dirigentes más destacados de la Revo­lución Cubana. Yo pienso lo siguiente, haciendo un poco una síntesis de esta etapa y de todo lo que les he expresado ante­riormente. De todos estos viajes por América Latina, hasta lle­gar a la vinculación con la Revolución Cubana, hay cuatro ele­mentos que me parecen cla­ves y necesarios, y que pienso que pueden posteriormente desa­rro­llarse como temas de Cátedra, que él asume y asimila de su expe­riencia latinoamericana.
Uno, en primer lugar, creo que en sus viajes de América ad­quiere una concepción latinoamericanista que no había tenido en su país de origen. Es decir, él, que se propone estudiar pro­fun­da­mente a la realidad latinoamericana, que se propone vi­virla en toda su magnitud, esto hace que aprehenda de un modo con­ciente todo el entorno y todo lo que estaba sucediendo en el continente con una concepción diferente a la que tenía en su país de origen. Es decir, el concepto latinoamericanista del Che, que posterior­mente al desarrollo de la Revolución Cubana él va a desarrollar profundizándolo ya ampliamente, me parece que el origen fue jus­tamente éste.
Conjuntamente con el latinoamericanismo se desarrolla en él un concepto humanista extraordinariamente amplio. Porque desde los orígenes, una de las cosas que se propone el Che Gue­vara, y así lo deja planteado en algunos artículos de su es­tancia en Amé­rica Latina, es tratar de conocer los males de América, pero con un objetivo claro: tratar de mejorar al hom­bre dentro del contexto social en que vive, y que ese hombre sea capaz, además, de trans­formar su entorno. Ya por supuesto, este con­cepto humanista que lo asimila de la realidad latinoameri­cana se va profundizando en la medida en que el marxismo se va enrai­zando más en el cono­cimiento del mismo, y este hu­manismo, que deviene un huma­nismo filosófico general, de­viene poste­riormente en un huma­nismo marxista que ya lo cul­tiva propia­mente en la Revolución Cubana. Estos dos elemen­tos o rasgos son fundamentales porque devendrán parte del pen­samiento po­lítico y filosófico del Che.
Conjuntamente con estos dos elementos, me parece impres­cindible, también, tener en cuenta que el concepto antiimperia­lista que el Che Guevara va asimilando de toda esta realidad que va conociendo, no es lo mismo el concepto de imperialismo o del gobierno norteamericano que tiene dentro de la realidad ar­gentina que todo lo que él va viviendo a su paso, porque in­cluso hay dife­rencias y graduaciones en la realidad latinoameri­cana. No es lo mismo Perú, porque el problema indigenista, pero no es lo mismo, por ejemplo, Centroamérica, con la explo­tación tan cruel de las bananeras norteamericanas, y él pudo medir dentro de su propio territorio la magnitud de esta explo­tación. Es así que aquí em­pieza a desarrollarse y ampliarse una concepción que en los pri­meros momentos de su vida revolu­cionaria no es­taba clara, es decir, el concepto antiimperialista.
Y por último, creo que hay un cuarto rasgo que él cultiva o desarrolla posteriormente, que es obviamente el marxismo. Todo esto que yo les estoy explicando, que es una concepción tomada de la práctica misma, él sintió la necesidad cada vez más amplia de profundizar en el marxismo. E incluso llega a decir, estando en México, que trataba de estudiar profunda­mente el marxismo por­que él pensaba que la teoría marxista era la única que él entendía que le daba las verdades y las respues­tas nece­sarias para resolver los males de América. Ya esto lo dice el jo­ven Ernesto estando en México en el año 55.
Si ustedes suman estos cuatro elementos que caracterizan ya posteriormente al Che como líder de la Revolución Cubana, la­ti­noamericana, y como líder del siglo XX, por supuesto son ras­gos muy característicos e imprescindibles a la hora de entender lo que era el pensamiento y la vida del Che Guevara.
Triunfada la Revolución, es conocida la enorme cantidad de responsabilidades que se le da al Che Guevara. Por supuesto es lógico, teniendo en cuenta todos estos elementos que yo les es­toy dando, de que no existía una dirigencia teóricamente for­mada. Había un Ejército Rebelde con una conciencia política amplia, con un valor y un heroísmo amplio, pero lo que faltaba era prepa­rar, era un ejército prácticamente de analfabetos, que en la diná­mica de la Revolución poco a poco se fueron alfabeti­zando, pri­mero, y después superándose para llegar a ser los cuadros que to­dos estos años han dirigido la Revolución. El Che, por supuesto, en esta etapa era, sin lugar a dudas, uno de los cuadros fundamen­tales, con to­dos esos componentes que les expreso. Llegó a tener respon­sabilidades tales como presidente del Banco Nacional de Cuba, fue miembro de la dirigencia, pre­sidente de la Junta Cen­tral de Planifi­cación, ministro de In­dus­trias; pero tenía, a su vez, cargos de responsabilidades en la es­tructura del partido, en la po­lítica ex­terior de la Revolución Cu­bana, e incluso cargos milita­res, siempre, hasta la fecha en que estuvo en Cuba, desarrolló la responsabilidad militar de la zona occidental del país. Como uste­des ven, es una actividad multifa­cética. Multifacé­tica como un rasgo que combina y que reitera, ya como expe­riencia acumulada en los años anteriores, en el bi­nomio de la teoría y de la práctica. Si alguien se distin­gue dentro de la Re­volución Cubana y en la dirección misma es el Che Guevara, no sólo por la dinámica de su acción como di­rigente revolu­cionario, sino como el ejercicio mismo de estudiar cada vez más el marxismo para hacerlo más profundo y conso­lidar in­tegral­mente los principios generales de la Revolución Cubana. Éste es el Che, en términos generales y con­ceptual­mente, que está en Cuba del 59 al 65.
Ahora, cómo es que se producen estas diferentes etapas de in­tegración que tiene el Che a la Revolución Cubana. Si lo asimi­lamos a nivel de los cambios o transformaciones que se produ­cen en Cuba, habría que dividirlo en dos momentos fun­damentales. Uno, lo que es del 59 hasta el 61, que es cuando se proclama el carácter socialista de la Revolución Cubana; y otro del 61 al 65, en que el Che, ya dirigente de la revolución socia­lista, desa­rrolla toda una serie de ideas sobre el socialismo que lo distinguen ya no sólo como el líder de la Revolución Cubana sino como el líder in­tegral latinoamericano que deviene líder de la revolución mun­dial. Es decir, esto a mi modo de ver, serían los dos puntos o ras­gos fundamentales para asimilar y medir el pensamiento y la vida de Ernesto Che Guevara dentro del pro­ceso de la Revo­lución Cu­bana.
Sin embargo, hay algo interesante, porque aunque la pe­rio­di­zación que se establece del 59 al 61 es lo que antecede a la revo­lución socialista, dentro de lo que es la dirección de la Re­volu­ción había un grupo de jóvenes radicales que tenían, por su­puesto, una marcada tendencia socialista, o socialistas o marxis­tas como decía Guevara, que independientemente de que, por clasifi­cación, a esta etapa de la Revolución se le llama antiimpe­rialista y democrática, sin embargo había un grupo muy concen­trado de la dirección de la Revolución que actuaba de un modo mucho más radical que un proceso democrático-burgués. Y es precisa­mente el Che y un grupo de revoluciona­rios que centran su actuar político en algo que se llamó la di­rección del INRA, el Instituto Nacional de la Reforma Agraria. Para muchos estudio­sos de la Revolución Cubana se dice que el INRA era un se­gundo poder, como un poder paralelo al go­bierno institucionali­zado por la Re­volución Cubana. ¿Por qué razón?. Porque en el INRA estaba Fidel Castro de presidente de este Instituto, pero además estaban incluidos todos los diri­gen­tes de la Revolución que tenían una postura más radical y que estaban a favor de cambios más pro­fundos en la Revolu­ción Cubana. E incluso es más, es dentro del INRA que los anti­guos miembros del Partido Comunista, que an­tecede en Cuba se llamó Partido Socialista Popular, formaron parte íntegra­mente de este proceso. Es decir que, a la par de que había un movi­miento democrático general para toda la población, este grupo estaba tratando de conformar una conciencia política su­perior y mucho más radical, y creando las bases de lo que pos­terior­mente deviene en sistema socialista en Cuba. Es por eso que ya en el año 61 para muchos no es sor­presa que Fidel, en el mo­mento en que se produce la invasión de Playa Girón promulgue la revolución socialista en Cuba, y no asombra, porque el pue­blo, ya tanto en los discursos de Fidel como en otros líderes, es­taba bien planteado que lo que se que­ría era una revolución radical y que rompiera con todas las tra­bas de la explotación anterior. Es decir, éstas íntegramente son las características de los primeros años de la Revolución Cu­bana.
En aquel momento el Che, primero presidente del Banco Na­cional y posteriormente ministro de Industrias, porque una de las tareas que más se traza la Revolución en ese momento es el desa­rrollo dinámico de la Revolución, y ésa es la razón por la que el Che, así lo entiende la dirección de la Revolución, que debía estar al frente del ministerio más dinámico que debía te­ner la Revolu­ción, que era el de Industrias. En esta etapa el Che no sólo se con­forma con su actividad práctica sino que empieza a profun­dizar en lo que es el socialismo. Y aquí, en este caso, ya también em­pieza a tener su experiencia directa de conoci­miento con los paí­ses socialistas. Incluso él va por primera vez en una delega­ción a la Unión Soviética y recorre algunos de los países socia­listas, al margen de que anteriormente otros viajes que ha­bía hecho a paí­ses tercermundistas, pero que formaban el de­nominado pacto de Bandung, que posteriormente se conver­ti­rían en el Movi­miento de los No Alineados, y que lo hace in­cli­narse a una pos­tura mucho más tercermundista, con una con­cepción socialista. Ya el Che en el año 61 no sólo era el cuadro necesario del socialismo que ne­cesitaba la Revolución en su proceso de transformación sino que tenía miras… puesta su con­cepción en una postura mucho más amplia y más radical, de tra­tar de crear un movimiento no sólo a escala latinoamericana sino a escala tercermundista para lograr establecer un frente amplio contra el imperialismo norte­ameri­cano.
Ahora, conjuntamente con esta realidad, se produce en la Re­vo­lución Cubana y en el propio Che una serie de análisis y cues­tionamientos a partir del año 61, de lo que estaba ocu­rriendo en el mundo socialista. En el Che se produce, primero, un acer­camiento y un entendimiento de lo que para él entendía, pri­mero, qué era el socialismo; después, la práctica de lo que se denominaba socia­lismo real en los países existentes del campo socialista; y otra, cuál debía ser el verdadero socialismo. Por eso el Che ya del 61 al 65, en un tono que realmente considera­ron muchos polémico, se convierte en no tan sólo el práctico re­vo­lucionario sino en el teó­rico del marxismo tercermundista, que es el que conocemos a tra­vés de todos sus artículos y traba­jos. Entonces, en esos años se dedica a una amplia tarea no sólo de ser la cabeza directriz de los cambios y transformaciones eco­nómicas del país sino también de análisis crítico acerca de lo que debía ser el verdadero socialismo.
Yo no voy a extenderme mucho en este tema porque, en reali­dad, otros compañeros vendrán y profundizarán en el mismo, pero como es un tema que nos toca a todos y que en realidad el Che fue el eje central en este proceso, me parece que, por lo menos, algunas ideas quisiera dejar establecidas. En pri­mer lugar, creo que uno de los méritos más grandes que tiene el Che como teórico de la revolución tercermundista y marxista en aquel momento es darse cuenta, que además lo deja bien es­tipu­lado y bien escrito, de que el socialismo estaba perdiendo, el existente, ése que se lla­maba real, uno de los rasgos funda­men­ta­les que el propio Marx describió como un elemento vital para el socialismo. Es decir, que había perdido su concepción plena­mente humanista. Y aquí re­tomo los cuatro rasgos inicia­les que yo había planteado desde jo­ven, es decir, hay una enorme preo­cupación del Che por decir que si el socialismo no sienta sus ba­ses para crear un hombre diferente en un sistema diferente no se puede avanzar. Y él entendía que uno de los problemas más graves que planteaba el socialismo existente es que habían aban­donado el verdadero desarrollo de la conciencia individual y colectiva del hombre en un sistema que devendría diferente y que, de no hacerse así, como él mismo ex­presa, po­drá crearse un sistema de distribución quizá igualitario pero nunca un nuevo sistema. Si no se replantean y reformulan algu­nos criterios de ese socialismo real que existía, difícilmente se pueda llegar al verdadero socialismo. Allí él avanza en algunas definiciones acerca del socialismo. Pero hay algo que es intere­sante porque hay un elemento clave, que él llamaba una especie de motor in­terno que debía tener el individuo, y que él entendía que de no presentarse dentro del proceso de transformación de este hom­bre que requería la nueva sociedad, difícilmente se po­dría avan­zar. Y aquí él plantea que el socialismo está combi­nado con dos elementos claves. Uno, lo que es la base material, la base pro­ductiva necesaria y vital para el desarrollo de la so­ciedad. Pero conjuntamente, y a la par del desarrollo material, había que de­sa­rrollar la conciencia del individuo para crear un nuevo hom­bre. La separación de uno y otro acarrearía proble­mas muy gra­ves al socialismo. ¿Por qué razón él hace esta su­matoria de ele­mentos?. Porque él planteaba lo siguiente: El so­cialismo, tal como él lo veía en su época, reforzaba mucho el concepto pro­ductivo, el concepto material, pero abandonaba el concepto ver­dadero y es­piritual del hombre. Él decía si todos nos con­forma­mos con que este sistema refuerce lo productivo, prácti­camente caemos en una sociedad consumista, que estamos ha­ciendo so­cialdemocracia, que estamos haciendo algo que pa­ra­lelamente puede identificarse con un socialismo pero nunca estamos sen­tando las bases de una construcción nueva y de un nuevo sis­tema. Sólo a través de la continuación de lo espiritual con lo ma­terial, del desarrollo de la conciencia del individuo, es que se podrán sentar las bases para crear un nuevo sistema. Ésta fue la lucha constante que siguió el Che durante todos estos años, del 61 al 65, en que él entiende que, en primer lugar, que la Revo­lución Cubana ya estaba ple­namente consolidada a partir de los principios socialistas que se habían desarrollado en la misma y, en segundo lugar, que había una necesidad real bajo el contexto histórico de la época de desa­rrollar la lucha tercermun­dista para cambiar el entorno de la rea­lidad y forzar, como él dice, las ba­ses de sustentación del impe­rialismo, en el «Mensaje a la Tri­continental», y hacer un proceso de subversión donde las masas que realmente, el Tercer Mundo, que es subde­sarrollado pero que tiene condiciones reales para transformar y cambiar las es­tructuras mundiales, sentar las bases para esa lu­cha pos­terior.
Esto es lo que hace que el Che decida marcharse de Cuba en el año 65 y comienza ya un nuevo ciclo de su vida, que es la etapa internacionalista, dentro de lo que es la vida y la obra del Che Guevara. El internacionalismo del Che Guevara parte del 65, por no asumir todo lo anterior, primero en su presencia en África, que como ustedes conocen en el 65, en todo el año 65, él desarro­lla una actividad militar en el Congo, que ya no es Zaire pero que fue hasta algún tiempo, ahora lo es otra vez, donde la fuerza revo­lucionaria africana pide colaboración a los dirigentes, sobre todo a Fidel Castro, para que con cuadros mili­tares apoyaran esta lu­cha. Esa estancia de meses en África el Che la desarrolla pero, por supuesto, el movimiento africano no estaba lo suficientemente conformado, y este proceso inicial de revolución en el continente aborta, cuando el Che decide ya en noviembre del 65 retirarse del mismo. Y que está plasmado en un libro que aún es inédito, que se llama Los pasajes de la gue­rra del Congo, que pienso yo que próxi­mamente puede edi­tarse, y donde el Che escribe esta expe­rien­cia del Congo, in­cluso con ideas muy interesantes, porque no sólo analiza la realidad del país que le tocó convivir con ellos, sino también la realidad de África y cuánto se demoraría, según él, la consoli­dación de una lucha que devendría posterior­mente en socialista. Y donde él consideraba que era en América Latina donde esta­ban las bases más seguras para desarrollar, posterior­mente, la revolución so­cialista del Tercer Mundo.
Y es lo que hace que el Che, decida el Che, primero, pensar y replantear una idea que ya había estado estructurada ya desde tiempos muy lejanos, que es el proceso latinoamericano, y de­ci­dirse iniciar la lucha por un país concreto, que él decidió que fuera Bolivia. Que con respecto a esto hay bastantes es­pecula­cio­nes, porque si yo analizo la realidad latinoamericana de la época y las características de los movimientos revolucio­narios en aquel momento, a mi modo de ver el país en el que pensó el Che en su momento determinado y por dónde iniciar la lucha no era preci­samente Bolivia, sino era Perú. Porque en el año 63-64 había condiciones particulares para desarrollar una fuerte lucha revo­lucionaria. Este movimiento, obviamente, no lo continúa y el Che no participa, y no comienza su lucha en Amé­rica Latina por Perú, porque fue un movimiento que abortó por diferentes circunstan­cias: parte de la dirección de la revolución muere en la lucha, otros son apresados y otros, por supuesto, continúan. Pero con la decisión irrevocable del Che Guevara de instrumen­tar una con­cepción de lucha continen­tal y latinoamericana, pen­sando que nunca como antes había en América Latina condicio­nes particula­res y obje­tivas reales para emprender la lucha, es lo que hace que su pro­yecto comienza en Bolivia. Pero no co­mienza en Bolivia como quizás se ha inter­pretado, que si se equivocó de lugar y que si las con­diciones no estaban creadas, sino que Bolivia para el Che era una idea de base de asenta­miento y de preparación previa para los diferen­tes países que conformarían posteriormente la lu­cha continen­tal. Bueno, lle­gado el caso ya es conocida la historia de cómo se produce esta lucha y cómo además le falta un apoyo concreto y específico por parte de las fuerzas revolucionarias in­ternas del país, que se comprometen a ayudarlos y que, sin em­bargo, no lo hacen, y esto explica parte de las circunstancias que se produ­cen en Bo­livia. Llega el año 67, el Che es asesinado y, bueno, hasta ahí se produce o se culmina una de las partes de lo que es el pensa­miento y la acción del Che Guevara.
Bueno, ya han pasado casi 30 años, estamos en un momento en que llegamos a las puertas, y bueno, con una carga muy emo­tiva que tengo por haber participado durante este año y medio en lo que es la búsqueda, llegamos, propiamente, a la bús­queda de los restos del Che después de grandes interrogan­tes. Pero lo más importante, y la lección más grande que me pa­rece que hay que sacar, es que, a pesar de que lo asesinaron, a pesar de todas las contradicciones y de las polémicas en que el Che tuvo que nece­sariamente adentrarse en ellas, lo más impor­tante en el día de hoy no sólo es explicar la formación y el desa­rrollo de un di­rigente que devendrá uno de los dirigentes más claros de Amé­rica Latina, sino sobre la vigencia y la proyec­ción tanto de su fi­gura y de su obra en esta coherencia que lo carac­terizó a lo largo de su vida. Podrán muchos estar de acuerdo o no en el método utilizado por el Che, podrán enten­der que se habrá equivocado o no en algunas cosas, podrán en­tender su mar­xismo más depurado o menos depu­rado, pero lo que sí está claro que esa forma tan coherente de en­trega de vida y obra, ese anhelo por crear un mundo mejor, por transformar un mundo que está viciado y lleno de explotación, y que nos deja una fuerza, y que además nos da la posibilidad de pensar en un fu­turo mejor, éste es el verdadero ejemplo y el le­gado mayor que nos ha dejado el Che. Y creo que la presencia de to­dos ustedes, por supuesto, explica que el Che Guevara, aunque lo asesinaron en el 67, no sólo continúa vivo hoy sino que ade­más continuará presente en la vida de todos nosotros. Muchas gracias.

 

G. Cieza:
Hay una pregunta que dice: ¿Podría explayarse sobre cómo se formó militarmente el Che?.
M. C. Ariet:
Bueno, lamentablemente no puedo explayarme con respecto a cómo se formó el Che militarmente. Yo no soy biógrafa de la vida del Che sino estudiosa, no quiero nunca pensar que soy bió­grafa, porque realmente no es lo más importante desde mi punto de vista y mi inquietud. Sin em­bargo el Che, en los estu­dios que he hecho, aparte de todo el tesón que caracterizó su vida, es una persona que asombra constan­temente, es uno de los rasgos que para mí son más peculia­res de su personalidad. Y te­són es, justa­mente, lo que me parece a mí que hizo que el Che Guevara se convirtiera en todo lo que fue. Esto es uno de todos los rasgos de su personalidad. Tesón cuando desde niño trató siempre de vencer una enfermedad muy cruel que lo acompañó a lo largo de su vida, que fue el asma. Y esto le dio fuerzas y el impulso en determina­das actitudes para tratar de sobrellevar una enfermedad que es in­curable, pero que no lo limitaba, y así lo marca a lo largo de su vida. Y creo que esto es un rasgo im­por­tante, aunque no creo, como han tratado de decir muchos, que muchas de las caracterís­ticas del comportamiento del Che se de­ben a los rasgos de la en­fermedad, pero me parece que es im­por­tante tenerlo en cuenta.
Desde el punto de vista militar, yo no conozco una etapa de formación como la que inició el Che en México, cuando los com­pañeros que se estaban preparando para la expedición del Granma junto con el Che, como miembro de la misma, empeza­ron ese entrenamiento en una finca de un lugar de México. Sa­be­mos, porque tenemos las evaluaciones en Cuba, que desde aquella época el Che se distinguió como un excelente tira­dor que fue des­pués a lo largo de su vida, pero también es­taba re­al­mente con toda esta disposición que él se autoimpuso de im­po­nerse a la en­fermedad, también se caracterizó por una fuerza fí­sica extraordi­naria, comparada incluso con compañeros que no tenían ninguna enfermedad. Ya la capacidad militar del Che prácticamente es asombro para los propios cubanos cuando está en la Sierra Maes­tra, porque táctico y estratega se formó al ca­lor de la lucha misma, y él en la Sierra Maestra, según yo tengo entendido, él comienza a estudiar algunos tratados milita­res, tra­tados militares clásicos como el de Clausewitz, por ejemplo, al­gunas teorías de la guerra de guerrillas, la de Mao Tse-tung, por ejemplo, sobre todo para reforzar los ras­gos de lo que es la lu­cha en el campo. Pero, propiamente, escuela militar que yo co­nozca no la pasó, sino simplemente que toma atributos y cuali­dades que se refuerzan a través de los rasgos generales de su personalidad. Ya después del triunfo de la Revolución siguió en­trenamientos de diferentes tipos como jefe militar, y en razón a lo excelente que era y como uno de los principales baluartes de la defensa de la Revolución en Cuba, y que posteriormente culmina toda esta etapa de prepara­ción y formación cuando se decide emprender su siguiente (etapa).

 

G. Cieza:
Una pregunta para Latendorf: ¿Cuál cree usted que es la di­ferencia y las diferencias del Che con el marxismo-leni­nismo y con el llamado socialismo real?.

 

A. Latendorf:
Bueno, yo creo que la compañera cubana explicó con mu­cha claridad, realmente yo la escuché con mucho agrado. No hay duda de la formación marxista del Che, y creo que tampoco exis­ten dudas sobre cómo luchó para la formación de un socia­lismo en los países del Tercer Mundo, los países subdesarrolla­dos, cómo lo vinculó con su idea del hombre nuevo. Creo que también fue muy claro el Che en cómo veía el desarrollo de los distintos países del llamado socialismo real, es decir, los países vinculados con la Unión Soviética en Europa.
Yo quisiera contarles una brevísima experiencia personal al respecto. Como ustedes saben, creo que fue mencionado acá la clase pasada, yo fui delegado a la Tricontinental de La Habana. La Tricontinental de La Habana se realizó en 1966, y en esa oportunidad tuve larguísimas conversaciones con John William Cooke, lo que puede también responder alguna pregunta que anda por ahí, que no sé si es para mí o para la compañera cu­bana, en la interpretación que tenía o que intentaba tener el Che sobre la situación argentina. Pero en aquel entonces para viajar a Cuba había que recorrer el mundo, es decir, se iba de Buenos Aires a París, de París a Praga y de Praga se iba cruzando el mundo por Irlanda del Norte, Groenlandia, Canadá, y después uno caía en paracaídas en La Habana, era algo más o menos así. Y la vuelta era más o menos similar. Después de haber te­nido la experiencia refrescante de aquella reunión multitudina­ria de los mejores líde­res revolucionarios del mundo, conocer Praga y la situación que vivía Checoslovaquia en ese momento para mí fue un impacto muy grande. Y me pareció muy difícil el desarrollo del socialismo en un país volcado al consumismo, volcado a los peores defectos del capitalismo. Era una de las más bellas ciu­dades del mundo, sin dudas, y de alguna manera cuando en 1966 veía todavía por las calles de Praga circular mujeres con atuen­dos del más fino estilo occidental, pensé que ese socialismo no iba a durar dema­siado. Efectivamente, des­pués del 66 vino la Primavera de Praga, y muchos años después se deshizo la Unión Soviética y los países del mal denominado socialismo o, para mi juicio, mal denomi­nado socialismo real. Es decir que el Che, que conoció primero al mundo subdesa­rrollado y después a los paí­ses del socialismo real, creo que te­nía bastante claro la influencia de la burocracia, la falta de de­cisión de las masas en los asuntos del estado, y eso no significó, de ninguna manera, como parece­ría ser que hubiera acá en la pregunta, diferencias del Che con el marxismo-leninismo. En todo caso eran interpretaciones marxis­tas de la realidad de los países del Tercer Mundo.

 

G. Cieza:
Bueno, con respecto a los papelitos les voy a pedir que pa­ren, porque acá tengo una montaña de papeles y no sé muy bien qué hacer. Tengo dos preguntas. La primera parte de una pre­gunta que dice: ¿Qué contactos tuvo el Che con la Argen­tina?, ¿con quién se relacionó, si lo hizo?. Y ¿Qué lugar ocupó la Argen­tina en la acción revolucionaria del Che?; ¿El Che pensó en la Argentina como un país preparado para un proceso revo­lucio­nario?. En la primera pregunta que mencioné hay otra que tiene que ver con la relación con la Unión Soviética, pero ésa la vamos a juntar con otra que me parece que hace referencia a lo mismo. Entonces, para los dos panelistas, la relación del Che con la Ar­gentina.

 

M. C. Ariet:
Bueno, me imagino yo que en Argentina se relacionó con ar­gen­tinos… No, era una broma. En realidad hay una página que to­davía a mí me queda mucho por estudiar, y no sé si el compa­ñero me podrá ayudar, que es el Che y la relación con los ar­gentinos estando en Cuba. Es bien conocida la relación que mantuvo con William Cooke, y estrecha. Y es interesante por­que cuando el Che se marcha de acá, de Argentina, en el año 53, es un joven que, aunque no tuvo una presencia militante ni se destacó como líder, sin embargo tenía una postura antipero­nista, y así lo man­tuvo a lo largo de mucho tiempo, y que sólo re­flexionó en el pa­pel del peronismo ya estando en Cuba, cuando conoce a figuras peronistas que tienen una postura y una óptica diferente. Y uno de los elementos que él utiliza para explicar esto es precisamente a partir del contacto de la figura de William Cooke y de otros diri­gentes peronistas. Hay una cita muy pe­queña, que yo estoy tra­tando de recordar, en una de las entrevis­tas que él hace, donde él no descarta los valores del pe­ronismo ni mucho menos, pero dice que ya sobre, creo, en el año 63 ó 64, cuando dice yo critiqué siempre el peronismo, sin embargo me parece importante tener en cuenta, y esto lo está diciendo ya el Che como dirigente de la Re­volución Cu­bana y como un marxista, dice es importante tener en cuenta el proceso de masas que desarrolló el peronismo, a pesar del pe­ronismo mismo, que creo que más o menos ésta fue la ex­pre­sión que de­sarrolló. Pero volviendo a William Cooke, y quizás a otros di­rigentes peronis­tas, es interesante porque es William Cooke, y no soy muy es­tudiosa, creo que ésta es una de las la­gu­nas que tengo y que quiero desarrollar, me parece importante te­ner en cuenta una cosa, que es un adelanto en cuanto a la con­cepción y conciencia política y un poco una fusión por en­tender que el peronismo no podía sólo quedarse en un nivel ideológico con una concepción simple, sino tratar de reformu­lar y reforzar los conceptos del pe­ronismo con algunos concep­tos marxistas. Y esto es un intento, y aunque no acabado, pienso yo, que Wi­lliam Cooke y un grupo de peronistas trató de hacer, teniendo en cuenta y poniendo claro también el papel de la lucha de ma­sas en la lu­cha revolu­cionaria.
También en Cuba mantuvo contacto con miembros del Par­tido Comunista argentino y de otras organizaciones que llega­ban a Cuba, porque yo creo, y esto me parece imprescindible seña­larlo aquí, no sólo para la relación del Che con los argenti­nos sino la relación del Che con todos los revolucionarios es, sin duda al­guna, a la hora de valorar o apreciar a un revolucio­nario, si tenía un desarrollo y una formación marxista, por su­puesto era mejor, pero en la concepción del Che no existía una con­cepción de ex­clusión, porque él partía del criterio del ejem­plo que le transmitió la Revolución Cubana. Eso que yo les decía anteriormente: en Cuba ni todos los revolucionarios eran mar­xistas cuando, no sólo triunfa sino cuando se deciden a lu­char, sino que él entendía que el propio proceso de la lucha ha­cía que el individuo se concienti­zara y llegara, a lo mejor, a un nivel en su conciencia diferente al inicio del planteamiento de la lucha revolucionaria.Y eso era para el Che imprescindible. Él decía la propia marcha de la lucha ayu­dará a que los compañe­ros ad­quie­ran conciencia revolucionaria y se elevara cada vez más el nivel hasta llegar algunos a ser marxis­tas, otros a llegar a ser seudo­marxistas, o medio marxistas, y otros que evidente­mente no lle­garán y abandonarán la lucha. Pero en el proceso de decanta­ción, el con­cepto que tenía el Che no es de ex­clusión sino de unidad revo­lucionaria. Y aquí perdónenme, no por aras de ser chauvi­nista ni por pensar que la Revolución Cu­bana es un ejem­plo a seguir en todo, pero sí creo que uno de los elemen­tos más claros que nos ha dejado la Revolución Cubana como ejemplo de revolución, y aquí están la directrices del pensa­miento y las líneas de acción de Fidel, es desarrollar el principio de la uni­dad revolucionaria como un elemento clave para unir no sólo al pueblo sino también a los grupos fundamentales y más comba­ti­vos. Esto es simplemente…

 

G. Cieza:
Alexis.

 

A. Latendorf:
Quiero referirme a la contestación acá de la compañera, in­te­resante contestación de la compañera cubana. Primero, re­cuerdo en este momento la carta del Che Guevara a su madre, después de la caída de Perón, en donde le dice con pena que el resto de Amé­rica Latina era como un grupo de ovejas blancas, y que ha­bía caído la única oveja negra, al referirse a la caída de Perón. En cuanto a… si bien yo comparto la opinión de la com­pañera, yo les sugeriría a ustedes que cuando hable Envar El Kadri, que habla en la clase número 11, el sábado 1º de no­viembre, le hagan esta misma pregunta. Él es un dirigente pe­ronista revoluciona­rio, no sé si lo conocerán, y su opinión es diferente. Él tiene todo un… acaba de viajar a Bolivia y estará haciendo un docu­mental sobre el primer viaje del Che, que quizá la compañera conozca, pero él opina diferente. Él da una interpretación de la posición del Che con respecto al peronismo como, de alguna manera, simpatía al movimiento peronista desde sus orígenes.

 

G. Cieza:
Acá hay una pregunta para la compañera cubana. Dice: Ex­plicar la relación existente entre la concepción del Che y la del PC soviético ruso. Explicar el papel o tipo de relación que mantuvo el Che con el PC boliviano. Y hay una pregunta que se conecta, que dice: ¿No temía el Che en su lucha contra el impe­rialismo norteamericano se cayera en un imperia­lismo sovié­tico? ¿Cuál es su opinión sobre la Unión Sovié­tica?.

 

M. C. Ariet:
Hay varias preguntas con respecto al tema del Che-el mar­xismo, el Partido Comunista de la Unión Soviética, y algunas otras más, pero voy a tratar de englobarlas. Si me falta, vuelven a preguntar. Y para ello creo que lo más importante es respon­derles por el Che mismo. Les voy a leer, precisamente de él, al­gunas ob­servaciones que pronunció el Che estando en el minis­terio de In­dustrias, y que no son muy conocidas porque real­mente no se han publicado ampliamente, son textos de circula­ción limitada, y que tienen que ver con la preocupación ésta que yo les explicaba de lo que el Che revisó del 61 al 65, en cuanto a las críticas propias al socialismo real, y dónde estaba su verda­dera falla. Creo que las propias explicaciones que él da nos pue­den dar la respuesta a todo un sinnúmero de preguntas que to­can este tema, después más o menos trataremos de cerrar. Ésta que les voy a leer, expresada por el Che en el año 64, y justo porque aquí también me preguntan en otras qué pasó con el le­ninismo del Che Guevara, y creo que lo voy a englobar a partir de esta lectura que voy a hacer. Y dice el Che lo si­guiente, en una reunión bimestral del ministerio de In­dustrias: Lo único que existe en estos momentos, a mi modo de ver, es la indica­ción de algunas aclaraciones que se producen, y yo creo que se produ­cen porque la teoría está fallando. Y está fallando la teoría porque se olvidan que existió Marx y toda una época anterior, y se basan nada más que en Lenin, y en una parte de Lenin, se toma una última época y entonces se han to­mado como verda­des cosas que teóricamente no son verda­des y que fueron im­puestas por la práctica, pero que ha­brá que analizar esa prác­tica y estudiar además la eco­nomía po­lítica del período de transición, que es un período nuevo. De todo esto se dan una serie de aberraciones en Yu­goslavia, en Checoslovaquia, como planteó el compañero, en una serie de países, tenemos una serie de países que van cambiando el rumbo hacia una democracia popular, refor­zar el mercado y empezar la ley del valor, refor­zar el estí­mulo material. Todo esto está sucediendo por fallas de prin­cipios que no son sufi­cien­temente analizados. Así pen­saba el Che, y así se agarró la fama de polemista e incluso, para algu­nos, de revisionista, como él expresa en el diario de Bolivia cuando una acusación de un diario húngaro y checo lo acusa­ban de ser un aventurero, de que era ade­más un anarquista. Aquí es­tablece, en esta lectura hay uno de los rasgos que yo señalaba anteriormente, que es la lectura real y conciente que hace el Che en un momento de reflexión de que si no se aban­donaban estas posturas el sistema socialista no iba re­almente a culminar su etapa de desarrollo. Lo importante de aquí es que aunque este­mos de acuerdo con esta cita es que la vigencia que tiene esto ha corroborado, después de más de 20 años, más de 30 años de ser escrita, que el Che tuvo una clari­dad mental su­fi­ciente, a partir de su propia concepción teórica, de interpretar, lamentable­mente, porque creo que no se imaginó lo que iba a ocurrir en la práctica años posteriores.
E incluso nosotros tenemos en el archivo determinados ma­te­riales, todavía inéditos, donde hace críticas más profundas a tra­vés de que él pensaba y quería realizar una especie de ma­nua­les de economía política y de filosofía con lo propio de la reali­dad del Tercer Mundo, que sean marxistas pero que toca­ran los proble­mas de la realidad tercermundista a través de otro enfo­que de la teoría marxista-leninista. Todo esto, por supuesto, él lo dejó in­concluso por la urgencia de la lucha revolucionaria, porque en­tendió en su época y en su momento era tan impor­tante tomar las armas que dedicarse a esto, cuando con el ejem­plo práctico podía concientizar aún más todo este proceso. Pero, sin duda, en el Che estaba presente ya no una crítica sólo, y esto creo que me parece importante también tenerlo en cuenta, porque se estuvo hablando de críticas acerca de la Unión Sovié­tica o de los países socialistas, con esto que les leo creo que hay una trascendencia mayor que es la lección que te­nemos que asumir todos. No se trata sólo ya con la experiencia actual y, lamentablemente, con lo que ha pasado en los países socialistas de la Unión Soviética, a analizar los proble­mas que se generaron internamente, sino que además la proyec­ción que tiene el Che en lanzar una idea mayor de una crítica a una con­cepción global del socialismo. Por qué fue mal y qué problema de independencia relativa tenía ese socialismo que exis­tió y que, lamentablemente, culminó con su desaparición en la ac­tualidad. Podemos estar aquí hablando ejemplos de Checoslo­va­quia, de Polonia, pero, lamentablemente, no es éste el pro­blema de un ejemplo particu­lar y concreto, sino la concepción general como mal necesario o no necesario, perdón, que tenía el socia­lismo que existía y que abortó lo mejor de la concepción del so­cialismo. Eso es lo fun­damental a la hora de analizar esto. Sin duda que hay y hubo discrepancias a la hora de establecer discu­siones internas con el Partido Comunista soviético, yo no las co­nozco en detalle por­que, por supuesto, yo soy investiga­dora, no una funcionaria del partido, pero sin duda que existie­ron. Y exis­tieron, sobre todo, partiendo de esta base, porque el Che fue un crítico muy agudo, de que los elementos claves, como son la ins­trumentación de los estímulos materiales que nada tenían que ver con el socialismo, toda una serie de abe­rraciones, como él llama, y que anunció que era un contraste con lo que verdaderamente podía ser el socialismo.
Pero no sólo, y aquí está el mérito del Che Guevara, sino que no sólo criticó desde la postura de un cubano hacia afuera sino también que criticó lo que estaba ocurriendo en Cuba en un mo­mento determinado. Y les leo lo siguiente, ya de modo gene­ral, cuando él plantea: El socialismo económico sin la moral comu­nista no me interesa. Ésta es una entrevista que le hacen en Argel en el año 63. Marx se preocupaba tanto de los hechos econó­micos como de su traducción en la mente. Él llamaba a esto un hecho de conciencia. Si el comunismo des­cuida los he­chos de conciencia puede ser un método de dis­tribución pero deja de ser una moral revolucionaria. Y cuando se refiere a Cuba dice lo siguiente, vamos a ver si lo en­cuentro, dice, esto fue en un dis­curso del año 61, dice lo si­guiente: Nosotros co­piamos experien­cias de países herma­nos, no sé si ustedes saben que hubo un proceso contra el sec­tarismo y después contra la microfacción de comunistas del an­tiguo Partido Socialista, que tenían una postura muy dogmá­tica, y que incluso hubo un en­frentamiento entre el grupo del Movimiento 26 de Julio y el Partido Socialista Popular, que hizo que se produjera una etapa contra el sectarismo en Cuba, primero en el año 61, y poste­riormente de la microfacción en el año 67. Y esto hace que el Che afirme lo siguiente: Nosotros co­piamos mecánicamente ex­periencias de países hermanos y eso constituyó un error, no muy grave, no de los más graves, pero de un error que frenó el desarrollo espontáneo, el desa­rrollo libre de nuestras fuerzas. A nosotros nos ha fallado un poco la práctica, los conceptos son un poco teóricos, falta el punto del conocimiento real del problema, no sólo es como dicen los li­bros, los libros no pue­den representar la realidad de Cuba, muchos son escritos para otros medios o como sis­tema general de dar conocimiento. Cuba tiene sus peculiari­da­des que son cubanas, debemos aprender también a inves­tigar estas modali­dades de Cuba, al­gunas dadas por el espí­ritu nacional o por las condiciones es­pecíficas en que se ha desa­rrollado nuestra Revolución. Esto es importantísimo te­nerlo en cuenta porque aquí no sólo está la percepción de lo que necesita hacer Cuba para al­canzar un ver­dadero socialismo, sino por la amplitud de miras que expresa el Che en esta cita, que no se trata de que tengamos que copiar al calco el ejemplo de la Re­volución Cubana. El ejemplo de la Re­volución Cubana puede ser un paradigma, y sin duda lo es, que lo fue y lo se­guirá siendo, pero cada país tiene que buscar sus propias raíces, sus propios elementos autóctonos del pasado y en los principios fundamentales del marxismo-leni­nismo, y desa­rrollar por sus propias fuerzas la revolución que a cada país le compete desa­rrollar. Éste es el ejemplo real que nos dejó el Che, ésta es la materia esencial con la que debemos actuar y seguir juntos. Muchas gracias.

 

G. Cieza:
Tengo otra pregunta para la profesora cubana que dice: ¿Cómo concibe al Che, como un hombre de acción o de pen­samiento? ¿Qué caracterizó al Che en su vida familiar, como padre y esposo?.

 

M. C. Ariet:
Bueno, si nos atenemos a lo que yo he explicado el Che tiene una combinación entre hombre de acción y teórico. Si lo juzga­mos ya desde un punto conceptual de una elaboración más aca­bada, por supuesto ni es un filósofo acabado, ni es un econo­mista acabado, ni es un político acabado, ni es un soció­logo acabado. Pero el mérito que tiene que supo integrar en su pen­samiento to­dos estos lineamientos y pudo hacer algo que sin dudas está puesto a prueba, que es un sistema integral de pen­samiento, que yo recomiendo a todos que se lean «El hom­bre y el socialismo en Cuba», que es una especie de testamento dado para todos los que quieren penetrar en el pensamiento, y lo tomó, a mi modo de ver, como una incitación y una provo­ca­ción. Piensen que lo escribe en marzo del 65, ya vísperas de re­ti­rarse, de marcharse a la luchas internacionalistas por el Congo, y se lo da a un director de una revista uruguaya, la re­vista Mar­cha, para dejar de una vez por todas sintetizado su pensamiento.
Es por eso que yo pienso que aunque no tenemos por qué exigirle al Che que es un gran filósofo, un gran economista o un gran… cualquier de los tipos que existen en las ciencias socia­les, sin em­bargo creo que tuvo el mérito histórico de combinar den­tro de su actuar revolucionario la teoría lo suficientemente am­plia para que lo hiciera no sólo un hombre de acción sino tam­bién un hombre con una integración de una formación teó­rica sufi­ciente para realizar lo que propuso.
Como hombre de familia, en realidad si alguien amó a los ni­ños se llamó Ernesto Che Guevara. Pero no sólo por su fami­lia propia sino que incluso cada vez que salía al exterior siem­pre hay una foto del Che Guevara retratado con los niños. Amó mu­cho a los niños. Y si ése era su sentir, ya como hombre en gene­ral, a su familia la tuvo en el mismo plano, lo que por su­puesto, como él mismo señala, a los revolucionarios muchas veces nues­tros hijos sean más cercanos de los que los cuidan y le dicen pa­dre y sin embargo a nosotros, en ese afán de desarro­llar la revo­lución, qui­zás nos perdemos un acercamiento más directo. Pero que, sin duda, ese lamento por no sentirse total­mente padre por las urgen­cias de la revolución lo lleva a él, en los momentos po­cos que tuvo, a tener un acercamiento muy es­trecho y a dejar un mínimo de recuerdos a todos sus hijos. Aquí les voy a contar una anécdota que me parece que ilustra esto que me están pre­guntando. El Che Guevara antes de marcharse al Congo, sus ni­ños cubanos, porque ya la hija que tuvo con la compañera pe­ruana era más grande, sus niños cubanos eran muy peque­ños. Y antes de marcharse tuvo el cuidado de grabar en un… por su­puesto no existían todavía los ca­setes, sino en cinta de graba­ción, cuentos de su voz para que, cuando los ni­ños crecie­ran un poquito más, la mamá se los pu­siera y pudie­ran recordar su voz y cómo era su papá. Creo que esto distingue las cualida­des hu­manas no sólo generales del Che Guevara sino también en su familia, como esposo o como padre.

 

G. Cieza:
Tengo tres preguntas que hacen un poco a la historia. Una de ellas dice: ¿Cómo se meritúa en Cuba, y sin desmedro de la fi­gura del comandante Guevara, que habiendo coexistido en épocas de la Revolución Cubana movimientos populares que plantearon la lucha urbana se optara por insertar la ex­pansión en la selva y a través del campesinado?. Otra: ¿Cómo era la es­tructura existente en el Movimiento que for­maba junto a Fi­del, Raúl, Camilo, Movimiento 26 de Julio?. Tercera: ¿Por qué no llevó ni Fidel ni el Che la revolución del 26 de julio a Gua­te­mala cuando ésta era grande como revolucionaria para de ahí crecer?.

 

A. Latendorf:
Bueno, acá no entiendo muy bien dice por qué no llevó ni Fi­del ni el Che la revolución del 26 de julio a Guatemala cuando ésta era grande como revolucionaria para de ahí cre­cer, pero la Revolución Guatemalteca es anterior a la Revo­lu­ción Cubana. En todo caso, estarían diciendo que hubiera con­venido que hicie­ran la revolución en Guatemala para des­pués hacerla en Cuba. Realmente tuvieron una relación, tanto Fidel como el Che, impor­tante con Guatemala. Hasta hace po­cos me­ses vivía en La Ha­bana, si no me equivoco, el que fue el último ministro de relacio­nes exteriores de Guatemala, es decir siempre han tenido una acti­tud de gran comprensión de la revo­lución. Pero no entiendo cómo puede pretenderse que alguien intente una revolución previa en Guatemala cuando la Revolu­ción Cu­bana está protagonizada por miles de cubanos, aparte del Che Gue­vara. Lo único que quisiera recordar sobre Guate­mala, y que probablemente sea algo a lo cual haga referencia Envar El Ka­dri cuando hable, es que el gobierno peronista no siguió la po­lítica norteamericana con respecto a Gua­temala. Us­tedes sa­ben que la Revolución Guatemalteca fue ahogada.
Cómo era la estructura existente en el Movimiento… yo siempre pensé que la materia caligrafía tendría que anularse en las escuelas secundarias, pero hoy dudo de esa posición que he tenido… que formaba junto a Fidel, Raúl, Camilo, Movi­miento 26 de Julio. El 26 de Julio fue tomando fuerza, tenía una estruc­tura en la sierra, en el campesinado, y otra estructura urbana. Creo que el Directorio Revolucionario fue perdiendo fuerza y parte de sus militantes, sus cuadros, sobre todo a par­tir del ase­si­nato de muchos de sus dirigentes, pasaron a integrar el 26 de Ju­lio. Por supuesto, existía además el Partido Socia­lista Popular, es decir el Partido Comunista de Cuba, con el cual so­bre todo el Di­rectorio Revolucionario había tenido fuer­tes dife­rencias. Yo no conozco… conozco sí la organización del 26 de Julio en el exilio, porque por razones muy personales me tocó estar en con­tacto con el 26 de Julio exiliado en la Argen­tina, específica­mente en la ciu­dad de Buenos Aires, y conocer un poco, me­diante papeles, la or­den que da Fidel Castro, a to­dos los exilia­dos, de retorno inme­diato a Cuba, a pocos días des­pués del triunfo el 1º de enero del 59.

 

G. Cieza:
¿Vos querías decir algo sobre Guatemala?

 

M. C. Ariet:
Sí, yo estaba buscando porque quería leerles algunas citas que no se conocen mucho, de algunas declaraciones que hizo el Che con respecto al proyecto de Guatemala, y que las mencioné algo, pero con la pregunta que hicieron expresa se refiere a qué se hizo en ese proceso respecto a la Revolución Guatemalteca. El Che es­cribió en alguna carta y en su propio diario algunas co­sas que me parecen importantes tener en cuenta como que es­tuvo interesado al respecto. Escribe lo siguiente: En Gua­temala me perfeccio­naré y lograré lo que me falta para ser un revo­lu­cionario au­téntico. Es decir, con ese concepto él parte para Guatemala. Des­pués cuando está en México, ya con la expe­riencia de lo que ocu­rrió en Guatemala, hace consideraciones, por ejemplo, del Partido Guatemalteco del Trabajo, que era el Partido Comunista, y dice, para ese entonces decide ya que su posición no es de ninguna manera la de un diletanti hablador sino que ha tomado partido decididamente junto al go­bierno de Guatemala y, dentro de él, en el grupo del PGT que es ade­más co­munista. Incluso posterior­mente afirma: Creo que los comu­nis­tas mantuvieron digna su actitud y que tarde o tem­prano es­taré en el Partido. Es la pri­mera cita que yo he encon­trado, que ha escrito, donde él se define que en un momento de­terminado de su vida tendrá una pertenen­cia a un partido co­munista. Y aquí aclaro, con muchas especula­ciones que se han dado, que el Che oficialmente milita por pri­mera vez en un partido comu­nista cuando llega a Cuba y se hace dirigente de la Revolución Cu­bana. Ahora, la apreciación que dio el Che en cuanto a lo que ocurrió en Bolivia, y que tiene que ver con la pregunta que hi­cieron, me parece muy importante tenerla en cuenta porque esto es lo que da contraste verdaderamente con lo que ocurrió en Bo­livia. Y el Che señala lo siguiente: (…) Al produ­cirse el de­rro­camiento del gobierno guatemalteco re­flexiona profunda­mente y llega a la conclusión que la trai­ción sigue siendo pa­trimonio del ejército, y una vez más se juega el afo­rismo que indica la aniquilación del ejército como el verda­dero princi­pio de la democracia. Y señala lo siguiente: Ar­benz, que era el pre­sidente guatemalteco, no pensó, fíjense bien, que un pueblo en armas es un poder in­vencible, y al no entregarle las ar­mas al pueblo la revolución fue derrotada. Esto lo expresa el Che Guevara en el año 55, cuando sale… 54-55, en los escritos que hace posteriormente es­tando en México, de la valoración de la Revolución Guatemal­teca. Ya a partir de aquí él entiende que la Revolución perdió toda su fuerza, que (se) generó un proceso que, prácticamente, era irreversible por la manera en que las fuer­zas opositoras y el im­perialismo cargó todo su ensañamiento den­tro de la pe­queña pobla­ción de Guatemala y la asfixió desde el punto de vista militar, para que nunca más pudieran realmente ampliar su lu­cha, hasta que después con la influencia de la Revo­lución Cu­bana en la década del 60 es que proliferan los grupos de com­batientes revo­lucionarios. Eso fue lo que en su momento ex­presó el Che.
Ahora, hay una serie de preguntas aquí, vamos a ver un poco el tiempo porque si no nos morimos… Yo voy a tratar de ha­cer… a unificar algunas de las preguntas con respecto a la lu­cha ar­mada del Che y… Vamos a terminar de responder primero las preguntas. Aquí hay una pregunta que dice cómo se meri­túa en Cuba, y sin desmedro de la figura del comandante Guevara, que habiendo coexistido en épocas de la Revolu­ción Cubana movimientos populares que plantearon la lucha urbana se op­tara por inser­tar la expansión en la selva y a través del campe­sinado. Y aquí otra que tiene que ver con el Che y Gua­temala, toda una serie de preguntas que se han ido diciendo aquí. Yo en aras de ganar tiempo, porque además me estoy me­tiendo en te­mas de la Cátedra que serán abordados posterior­mente, pero quería tocar algunas cosas imprescindi­bles, porque me parece que nos estamos compli­cando mucho, no fui muy explícita en este tema y toqué sólo Bo­livia de ma­nera pasajera. Hay que pensar lo siguiente: En el «Mensaje a la Tricontinental» el Che es muy claro de que era un momento imprescindible en la realidad continental, e incluso del mundo, la urgencia de la lucha revolu­cionaria, recuerden el uno, dos, tres, muchos Vietnam, porque además no sólo existía la fuerza revoluciona­ria suficiente en América Latina, según en­tiende el Che, sino que había una si­tuación muy peculiar en el mundo, y que era necesario, como él bien lo dice en el «Mensaje a la Tri­continen­tal», socavar las ba­ses de sustentación del imperia­lismo nortea­mericano. Por su­puesto que ahí hay posibles linea­mientos que han sido analiza­dos, porque hay múltiples trabajos sobre el Che Guevara de cómo establecer la lucha revolucionaria. Ahora, muchos piensan que el Che excluía la lucha urbana y priorizaba la lucha en la selva. Hay que tener en cuenta lo si­guiente: Hay una experiencia directa y práctica, que es la Revo­lución Cubana, que formó parte de la experiencia directa revo­lu­cionaria del Che Guevara y que le sirvió de patrón, pero no quiere decir que dentro del con­cepto de la lucha revolucionaria del Che Guevara estuviera ex­cluida la lucha urbana. Porque si alguien sabía la importancia de la lucha urbana era el Che Gue­vara, porque en Cuba la lucha ur­bana no estuvo excluida, con in­dependencia que se le podría o no haber dado prioridad a la lucha que dieran en el campo. Y eso en el Che Guevara es­taba claro. Lo que pasa que había una necesidad de crear una base, un fortaleci­miento militar, y justa­mente Bolivia lo que significaba era esto, era un campamento de formación, de asen­tamiento de re­volucio­narios a escala conti­nental, para que cada uno en su país, a través de un grupo real­mente formado, pu­diera establecer la lucha ar­mada y revolucio­naria de las carac­terísticas y ne­cesidades acordes con las pecu­liaridades de cada país. Se truncó la lucha, no pudo ser así, co­nocemos bien la his­toria, no quiero repetirlo porque me parece innecesario. Pero la dinámica y la dialéctica revoluciona­ria la tienen que entender de esta manera, e incluso se puede acep­tar que el Che puede haber teo­rizado la lucha en la guerrilla y el campo en detri­mento de la lucha urbana, pero también hay que analizar un con­texto y un momento determinado de la lucha. Y podríamos también plantearlo, porque creo que la Revolución Nicara­güense, en su momento, que desarrolló en un modo inteli­gente, lamentablemente lo que ocurrió después, la lucha urbana, fue un ejemplo claro de que es válida la lucha urbana. Pero en el Che no hay una exclusión, lo que se trata es un problema de prio­ridades, dada la experiencia revolucionaria que tiene y dado el contexto his­tórico del momento en que lucha, que no quiere decir exclusión sino criterios de una urgencia y de una priori­dad. Eso es…

 

G. Cieza:
Bueno, hay una pregunta que se la vamos a dar a Latendorf porque me parece que tiene que ver con la Argentina, creo que es el más indicado para contestar. Dice: En este nuevo orden y en particular en Argentina, ¿cómo se logra a partir de la fi­gura del Che, su pensamiento político y filosófico, homoge­nei­zar una alternativa única con vocación real de poder, an­tiim­peria­lista, con visión de construcción del socialismo, cuando hay falta voluntad de integración de un proyecto único?.

 

A. Latendorf:
Bueno, yo soy partidario de la refundación del socialismo en la república Argentina. Ustedes saben que el Partido Socia­lista fue fundado en 1896, el año anterior ya existía un centro socia­lista en Barracas, es decir fue el primer Partido Socia­lista de América Latina. Y también el primero en América La­tina donde el Partido Comunista se forma como escisión del Partido Socia­lista. Yo milité muchos años en el socialismo, me echaron por una concepción marxista dentro de él, para aban­donarlo ya tam­bién hace muchos años. Pero en este momento estamos tra­ba­jando en un proyecto que significaría la refunda­ción del so­cia­lismo, con la unión de montones de grupos disper­sos. Por su­puesto, están fuera de este proyecto por ineficacias ideológi­cas, entre otras co­sas, el denominado… la denominada Unidad So­cialista o el de­nominado socialismo popular, en donde mili­tan Polino, Bravo, Estévez Boero, La Porta, que es­tán en el Fre­PaSo. En consecuen­cia, la idea mía es, sin perder las indivi­duali­dades de los distintos partidos existentes, movi­mientos o gru­pos, integrar un movi­miento, refundado, a partir de una in­ter­pre­tación de la realidad argentina, una firme posi­ción an­tiim­pe­rialista, y de la recupera­ción, no es el momento de con­versar so­bre el tema, hay una re­vista en la cual yo colaboro que les re­partí algunos ejemplares por ahí, siempre a partir, tam­bién, de rescatar nuestra identidad na­cional y los grandes temas que hi­cieron grandes, también, ideo­lógicamente a la Ar­gentina.
El tema antiimperialista es un tema que estaba prendido en el país. Recuerden ustedes la negativa de Hipólito Yrigoyen, por ejemplo, a saludar a las tropas cuando estaban en Santo Do­mingo, y toda una actitud que llevó a la esperanza sobre el fu­turo argentino, desde José Martí, que fue un amigo de nuestro país, a Rubén Darío, que lo exaltó como alternativa del impe­ria­lismo.
Es decir, habría que… la segunda parte de la pregunta, que la perdí, hacer referencia a la falta de vocación de la izquierda por la unidad. Ustedes saben que para un izquierdista, general­mente, no hay nada peor que otro izquierdista. Ése sería el pri­mer tema a soslayar para esta imprescindible unidad de las iz­quierdas. Pero parto de la necesidad de la refundación del so­cialismo, in­tegrando a todos los grupos y todos los partidos marxistas con vocación de engrandecer, con vocación de poder, también. Nada más.

 

G. Cieza:
Hay algunas preguntas que hacen a la realidad de Cuba ac­tualmente. Una de ellas dice: A la muerte del Che, ¿qué hizo Fi­del para mantener la Revolución?. La otra dice… habla so­bre cómo se aplica y cómo se estudia el marxismo en Cuba ac­tual­mente. Y la tercera habla con respecto de la ley Helms-Bur­ton en el país.

 

M. C. Ariet:
Bueno, un día más podemos estar. Pequeños temas. Yo voy a unir el marxismo de Cuba, qué hizo Fidel para expandir la Re­volución, otra pregunta que me hacen qué significa para la ju­ventud cubana el legado de la figura del Che, voy a ver cómo combinamos para dar una respuesta, el estudio del mar­xismo.
Para la juventud cubana, yo voy a recordar una frase que leí ayer, que me parece importante, porque también ayer estuve con­versando en la Cátedra de la UBA, me parece importante que se tenga en cuenta porque creo que eso en Cuba no se ha perdido, con respecto a los jóvenes. Un día el Che tuvo una conversación con jóvenes comunistas de mi país y les expresó lo siguiente: que siguieran siendo esencialmente humanos, sen­tirse angustiados cuando se asesina a un hombre y sentirse en­tusias­mados cuando en algún rincón del mundo se alza una nueva bandera de libertad. Yo considero, hoy por hoy, que la juventud de mi país, y todas las generaciones que hemos parti­cipado del desarrollo de la Revolu­ción, ése es el espíritu que nos ha carac­terizado, pero no sólo desde un punto de vista teó­rico, y simple, creo que la lealtad de sus principios está presente e inclusive en algo que no se ha ha­blado mucho, que es el prin­cipio internacio­nalista de la Revolu­ción Cubana. No sólo para emprender las armas, como es el caso de Angola, que fueron miles y miles de hom­bres, sino para una misión internaciona­lista de médicos, de ma­estros. En todos los países tercermundis­tas están las huellas de estos jóvenes cubanos que bajo el amor y la formación en la Revolución Cubana han dado lo mejor de sí para dejar las hue­llas enteras de lo que es una verdadera re­volución en el mundo. Creo que nos sentimos muy orgullosos, no sólo de lo que es la generación que precedió a la que existe ahora, desa­rrolló con la Revolución Cubana, sino estos jóvenes que em­prenden en cual­quier lugar (…) una postura neta­mente revolucionaria. Y esta postura netamente revolucionaria es ín­dice de que en Cuba, como bien dijo Fidel en un momento de­terminado, ni se van a bajar las banderas del marxismo, ni se van a romper los bustos de Marx, ni se van a romper los bustos de Lenin, pero no como una entelequia, sino porque además el mar­xismo forma parte de la formación filosófica de todos los jóve­nes y de todos los nive­les de la educación cubana. Ni he­mos abando­nado a Marx, ni hemos abandonado a Lenin, ni vamos a abando­nar la Revolu­ción, ni mucho menos vamos a abandonar ni a Fidel ni al Che. Y éste es el ejemplo que quere­mos dar siempre, porque estamos convencidos que es el camino necesa­rio en Cuba.
Por último quisiera ver… y juro que va a ser mi última res­puesta, porque me dicen podría usted explicar los efectos de la ley Helms-Burton en Cuba. Esto es un tema de toda una no­che, y de muchos días. Yo creo que el profesor me ayuda a dar la res­puesta, y yo voy a ser bastante breve porque él recorrió todos los antecedentes de la historia de Cuba, de lo que signi­ficó la idea del anexionismo desde que antes que nosotros lo­gráramos la indepen­dencia, que está bien ejemplificado en lo que él leyó. Indepen­dencia que fue cercenada, porque cuando nosotros ini­ciamos las luchas patrias y ya concluimos la se­gunda fase de las luchas inde­pendentistas nuestras a las puertas del siglo XX, ya nosotros te­níamos ganada plenamente la gue­rra de independen­cia, y sin em­bargo, por la intromisión nor­te­americana de una in­vasión que nadie le pidió, nos cercenaron la primera indepen­dencia y la pri­mera libertad. Es por eso que in­cluso, y yo re­marco esto de un modo muy importante, que el espíritu antiim­perialista en Cuba no es por las mañas ni el odio que tiene Fidel Castro concentrado contra el imperialismo, como muchos han querido ver. La con­cepción antiimperialista del pueblo cubano está presente desde los orí­genes mismos de la formación de nuestra república, porque nos quisieron, y nos cercenaron nues­tra libertad y nuestra indepen­dencia desde el mismo momento en que surgimos como nación y como repú­blica. No fuimos inde­pendientes hasta que no triunfó la Revo­lución Cubana en el año 59, y el odio imperia­lista, a través de la Enmienda Platt que se­ñaló el profesor, donde además se da­ban el lujo de decir que iban a interve­nir en Cuba cada vez que quisieran y que entendían necesario. Ésa fue Cuba antes del 59. Por lo tanto, lo que ocurre con la ley Helms-Burton es un in­tento de reforzar y de endure­cer una idea muy lejana en la his­toria de Cuba, que después del desarrollo de la revolución so­cialista y de la ruptura del go­bierno nortea­mericano con Cuba, porque Cuba se excedía a todo lo que ellos entendían que de­bían ser los gobier­nos de América, se produce no la ley Helms-Burton, que es el úl­timo engendro, primero el bloqueo, después todo el ensañamiento militar y contrarrevolucionario para de­rrotar de una vez por to­das la Revolución Cubana. El signifi­cado de la ley Helms-Bur­ton es la última expresión para as­fixiar la soberanía y la in­dependencia de un pueblo que lucha cada vez más por encontrar un camino propio, y ser un ejemplo a sí mismo, y conformar una verdadera nación verdaderamente libre y soberana. Ése es el ejemplo de Cuba y eso es lo que la ley Helms-Burton trata de cercenar. ¿Por qué?. Por una sencilla razón. Cuando a mí me preguntan qué es el bloqueo, por qué ese ensañamiento de un país tan grande con­tra Cuba, yo sólo me limito a decir lo si­guiente: porque somos un mal ejemplo. Somos un mal ejemplo porque ese pequeño país, que es una is­lita de 11 millones de habitantes, ha sido capaz, por encima de los índices de grandes países latinoamericanos e in­cluso del primer mundo, de desarro­llar una educación que es ejemplo, de una salud que es ejemplo, de justicia social que es un ejemplo, y de elevar cada vez más la dignidad y soberanía de un pue­blo, sólo en una revolución ver­dadera es que se conquista esto. Ese mal ejemplo de Cuba es el que molesta y molestará a los Esta­dos Unidos, y por eso los ataques que nos seguirán lanzando.

 

G. Cieza:
Nos vamos a juntar la próxima semana para discutir el Che, «Teoría y lucha contra el imperialismo», y van a estar presentes Gabriel Fernández, Luis Bilbao y Claudia Korol. Los espera­mos a todos ustedes. 

Bibliografía
Revolución Cubana

1- Abel Alexis Latendorf. Cuba. Las víspe­ras. Buenos Aires, 1997.
2- Ernesto Che Guevara. Escritos y Discur­sos. 2. Editorial de Ciencias Socia­les, La Ha­bana, 1985. Prólogo (pp. 1-2). «Una reu­nión decisiva» (pp. 231-237). «La ofensiva final. La batalla de Santa Clara» (pp. 238-252).
3- Ernesto Che Guevara. Escritos y Discur­sos. 4. Editorial de Ciencias Socia­les, La Ha­bana, 1985. «Proyecciones so­ciales del ejército rebelde» (pp. 9-21). «Notas para el estudio de la ideología de la revo­lución cubana» (pp. 201-211).
4- Paco Ignacio Taibo II. Ernesto Gue­vara, también conocido como el Che. Edito­rial Pla­neta. 1996. «El primer día de la Re­volu­ción» (cap. 22). «El largo enero del 59» (cap. 23).
5- Rodolfo Walsh. Prólogo (Marzo de 1969), en: Jorge Ricardo Masetti. Los que lu­chan y los que lloran. Puntosur edito­res.
6- Rodolfo Walsh. «Fidel renuncia, Fi­del se queda». (1959). En: El violento oficio de escribir. Obra periodística 1953-1977. Ed. Planeta. 1995.
7- Fidel Castro. José Martí. El autor in­telec­tual. Editorial Política, La Habana, 1963. «Segunda Declaración de La Ha­bana» (pp. 117-144).
8- Ernesto Che Guevara. Escritos y Discur­sos. 9. Editorial de Ciencias Socia­les, La Ha­bana, 1985. «Cuba ¿Excepción his­tórica o vanguardia en la lucha contra el Colonia­lismo?» (pp. 21-39). «Carta a Er­nesto Sá­bato» (pp. 375-381).
9- Fidel Castro. «Revolución socia­lista y democrática en Cuba». Discurso del 16/04/1961. «De Martí a Marx». Discurso del 02/12/1961.
10- Emilio J. Corbiere. «Pensamiento Crí­tico. Socialismo y revolución en Cuba». V Simposio Internacional sobre pen­samiento filosófico latinoamericano. Univer­sidad Cen­tral de Las Villas. Cuba.
11- Discurso de Fidel Castro ante los 20 años de la caída en combate del Che Gue­vara. Ediciones 20 Aniversario «El Che vive».
12- Fernando Martínez Heredia. Rec­tificacio­nes y profundización del so­cia­lismo en Cuba. (pp. 11-50). Dialéc­tica, Colección So­cialismo.
13- Entrevista a Fernando Martínez Heredia. «Cuba: una isla sin burgue­ses». En De mano en mano, Nº2, julio de 1997.

Los cuadernillos de las desgrabaciones y de los textos que se indican en la bibliografía están disponibles para consulta en la Biblioteca Popular Héctor Germán Oesterheld.

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30/08/2007 a las 02:06 | Publicado en 08) Archivo: Cátedra Ernesto Che Guevara (1997-98) | Deja un comentario

Cátedra Ernesto Che Guevara – Universidad Nacional de La Plata.
Sábado 13 de septiembre de 1997. 18 hs. Hall de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (48 e/6 y 7).
TEORÍA Y LUCHA CONTRA EL IMPERIALISMO.
Luis Bilbao, Claudia Korol.

Guillermo Cieza:
Buenas tardes. Vamos a iniciar la tercera clase de esta Cá­te­dra libre Ernesto Che Guevara. El tema de hoy es «Teoría y lu­cha contra el imperialismo». Será desarrollado por los docen­tes Claudia Korol y Luis Bilbao. Este tema lo vamos a conti­nuar en la próxima clase con los docentes Manuel Gaggero, Luis Bru­natti y Jorge Cardelli.
Quería decirles que en estos días de septiembre conmemo­ra­mos dos fechas trágicas. El 11 de septiembre de 1973, cuando se produjo el golpe que derrocó al gobierno popular de Salva­dor Allende, poniendo en marcha una de las dictaduras más fe­roces de América Latina, y también uno de los primeros expe­rimentos neo­liberales en el mundo. Conmemoramos, también, otra fecha trá­gica, en particular para nuestra ciudad. El 16 de septiembre de 1976 fue secuestrado un grupo de estudiantes se­cundarios. Esta fecha es conocida, tristemente conocida, como la «Noche de los Lápices». El día martes, a los 21 años, se rea­lizará una marcha organizada por los estudiantes secundarios, a la que ad­herimos desde esta Cátedra.
Ahora sí entramos en tema. El tema es «Teoría y lucha con­tra el imperialismo», y voy a presentar a Luis Bilbao, director de la revista Crítica y el semanario El Espejo.


Luis Bilbao:
Buenas tardes. Quisiera comenzar esta exposición diciéndo­les con toda franqueza que traía una idea de exposición y que la voy a cambiar completamente, viendo el tipo de concurrencia. Estoy sorprendido y con una profunda alegría por ver tantos jó­venes en esta Cátedra. Que las ideas de Ernesto Guevara atrai­gan hoy a tantos jóvenes es uno más de los muchos signos indi­cativos de que algo muy profundo que estaba, estuvo todo el tiempo, pero que no se veía, que no se sentía, empieza a apare­cer en la super­ficie. Nosotros lanzamos la revista Crítica de nuestro tiempo precisamente un 8 de octubre, para que no que­dasen dudas de cuál era nuestro compromiso con el pasado, pero en un momento muy difícil. Era el 8 de octubre de 1991. Se acababa de caer la Unión Soviética. Se nos decía desde todos los ángulos que había sido derrotado el socialismo, que el capi­talismo había vencido para siempre, que las ideas del mar­xismo, que las ideas de la lu­cha anticapitalista no tenían más vigencia y, naturalmente, junto con todo eso que no existiría nunca más, también pasaba al olvido definitivo la figura del Che. A la vuelta de seis años el mundo ha cambiado tanto, en un sentido que no previeron ninguno de los que nos anunciaban el fin de las ideo­logías, la victoria del capita­lismo, la inviabili­dad del socialismo. Y una prueba más de ese cambio inmenso son ustedes aquí. Por eso voy a tratar, pensando que tal vez, y seguramente equivo­cándome porque a lo mejor sa­ben más que las personas de ma­yor edad, pero ante la suposición de que los jóvenes tal vez haya algunas cosas que no han tenido oportuni­dad de conocer y de debatir, voy a hacer un leve cambio en lo que tenía pensado como exposición.
Ante todo, compañeras y compañeros, quiero decirles que esta reivindicación masiva del Che que está haciéndose en to­dos lados y que tiene una significación seguramente trascenden­tal, segura­mente trascendental, no puede dar lugar, no debe dar lu­gar, no debemos permitir que dé lugar a una pugna por la apro­piación del Che. Nosotros, los que no creemos en la pro­piedad privada de los medios de producción, no deberíamos tampoco creer en la propie­dad privada de este medio fantástico de pro­ducción de futuro que es el cuerpo teórico, político y práctico legado por Ernesto Gue­vara. Nosotros, por lo tanto, no vamos a tratar de decir que el Che decía lo que nosotros hace­mos. Yo represento una corriente de pensamiento y una organi­zación po­lítica. Nosotros vamos a ex­plicarle cómo vemos basa­dos en la enseñanza del Che, que a su vez era un exponente, uno de los máximos exponentes contados con los dedos de una mano en el siglo, del pensamiento científico del socialismo, del marxismo, del materialismo dialéctico.
Cuando el Che libró su último combate recién comenzaba la larga crisis de la economía mundial capitalista que hoy está en su apogeo. Claro que 30 años pueden parecer demasiado, y a mu­chas personas que han oído repetir a lo largo de todos estos tiem­pos que el capitalismo estaba en crisis, y al mismo tiempo prota­gonizar acontecimietnos como la caída de la Unión Sovié­tica y el fortalecimiento extraordinario del imperialismo en el cuadro polí­tico mundial, esta idea de la crisis puede resultarles ridícula. Pero es que los tiempos de la historia no son los mis­mos que los tiem­pos de los individuos. Y si para un hombre, como algunos de los que estamos aquí, estos 30 años de victo­rias y de muchas derro­tas, de lucha constante, pueden significar prácticamente toda la vida, para el desarrollo de una sociedad, para el desarrollo de una idea hacia el futuro, de libertad ge­nuina, de fraternidad real, es muy poco tiempo, es muy poco tiempo. Y hace 30 años, hace muy poco tiempo, cuando caía el Che, cuando recién comenzaba a manifestarse una crisis estruc­tural que hoy está en su punto de apogeo y que va a agravarse día a día, inexorable e inevitable­mente en todo el mundo, digo, hace 30 años esa crisis no se mani­festaba en los centros del im­perialismo. En los centros metropoli­tanos del gran capital se manifestaba en el plano de la teoría, la podían ver quienes mi­ra­ban a la realidad como debe mirarse, es decir, desde la totali­dad del planeta y desde circunstancias que no aparecen a la vista. Pero como quiera que sea, era sólo el co­mienzo de la cri­sis, y los centros metropolitanos gozaban de un enorme poderío, por­que fundamentalmente gozaban de una enorme estabilidad y de un altísimo estándar de vida en sus pro­pios países. Esa es­tabili­dad política, institucional, y ese altísimo nivel de vida era el re­sultado, como siempre lo fue, de la expolia­ción brutal, fe­roz, despiadada de los países subdesarrollados, de los países semico­loniales, de los países dependientes, como el nuestro. Pero como quiera que sea, esa expoliación, ese drenaje espan­toso de rique­zas desde los países semicoloniales hacia las me­trópolis imperia­listas les permitía a aquellos países tener un al­tísimo estándar de vida, tener comprada la conciencia y la con­ducta política de sus clases obreras, y a partir de allí aparecer ante el mundo con una enorme solidez denominada democracia. Fal­samente denomi­nada democracia.
Transcurrido este ciclo, y aunque en estos años nosotros po­damos contabilizar innumerables derrotas, se ha ido manifes­tando de manera sistemática la progresión de aquella crisis, una crisis que la teoría marxista de la economía y de la sociedad ca­pitalistas habían previsto con absoluta precisión, y que el Che como mar­xista había descubierto con absoluta agudeza, contra lo que se de­cía en aquella época. La derrota del Che por eso no puede ser en­tendida como lo que realmente fue, hoy día, por aquellos que se preguntan cómo es posible que el pensamiento del Che mueva a decenas y centenas de miles de personas, la mayoría de ellos jó­venes, en todo el mundo. Bueno, porque sencillamente aquella ba­talla que muchos dieron por concluida en realidad apenas ha co­menzado, apenas ha comenzado.
Treinta años después, el imperialismo consiguió lanzar una contraofensiva a la que nosotros denominamos global y estra­té­gica, a la mitad de este ciclo de 30 años, de tres décadas, y esa contraofensiva fue efectivamente exitosa en todos los terre­nos, en el terreno económico, en el terreno militar, en el terreno reli­gioso, en el terreno cultural, desde luego en el terreno polí­tico, pero también en el terreno ideológico. Nos convencieron a mu­chos de que no había más crisis del capitalismo y de que el capi­talismo es inconmovible, que lo único que se puede hacer con el capitalismo es tratar de humanizarlo un poquito. Son in­contables los intelec­tuales y los políticos que se quebraron ante esta fuerza ideológica arrolladora durante mucho tiempo, y hoy es absolu­tamente evi­dente la falsedad de esta noción. Absolu­tamente evi­dente es hoy que el capitalismo, tal como lo predice el estudio científico de sus leyes, de su movimiento normal, de su funcio­namiento normal, atraviesa una profundísima crisis, después de haber vencido en su gran contraofensiva, después de habernos derrotado no sólamente en Bolivia, también en Gra­nada, tam­bién en Nicaragua, también en Argentina, también en Chile, en Uruguay y para qué repetir lugar por lugar. Después de haber­nos derrotado, ¿qué tienen en el mundo?, ¿qué hay en el mundo hoy?. No quiero abrumarlos con cifras, pero todos sa­ben, hace muy poco tiempo se hizo una reu­nión de jefes de es­tado, a la cual muy pocos jefes de estado asu­mieron porque no tuvieron el coraje de hacerlo, y uno de los muy pocos fue Fidel Castro. Se llamó Cumbre contra el hambre en Roma, y ahí los estudiosos de las Naciones Unidas respecto de cuánto hambre hay en el mundo dictaminaron que hay mil millo­nes de perso­nas en el pla­neta que viven permanentemente con hambre. En el planeta vi­ven alrededor de cinco mil quinientos millones de personas, es decir que prácticamente una de cada cinco perso­nas en la hu­manidad viven en hambre permanente. ¿Qué clase de sistema es aquel que no puede, no ya darle las grandes con­quistas a las que ha arribado el ser humano hoy, a la población del planeta, no ya permitirle el acceso a la ciencia, el confort, al arte, a la libertad, no, no, esas ya son cosas excesivas para pe­dir, no les puede dar comida? ¿Qué clase de fortaleza tiene ese sistema que a uno de cada cinco seres humanos en el planeta no le puede dar comida?. Y después de una semana de sesión en Roma y de discutir pro­fundamente los planes para acabar con el hambre en el mundo ¿saben a qué conclusión se llegó?. Que en el 2020 se podrá re­ducir la cifra de mil millones a 800 millones de hambrientos. Fí­jense qué victoria, en 25 años vamos a poder re­ducir la cifra de mil millones a 800 millones, y es muy difícil pen­sar, hacerse la imagen en la cabeza de cuánto es mil millo­nes de personas. ¿Qué clase de fortaleza tiene un sistema que está expo­liando hasta ni­veles inconcebibles a los regímenes a los que do­mina, a los paí­ses a los que subordina económica y política­mente?.
No hace falta conocer la realidad internacional, fíjense lo que ha pasado en la Argentina en los últimos 30 años. Es otro país, es un país donde cada trabajador trabaja el doble y gana la mitad de lo que ganaba hace 30 años. Trabaja el doble y gana la mitad. Y además hay prácticamente entre un 40 y un 50% de la pobla­ción económicamente activa o desocupada o semiocu­pada o con pro­blemas gravísimos laborales. ¿Qué clase de for­taleza tiene un sis­tema que en lugar de producir el desarrollo, el mejoramiento del ser humano, destruye países y personas, como lo estamos vi­viendo en nuestro propio país?. ¿Cómo se pueden permitir los profesores universitarios, los periodistas de renom­bre, los teóri­cos al uso, decirnos que el capitalismo es fuerte?. ¿Cómo se pueden permitir los políticos que nos llaman a ven­cernos, a dar­nos por resignados, cómo se pueden permitir decir que hay un sistema fuerte frente a nosotros, cuando además de todo esto en los cen­tros del imperialismo hay 38 millones de de­socupados?. En los países altamente desarrollados, compañeros, hay 38 mi­llones de desocupados. Y si uno multiplica esta cifra por un mí­nimo de cuatro personas, qué nos da: más de 150 mi­llones de personas so­bre un total de alrededor de unos 700 mi­llones de personas que viven en esos países altamente desarro­llados. Sa­quemos un poco de cuentas. Hay cinco mil quinientos millones de habitantes en el planeta. Unos 700 a 800 viven en los países altamente desarrolla­dos. Quiere decir que viven en los países pobres, miserables, ex­poliados, vivimos alrededor de cuatro mil ochocientos millones de habitantes. Pero en los pro­pios centros hay 150 o más millones de personas que viven en la miseria igual que los miserables del Ter­cer Mundo. ¿Cómo osan querer explicarnos que esto es un sis­tema fuerte?.
Tiene un único punto de fortaleza este sistema: nuestra de­bi­li­dad. Ése es el único punto de fortaleza que tiene. Y yo diría que el principal punto de debilidad nuestro es ideológico, es el no tener claro lo que pasa en el planeta, es el no reivindicar con altivez, sin ninguna clase de altanería pero sin ninguna clase de complejo, las ideas científicas del desarrollo social, el mar­xismo. Y esto es el Che. El Che no era simplemente un luchador ague­rrido. Era ante todo un luchador aguerrido, claro. Pero era un hombre que había estudiado el marxismo, que había asimi­lado las leyes científicas de la historia. Y cuando después de la lucha o de la primera fase de su lucha tiene una instancia de victoria y le toca ejercer el po­der, aparece en toda su enorme magnitud el Che teórico. Todavía no están recopiladas todas sus obras. Hay la idea de que el Che es una boina con una me­tralleta en la mano. Claro que es eso, pero tiene más de diez li­bros escritos, y entre esos diez libros escritos el Che tiene algu­nas de las con­quistas más finas del pensamiento económico marxista, tiene contribuciones absolutamente origina­les al pen­samiento econó­mico marxista. Lo fundamental de él es que ejercía precisamente un marxismo genuino frente a la falsifi­ca­ción absoluta del mar­xismo que significaban aquellos que os­tentaban el papel oficial del marxismo. Frente al anquilosado pen­samiento o falta de pen­samiento teórico de todas aquellas ins­tan­cias políticas, ideológi­cas o científicas en el plano de las hu­mani­dades que tenían su meta en Moscú, el Che tenía un pensa­miento que era original porque era marxista, porque hundía sus raíces en la obra mar­xista. Frente, por ejemplo, al tema de los in­centivos materiales en la construcción de una so­ciedad nueva, el tema de los temas del Che, frente a la idea de cómo se construye el hom­bre nuevo, mientras en los países de la órbita soviética y en las fuerzas polí­ticas que reproducían es­tas ideas falsamente marxistas se decía que eran los incentivos materiales, es decir más cantidad de di­nero, más cantidad de bienes, más cantidad de pre­bendas, lo que permitiría la cons­trucción de una nueva sociedad, el Che de­cía son los incentivos morales los que producen un hom­bre nuevo, y son los hombres nuevos los que fundan sociedades nuevas. Al­gunos pretenden ahora entender que esto era un signo de idea­lismo del Che. Nada más falso, compañeros y compañeras, nada más falso que esto. Es la esencia del pensamiento materia­lista y dialéctico la que descubren algunos textos antológicos so­bre eco­nomía del Che, sobre la ley del valor, en disputa con los teó­ricos del sta­linismo de entonces, mostrando que es en la mate­rialidad del proceso de trabajo donde se forman las ideas, y es en la lucha de las ideas donde se transforma la materialidad del pro­ceso de trabajo. No hay un signo más claro de la profundidad del pen­sa­miento materialista dialéctico de Ernesto Guevara que pre­ci­sa­mente su combate en torno a la ley del valor. Yo invito a to­dos los jóvenes a que lean esos textos, que les pueden parecer un poco dificultosos, les pueden parecer un poco áridos, pero ya que han tenido la inteligencia y la sensibilidad para acudir al lla­mado de los organizadores de esta Cátedra, súmenle a eso el es­fuerzo del estudio, porque no está separado el estudio de la mili­tancia y de la lucha, y no está separada la lucha del estudio.
Decía al comienzo que creo, estoy absolutamente conven­cido, que el único punto de fortaleza del capitalismo en el mundo es nuestra debilidad. Y nuestra debilidad no se solu­ciona con vacíos llamados a la unidad. Claro que tenemos que unirnos, por su­puesto, si todo nos empuja a unirnos, si nos están destru­yendo el país, nos están destruyendo nuestros viejos, nos están destruyendo a nuestros hijos y nos están destruyendo a noso­tros. ¿Cómo no nos vamos a unir?. Pero cómo vamos a unirnos. ¿Con invocacio­nes a la unidad o con proyectos de fu­turo, y con qué clase de pro­yecto de futuro, cómo se arma un proyecto de futuro para un país, para un continente, para un planeta en cri­sis?. Se lo arma con per­sonas capaces de pensar, de entender, y se piensa y se entiende con certeza, cuando se tienen instrumen­tos para ello. Y esos ins­tru­mentos los ha forjado la humanidad a lo largo de su historia y han sido consumados en un cuerpo doc­trinario y teórico que es el marxismo, y tiene hé­roes y mártires, y tiene figuras señeras en la lucha contra el im­perialismo.
En aquel momento el Che Guevara no contaba con un aliado fundamental con que hoy contamos nosotros. Ustedes tal vez no lo han leído porque estas noticias no tienen lugar en las páginas de los diarios, ni en los canales de televisión, ni en los noticieros de radio, pero acaba de llevarse a cabo una huelga de dos meses en Estados Unidos; 185 mil obreros llevaron a cabo una huelga y la ganaron, y la ganaron. Aquello que parecía como inconmo­vi­ble, como absolutamente monolítico en la época del Che, las so­ciedades altamente desarrolladas, no son más eso. Ustedes sa­ben lo que le pasó al presidente francés Chi­rac cuando llamó a elec­ciones, y ustedes saben que los que ga­naron no van a dar res­puesta a la demanda de los que votaron masivamente contra el programa llamado neoliberal. A dónde va a ir toda esa fuerza, a dónde va a ir toda esa fuerza que en Inglaterra barrió con el go­bierno conservador, y a dónde va a ir toda esta fuerza que está acá, compañeros. Es nuestra respon­sabilidad encontrar un camino para toda esta fuerza, y es nues­tra responsabilidad decir que si en aquel momento la batalla antiimperialista, cuyo punto más alto fue la muerte del Che, tuvo una circunstancia de de­rrota, estamos 30 años después en condiciones infinitamente más favorables desde el punto de vista objetivo para librarla con una perspectiva cierta de victo­ria. No hay exitismo acá. No los quiero abrumar con cifras y datos, pero si ustedes los piden luego del debate puedo darlos. El capitalismo está atravesando una crisis enorme. En los países de la ex órbita soviética no se volvió al capitalismo, no se vol­vió al capitalismo, se destruyó la economía planificada pero no se pudo afirmar el capitalismo, y aquello es una inmensa masa geográfica y humana en el más ab­soluto caos. Y en los paí­ses capitalistas dependientes están peor de lo que estamos en Ar­gentina. El gran desafío de hoy en ade­lante, el gran desafío que ustedes, los más jóvenes que están aquí, van a protagonizar en su máximo nivel es el de la revolu­ción mundial, la revolución an­ti­capitalista. No estoy diciendo palabras grandilocuentes. Hay da­tos objetivos que aquel sueño del Che no tenía nada de sueño, que el Che no era un mero utopista, que jamás luchó por utopías, lu­chó por la realidad de la perspectiva de la revolu­ción. Y que su caída no es nada más que un mero, pequeño, aunque muy dolo­roso, pero un mero, ínfimo momento de la his­toria. Y yo creo que eso es lo que debemos rescatar en este momento.
Que nadie se apropie de la figura del Che. Que nadie se apropie de la figura del Che. Hemos estado en distintas Cáte­dras en distintos puntos del país y es muy sano, muy rico lo que han conseguido los organiza­dores de esta Cátedra. Es trascen­dental, como dije al comienzo. Y creo que una de las cosas que tene­mos que plantear es que esta ta­rea extraordinaria no puede ser tergi­versada por la idea de tergi­versar al Che. Porque el Che era su lu­cha. El Che está en sus tex­tos y está en sus actos, no puede ser transformado en beneficio de ningún partido ni de ninguna co­rriente hoy día, tiene que ser transformado en una reivindica­ción de la decisión, la voluntad de cambio anticapita­lista basada en la ciencia de la revolución, que es el marxismo. Nada más compañe­ros, gracias.

G. Cieza:
Vamos a presentar a Claudia Korol, secretaria de redacción de la revista América Libre, coordinadora de la Cátedra del Che en Rosario.

Claudia Korol:
Quiero, en primer lugar, agradecer a los organizadores de la Cátedra la invitación, y decirles que en todos los lugares donde es­tamos participando de cátedras como ésta -vengo ahora de una cátedra en Salta-, se está produciendo esta misma situación, este mismo fenómeno de expansión, de multiplicación del pen­sa­miento y del ejemplo del Che. Y uno se pregunta y se pregun­tan en las cátedras por qué se da esto ahora, sin intentar respon­derlo, en todo caso agregando algún argumento más a este de­bate. En­tiendo que es un momento en que el Che está volviendo junto a todos los que fueron negados en todos estos años en los que se pretendió que había triunfado el imperio, que habían triunfado los poderosos, que habían triunfado a sangre y fuego los que impusie­ron el modelo que hoy está en curso en nuestros países. A mí cuando yo estudiaba en la Universidad de La Plata tenía la noticia cotidiana de los compañeros caídos, de los com­pañeros desapare­cidos, tuvimos esa terrible noticia de la Noche de los Lápices, en­tonces es realmente impresionante estar acá donde uno siente que junto al Che vuelven todos esos compañe­ros, vuelven a estar junto a nosotros todos los caídos, todos los que dieron su sangre, todos los que entregaron sus vidas para tratar de seguir, no el ejemplo de una sola persona sino, en todo caso, el compromiso con una causa, con un ideal de justicia, de libertad y de dignidad. Y creo que entonces es más difícil ha­blar, por lo menos a mí se me hace más difícil hablar, porque me siento frente a ustedes pero también frente a esa historia que nos golpea y que nos recuerda permanentemente las dificultades que hemos tenido para forjar algo que el Che sí llamó en el único «Mensaje» que él escribió a los argentinos, en donde con­vocó a la unidad, a formar un frente para luchar contra el im­perialismo. Es decir, todavía esta multi­plica­ción del ejemplo de la imagen del Che tal vez no tenga su co­rre­lato en la necesaria unidad, en todos los esfuerzos que debamos hacer para cons­truir profun­damente el frente que él hablaba cuando decía que todo es parte de una sola lucha y que es ver­dad cuando el imperialismo nos llama con un denominador común porque aún cuando las ideo­logías cambien, aún cuando uno se re­conozca comunista o so­cialista o peronista o de cual­quier otra ideología política en determinado país solamente caben dos posiciones en la histo­ria: o se está a favor de los mono­polios o se está en contra de los monopolios. Esto lo dijo el 25 de mayo del 62 y creo que todavía estamos en deuda en esta gran tarea.
Quiero referirme, en todo caso, a una parte del temario de hoy que es cómo entendió el Che, cómo desde el marxismo del Che se entendió el tema del imperialismo y de la lucha antiim­pe­rialista. Y quiero señalar muy brevemente, en todo caso, que el marxismo del Che se formó, fundamentalmente, a partir de tres experiencias muy importantes que son el estudio, como acá se ha dicho, del marxismo, de los clásicos del marxismo, de los que han analizado el funcionamiento del capitalismo, han tra­tado de desnudar sus contradicciones, los que han analizado el imperia­lismo, es decir de estudios. En segundo lugar, de sus viajes por América Latina, donde él fue reconociendo la mise­ria, el dolor, la pobreza, es de­cir, las consecuencias prácticas que tiene el ejercicio de la domi­nación imperialista para nues­tros pueblos, y se lo fue chocando en las calles de Bolivia, en las minas de Chile, en Perú, en Guate­mala -donde pudo ver la intervención imperialista para derrocar al gobierno de Arbenz-, en México, es decir, a lo largo de todo nues­tro continente. Y también, y creo que de manera decisiva, en su encuentro con los revolucionarios cubanos y particularmente con Fidel Castro, que venían forma­dos en la tradición antiimpe­rialista que lleva el sello de José Martí, que hasta el día de hoy es no sólo el au­tor intelectual, como ha dicho Fidel, del Moncada, sino también uno de los pa­dres de la Revolución Cubana. Desde estas tres, di­ría, la inte­gración de estas tres experiencias el Che analiza el imperialismo.
Yo no quisiera hacer citas extensas, pero voy a leerles algu­nas porque me parece que es bueno que el Che hable también en estas Cátedras a partir de lo que él escribió, por ejemplo, cuando en la Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas, representando al gobierno cubano, imagi­némosnos repre­sentante de un gobierno en el foro de las Nacio­nes Unidas, él dice: La naturaleza misma del sistema ca­pitalista desarrollado en plena expansión traslada hacia los países de­pendientes las formas más abusivas y menos en­mascarables de la explotación. Es la penetración de los capi­tales de los países desarrollados la condición esencial para establecer la depen­dencia econó­mica. Esta penetración ad­quiere formas diversas, se presenta como préstamos en con­diciones onerosas, bueno acá podría es­tar hablando no hace tantos años ¿no?, préstamos en condiciones onerosas, inver­siones que sujetan a un país dado a los inver­sionistas, de­pendencia tecnológica casi abso­luta del país de­pendiente hacia el país desarrollado, control del comercio ex­terior por los grandes monopolios internacio­na­les, y en último extremo, dice él, utilización de la fuerza como potencia econó­mica para reforzar las otras formas de explotación. Ésta es la de­nuncia que en nombre del gobierno cubano y de la Revolución Cubana él hacía en los foros interna­cionales como las Naciones Unidas. Y decía también que a ve­ces esta penetración ad­quiere formas más sutiles, como la utili­zación de los orga­nismos in­ternacionales financieros crediti­cios y de otro tipo, mencionaba al Fondo Monetario Internacio­nal, el Banco Inte­ramericano de Desarrollo, el GATT, como ejemplos, decía él, de organismos in­ternacionales puestos al servicio de las grandes potencias ca­pitalistas, fundamental­mente del impe­rialismo noerteameri­cano. Y decía, entonces, que en última ins­tancia se preparan para reprimir, y decía los imperialistas se preparan para reprimir a los pueblos america­nos y están formando la internacional del crimen.
No voy a seguir con la cita. Simplemente quería decir que de­nuncias que hoy podríamos suscribir en cuanto a las formas de dominación económica sobre nuestros pueblos, las formas de agresión, al chantaje que significan los supuestos créditos y ayu­das financieras de parte de los países capitalistas, eran de­nuncia­dos en los foros internacionales ya por el Che Guevara. Y el re­sul­tado era el subdesarrollo, que él lo trató de explicar de esta manera, dice: ¿Qué es subdesarrollo?. Un enano de cabeza enorme y tórax henchido es «subdesarrollado» en cuanto sus débiles piernas o sus cortos brazos no articulan con el resto de su anatomía; es el producto de un fenómeno teratológico que ha distor­sionado su desarrollo. Eso es lo que en rea­li­dad so­mos noso­tros, los suavemente llamados «subdesarro­llados», en verdad países coloniales, semicolonia­les o depen­dientes. So­mos países de economía distorsionada por la ac­ción imperial, que ha desa­rrollado anormalmente las ramas industriales o agríco­las nece­sarias para complemen­tar su compleja econo­mía. El «subdesa­rrollo», o el desarrollo distor­sionado, conlleva peli­grosas espe­cializaciones en mate­rias primas, que mantie­nen en la amenaza del hambre a todos nuestros pueblos. Noso­tros, los «subdesa­rro­llados», somos también los del monocul­tivo, los del mono­producto, los del monomercado. El latifundio, a través de sus conexiones con el imperialismo, plasma el lla­mado «subde­sarro­llo» que da por resultado los bajos salarios y el desem­pleo. Es decir, también estamos hablando de situacio­nes actuales y que es­tamos vi­viendo cotidianamente.
Si tuviéramos que resumir, que sintetizar, algunos de los en­foques que el Che hizo, entonces, sobre qué es el imperialismo, que es esta forma de dominación, podríamos realizarlo de esta manera. Por un lado, él denunció esta forma de explotación de los países capitalistas hacia los países dependientes, que no re­pito porque lo leí en la cita. Menciona y denuncia, también, el papel del latifundio, como parte de las estructuras que refuerzan esa dominación. Y hace hincapié, en varios textos, en un tema que es las burguesías locales como socias del imperialismo. Las burgue­sías de cada uno de nuestros países y sus gobiernos como factores que han permitido que se estableciera en todos los paí­ses, en par­ticular de nuestro continente, esta forma de domina­ción. Esto en debate con las posiciones que argumentaban po­sibilidades de que las burguesías nacionales enfrentaran, fueran parte del frente que luchara contra el imperialismo. Él decía que si en algún momento pudo haber sido, ya se demostró que a la hora de decidirse las burguesías nacionales se aliaban o eran presionadas por los go­biernos imperialistas y terminaban traba­jando para ellos.
Esta definición, esta búsqueda de conclusiones, lleva tam­bién a denunciar algunos temas: la acción militar del imperia­lismo como sangrientas agresiones contra nuestros pueblos. Lo hizo hace 30 años. Después nosotros vivimos otras sangrientas agre­siones con el apoyo imperialista, como puede haber sido Chile, que ahora en estos días se recuerda un nuevo aniversario de ese golpe sangriento, financiado por la CIA, por la ITT, es decir, por los monopolios norteamericanos. Pero también hemos vi­vido lo que ha hecho el imperialimo en Panamá, y su san­grienta agresión e intervención para aplastar los deseos de sobe­ranía de un pueblo. Hemos visto cómo ha financiado a la contra en Nica­ragua, y cómo ha sido factor de bloqueo y de agresión contra la Revolu­ción Sandinista. Y vemos hasta el día de hoy cómo el im­peria­lismo, a través del bloqueo económico, a través de la ley Helms-Burton, a través de innumerables instrumentos, pretende ahogar y acorralar a la Revolución Cubana e imponerle su forma de eco­nomía, de po­lítica, de vida, a los propios cuba­nos, avasa­llando su dignidad y su capacidad de autodetermina­ción.
Me parece, entonces, que alguno de estos argumentos que el Che da, si bien como se explicó recién, muy bien, el mundo ha seguido desarrollándose e incluso ha habido transformaciones, muchos de estos elementos nosotros los podemos, hasta el día de hoy, analizar como vigentes. Y en todo caso, los cambios que han habido y las derrotas que aquí se han mencionado, que yo no voy a repetir, lo que han hecho es agravar la situación y las posibili­dades de explotación, por un lado, del imperialismo, han permi­tido agravar las condiciones de agresión del imperialismo, y no han logrado resolver uno solo de los problemas y los dra­mas que ya se denunciaban hace 30 años.
Este análisis que hace entonces el Che del imperialismo, el Che, como Fidel, como los revolucionarios de ese entonces cu­ba­nos, también lo lleva a formular un enfoque de la lucha an­tiim­perialista. Es decir, no sólo dicen ésta es la situación, vivi­mos explotados, sino que plantean que así como el imperia­lismo es un factor de dominación global, político, económico, cultural, mili­tar, también la lucha antiimperialista tiene que ser global. Y que la lucha antiimperialista no se puede resolver sólo desde un solo país, sino que debe ser parte de una estrate­gia mundial, y espe­cialmente hablando de nuestro continente, de una estrategia con­tinental de los revolucionarios. Y así como el imperialismo tiene sus bases económicas, por un lado, pero también sus bases milita­res y su acción de dominación en todo el mundo, hay que ir soca­vando esas bases que ellos tienen de apoyo, golpeando en cada uno de los países. Y en esta perspec­tiva la liberación de un país él la ve como parte de una batalla por la liberación mundial, por la revolución mundial.
En ese contexto es que él escribe su último «Mensaje» que fue enviado a los pueblos del mundo a través de la Tricontinen­tal, donde él señala así: Sinteticemos así nuestras aspiraciones de victoria: destrucción del imperialismo mediante la elimina­ción de su baluarte más fuerte: el dominio imperialista de los Esta­dos Unidos de norteamérica. Tomar como función tác­tica la li­beración gradual de los pueblos, uno a uno o por grupos, lle­vando al enemigo a una lucha difícil fuera de su terreno; li­qui­dándole sus bases de sustenatción, que son sus territorios de­pendientes. Y dice más adelante ¡Cómo podría­mos mirar el fu­turo de luminoso y cercano, si dos, tres, mu­chos Vietnam flo­re­cieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación que en­traña para éste de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo!
Traigo esto porque, entonces, entender la batalla del Che es la propuesta de la elaboración de una estrategia continental y mun­dial de lucha antiimperialista por parte de las fuerzas revo­lucio­narias y de los pueblos. Y en ese contexto se inscribe el viaje del Che a Bolivia. Acá ha habido tremendas tergiversa­cio­nes desde las biografías oficiales, desde las que están en curso como la de Castañeda, como las que se han escrito antes como la de Ricardo Rojo, que se llama Mi amigo el Che, desde distin­tos escritos que pretenden que el Che se fue de Cuba por­que es­taba enojado con la Revolución Cubana, porque estaba enojado con Fidel. Yo digo que es hablar en contra del pensa­miento del Che, que desde el co­mienzo de la Revolución for­muló, por un lado, sus deseos de con­tinuar la lucha revolucio­naria pero que, sobre todo, elaboró una estrategia que es ésta que menciona en el «Mensaje de la Triconti­nental», que es la de abrir nuevos Vietnam en todo el continente. ¿Con qué obje­tivo?. Con el ob­jetivo de dispersar las fuerzas del imperialismo, que no sea tan fácil y tan sencillo para el imperia­lismo primero concentrar todas sus energías sobre Vietnam, para después con­centrar toda su energía sobre Cuba, para después concentrar toda su energía sobre tal o cual país que intenta libe­rarse. De­cía, nosotros esta­mos intentando llevar luchas de libera­ción se­paradas, aisladas, y eso favorece la estrategia del imperia­lismo; creemos simultáne­amente dos, tres, muchos Vietnam, obli­gando al imperialismo a dispersar sus fuerzas. Éste era el sentido de Bolivia, digo, me parece que es importante decirlo una y otra vez, sobre todo por las grandes tergiversaciones que se han reali­zado.
Y también decir, ya que estamos en este tema, que Bolivia no era sólo Bolivia, también Perú, era Argentina, era un plan para el Cono Sur de América Latina, donde luego de formar el núcleo fundamental del ejército revolucionario en Bolivia, la idea que una columna fuera para Perú y que otra columna vi­niera para Ar­gentina encabezada por el Che. Y de alguna ma­nera, digo, el Che volvía para la Argentina en sus planes, ésta era su idea, y volvía para hacer realidad esto que se dijo en los primeros años de la Re­volución Cubana, de convertir a la Cordi­llera de los Andes en la Sierra Maestra de América Latina. Me parece que esto también es importante que lo conozcamos. Por­que la otra gran tergiversación fue que, bueno, el Che se fue de Argentina y no volvió nunca más, el Che a los argentinos no nos dio nada, y en todo caso dio como un hombre ajeno que es­tuvo en la Revolución Cubana y que estuvo después posterior­mente en Bolivia. Yo creo que tam­bién tener en cuenta que sí, que el Che era un hombre latinoame­ri­cano, era un internacionalista, era un hombre que podría haber dejado su sangre en Cuba, en pri­mera instancia, pero también en el Congo, y bueno, no hu­biera llegado nunca a poder realizar este plan, y que dejó en Bolivia, pero que dentro de sus planes de par­ticipación ya per­sonal es­taba aportar a la lucha de liberación de la Argentina. Quisiera, entonces, señalar que esa batalla que quedó inconclusa con su detención y posterior asesinato en Boli­via, y acá también hay que decir, tal vez fue uno de los primeros desa­parecidos, porque trataron celosamente de ocultar su cuerpo du­rante tantos años, y hoy tal vez también vuelve por esto de que están vol­viendo mu­chas cosas en el 30 aniversario, pero ese com­bate inconcluso yo entiendo que tiene posibili­da­des y tiene nece­sidad de ser conti­nuado en la medida que no­sotros logremos, por un lado, inter­pretar los nuevos sucesos, las nuevas características que asumen la lucha en el mundo actual. Y obvia­mente yo no me voy a ex­tender porque comparto buena parte del diagnóstico de cómo se expresa hoy el capitalismo en el mundo actual que hacía Bilbao. Pero creo que hay que seña­lar en todo caso, o junto con esto, que así como los Estados Unidos ha lo­grado, a partir del fin de la bipolaridad, un nivel de hegemonía militar, tecnológica, eco­nómica, fundamentalmente también a través de los medios de comunicación, que se ejerce a través de la formación de opinión pública, que se ejerce tam­bién a través de la cátedra universita­ria, que se ejerce también a través de la forma­ción ideológica que se da en la escuela pri­maria y secundaria, es decir, utili­zando todas las formas de re­producción ideológica co­nocidas, yo comparto esta idea de que de todas maneras el capita­lismo no resolvió nin­guno de los problemas de la humanidad. Y no lo resolvió porque no se plan­tea resolverlos, porque la lógica del capitalismo no es re­solver los problemas de los pueblos, sino acumular ganancias para los grandes capitales. Y entonces la ten­dencia, por más que pudiera haber un momento de floreci­miento, digamos, de la eco­nomía, va a ser que cualquier inno­vación tec­nológica, cual­quier buena cosecha, cualquier beneficio posible que surja de la eco­nomía, lo que hace es engordar más las ganan­cias de los capitalis­tas y agrandar más la brecha entre los que tie­nen y los que no te­ne­mos nada.
Entonces, me parece que en este marco plantearnos la po­sibi­lidad de articular un frente de lucha contra el imperialismo, la posibilidad de intentar superar las diferencias para poder ir cons­truyendo la fuerza social necesaria que libre la batalla en todos los terrenos, que pueda disputar esa hegemonía ideoló­gica, que pueda disputar a la acción política, que pueda dispu­tar la batalla en el terreno que se plantee la batalla, sobre la base del protago­nismo, de la movilización, de la participación popular, es uno de los grandes desafíos. Y en esto creo que nos podemos inspirar per­fectamente en el Che, en su «Mensaje» y en su última palabra lle­gada a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental, cuando decía: Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos con­tra el gran enemigo del género hu­mano: los Estados Unidos de norteamérica. Ojalá nosotros logremos, superando todas las di­fe­rencias, construir la unidad de nuestro pueblo y aportar a la uni­dad de los pueblos de Amé­rica Latina, y a la unidad de todos los que en cualquier lugar del mundo levantamos las banderas de la liberación y de la dignidad. Muchas gracias.

G. Cieza:
Vamos a pasar ahora a la parte de las preguntas y a los apor­tes que se quieran hacer. Una pregunta que me acercaron, que es­taba planteada a los dos expositores, que era que desa­rrollaran el concepto de estímulos materiales.

L. Bilbao:
Bueno, como dije anteriormente, el problema de los estímu­los materiales fue motivo de una polémica muy profunda, que en úl­tima instancia hacía a la esencia del pensamiento econó­mico marxista, pero también, y yo diría, fundamentalmente al pensa­miento filosófico marxista. La forma pública de esta po­lémica era si para que un obrero trabajara mejor se le debía o no dar in­centi­vos materiales, sea esto en forma de un aumento salarial o cual­quier forma de beneficio material. Quienes no ponían el acento en los incentivos materiales de ningún modo negaban la necesidad de un mejoramiento material permanente de los trana­jadores y del conjunto de la población, esto está claro. Pero, decía, el problema para nosotros no está planteado sencillamente en la idea de pro­ducir más en términos de bienes producidos, sino de que ésta pro­ducción, además de un bien ma­terial, pro­duzca un bien inmate­rial. Es decir, que el modo en que se rela­ciona la autoridad eco­nómica, la autoridad política, la autoridad de una determinada área de la producción, con el productor di­recto, es decir, con el obrero, no tiene que atender sencillamente a obtener un resultado numérica­mete mayor en términos de bie­nes materiales, sino que tiene que estar preocu­pado con qué pasa en la conciencia de esa persona que trabaja. Para los eco­nomistas soviéticos, que se lla­maban marxistas y no lo eran, como me parece que ahora está larga­mente probado, porque son los mismos los que defienden el in­tento fallido hasta hoy de re­torno al capitalismo, para estos eco­nomistas y dirigen­tes políti­cos, se trataba de superar, decían ellos, al capitalismo en cuanto a la cantidad y calidad de producción. Lo de la cali­dad era una palabra, porque en realidad nunca po­nían el énfasis en esto, sino sencillamente en la cantidad, y deja­ban por com­pleto de lado el problema de qué pasa en la cabeza de un obrero, de un trabaja­dor, cuando produce. La idea, entonces, acá tiene una manifes­tación económica, pero tiene una matriz de orden filosófica. Y por eso decía yo que la noción materialista, profundamente ma­terialista del Che, le permitió comprender que aquello que el obrero pensara iba a depender de aquello que el obrero hiciera, y a la vez, y ahí la otra parte de la filoso­fía mar­xista, la concep­ción dialéctica, aquello que el obrero hiciera iba a depender de lo que el obrero pensara.
Vamos a ver si traducimos esto un poco más sencillo. Si los compañeros organizadores de la Cátedra hubiesen propuesto una concurrencia a esta Cátedra diciendo, en la entrada, vamos a en­tregar una boleta con un número y vamos a sortear un Ford Fiesta, ¿es lo mismo que decirle a los jóvenes vengan a escu­char a dos personas que van a hablar del Che, pongan plata para pa­gar el sistema de sonido, vengan a trabajar con las sillas, como hizo el compañero?. ¿Es lo mismo?. Claro que no es lo mismo. Quién sabe. Vamos a suponer que con la rifa del Ford Fiesta viene más gente. De qué nos sirve. De qué nos sirve esa gente cuando sale de aquí. Y de qué nos sirve, cuando digo «nos» es­toy hablando del futuro de la humanidad, no estoy ha­blando ni de personas, ni de partidos, ni de nada, estoy ha­blando del fu­turo, de la sociedad. De qué le sirve a la sociedad alguien que ha venido a ver si se gana un Ford Fiesta y de qué le sirve alguien que ha venido a ver qué diablos pensaba este hombre que llevo puesto en mi camiseta.
Ésta es, en sustancia, la polémica sobre los incentivos mate­ria­les, y está profundamente arraigada en ideas filosóficas, aun­que se manifieste y se presentara en aquel momento en el te­rreno de una disputa ideológica en torno a la ley del valor, cosa demasiado complicada para resumir en pocas palabras aquí. Pero lo que es­taba en disputa es si el trabajador en una sociedad no capitalista tenía que ser incentivado a producir más con más salario, o di­ciendo, mirá, tenés que producir más porque tene­mos que mandar esto que vos producís a Angola, donde lo ne­cesitan porque están luchando contra el imperialismo. Vas a producir más, vas a traba­jar más, te vas a esforzar más y no te lo vamos a dar a vos, y no te vamos a pagar más para que traba­jes más, lo vamos a mandar a Angola. ¿Estás de acuerdo?. Y discu­tir esto en una asamblea de fábrica. Esto se hacía, esto propug­naba el Che, y lo contrario pro­pugnaban los economistas sovié­ticos. Y claro, ustedes no se pre­guntan por qué se equivo­caron tan escandalosamente, tan escan­dalosamente, personas que po­san de serios y de inteligentes, cuando al día siguiente de la caída de la Unión Soviética, con una sonrisa de conmisera­ción, dijeron mañana se cae Fidel. ¿Por qué se equivocaron?. Y miren que no eran solamente los de la dere­cha. Una buena can­tidad de genios progresistas de todo el planeta y de este país dijeron, sin ningún lugar a dudas, Fidel se cae ma­ñana, Cuba se cae mañana. Y durante varios años nadie abrió la boca en torno de esto, muy pocos eran los que abrían la boca para decir que esto no se cae. ¿Por qué no se cayó?. Se morían de hambre los cubanos después de la caída de la Unión Soviética. Pasaban hambre todos los días. ¿Por qué no se dieron vuelta con­tra su gobierno?. Los cu­banos tienen armas en las fábricas. ¿Por qué no usaron las armas contra su gobierno?. Porque tenían una cosa acá adentro, y la tenían porque producían de una manera di­ferente. Por eso decía que no se puede ni tomar el poder, ni man­tener el poder, ni construir una sociedad diferente si no se tienen instrumentos científicos para hacerlo, y ésa es la lección extraor­dinaria del Che. Probablemente la más rica de todas. Es­cúchenlo ahora, le­ánlo a Fidel cuando reivindica el pensa­miento del Che en esto. ¿Y por qué los obreros soviéticos vota­ban con las dos manos para el retorno al capitalismo?. Porque eran explotados, porque trabajaban en sus fábricas como se tra­baja en una fábrica capita­lista. Y sin ninguno de los beneficios que se tienen en las socie­da­des capitalistas desarrolladas, aun­que sí muchos beneficios en el plano material, ninguna duda, que han perdido ahora de ma­nera total. Pero estaban en contra porque no habían entendido qué cosa era el hombre nuevo. Es un tema muy difícil. No quiero ocupar el tiempo que le corres­ponde a Claudia, así que termino aquí.

G. Cieza:
Hay otra pregunta: En esta lucha contra el imperialismo plan­teada por el Che, ¿adónde queda el imperialismo ruso y qué plan­tea el Che sobre la Unión Soviética en su momento?.

C. Korol:
Yo voy a tratar de responder volviendo de nuevo al Che y no haciendo interpretaciones de lo que el Che pensaba. Primero, el Che nunca se refirió a la Unión Soviética como imperialismo ruso. Y yo diría que hubo dos momentos, para simplificar, en el análisis que hizo de lo que sucedía allá. El primero se los voy a leer. Les voy a leer un párrafo de un discurso que hace a las ju­ven­tudes el 28 de julio de 1960, donde él dice: Que países como Cuba en este momento, países revolucionarios y nada modera­dos, pueden plantearse la pregunta de si la Unión Soviética o si la China Popular es amiga nuestra, y no pueden responder en una forma tibia. Tienen que responder con toda la fuerza que la Unión Soviética, la China y todos los países socialistas, y aún muchos otros países coloniales o semicolo­niales que se han liberado, son nuestros amigos, y que en esa amistad, en la amistad con esos gobiernos de todo el mundo es que se pueden basar las realizaciones de una revolución americana, porque si a nosotros se nos hubiera hecho la agresión que se nos hizo con el azúcar y el petróleo y no existiera la Unión Soviética que nos diera petróleo y nos comprara azúcar se necesitaría toda la fuerza, toda la fe y toda la devoción de este pueblo que es enorme para poder aguantar el golpe que eso significaría. Esto lo dijo en el 60.
Él después hizo varios viajes, participó a nombre del go­bierno cubano de la discusión de numerosos tratados de inter­cambio, y en ese proceso él pasó a una posición crítica, por lo menos mucho más crítica de lo que decía en este momento, que se expresa, sobre todo, en un discurso en Argel, que él hace en 1965, en el que dice, hablando de la relación de los países lla­mados socialistas y los países que se liberan: Cómo puede signi­ficar beneficio mutuo vender a precios del mercado mundial las materias primas que cuestan sudor y sufrimien­tos sin lími­tes a los países atrasados y comprar a precios del mercado mundial las máquinas produ­cidas en las grandes fábricas au­tomatizadas del presente. Si es­tablecemos este tipo de relación entre los dos grupos de na­ciones debemos convenir en que los países socialistas son en cierta manera cómplices de la explo­tación imperial. Se puede argüir que el monto del intercambio con los países subdesarro­llados cons­tituye una parte insignifi­cante del comercio exterior de estos países. Es una gran verdad pero no elimina el carácter in­moral del cambio. Los países so­cialistas tienen el deber mo­ral de liquidar su complicidad tá­cita con los países explota­do­res de occidente. Y después dice: Si nos preguntan cuáles son los métodos para fijar precios equitativos no podríamos con­tes­tar, no conocemos la magnitud práctica de tal cues­tión, sólo sabemos que después de discusio­nes políticas la Unión Sovié­tica y Cuba han firmado acuerdos ventajosos para noso­tros mediante los cuales llegaremos a vender hasta cinco mi­llones de toneladas a precios fijos supe­riores a los normales en el llamado mercado libre mundial azucarero. La República Popu­lar China también mantiene los precios de compra.
Después de este discurso de Argel hay otro momento en que él se refiere a la Unión Soviética y a China, que es lo que antes yo mencionaba en el «Mensaje a los pueblos del mundo» que rea­liza a través de la Tricontinental, y donde él lo que hace, se los voy a leer también, es una crítica a las consecuencias de la di­visión en­tre la China y la Unión Soviética para los países que luchan por su liberación. Él dice así: La solidaridad del mundo progresista para con el pueblo de Vietnam semeja la amarga ironía que significaba para los gladiadores del circo romano el estímulo de la plebe. No se trata de desear éxitos al agre­dido sino de correr su misma suerte; acompañarlo a la muerte o a la victo­ria. Cuando analizamos la soledad viet­namita nos asalta la angustia de este momento ilógico de la humanidad. El impe­ria­lismo norteamericano es culpable de agresión… ¡Ya lo sabe­mos, señores! Pero también son culpa­bles los que en el mo­mento de definición vacilaron en hacer de Vietnam un pacto inviolable del territorio socialista, co­rriendo, sí, los riesgos de una guerra de alcance mundial, pero también obligando a una decisión a los imperialistas norteamericanos. Y son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas co­menzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos más grandes poten­cias del campo socialista.
Quería leerlo porque me parece que es la forma más clara de decir qué es lo que él pensaba. Efectivamente, él fue crítico ha­cia la Unión Soviética. No fue una visión, en todo caso, que la ubi­cara dentro del campo del imperialismo, pero sí ubicaba que la falta de la solidaridad, el deterioro del internacionalismo, eran elementos que golpeaban y que agredían a las fuerzas que lucha­ban por su liberación. Y fue particularmente crítico del signifi­cado que tenía, digamos, la contradicción entre la Unión Sovié­tica y China para el conjunto del movimiento revolucio­nario mundial.

G. Cieza:
Acá tenemos una pregunta para Luis Bilbao, que dice: ¿La propiedad de los medios de producción soluciona desigualda­des, quién distribuye, por qué modelo marxista deberíamos pe­lear, por el ruso, el cubano, etc. o uno superador?. Dentro del comunismo, ¿cómo se entienden las libertades?. Cuando Marx realiza su aná­lisis del sistema capitalista en 1848 aproximada­mente no tiene en cuenta la inclusión de los individuos en la sociedad de consumo, ¿cómo se puede analizar esto?. Son va­rias preguntas.

L. Bilbao:
Bueno, dos palabras, sin embargo, antes, respecto de la pre­gunta anterior. Me parece que lo leído por Claudia es categó­rico respecto de que la crítica del Che a la Unión Soviética era muy cruda, muy cruda, pero fíjense que no habla de imperia­lismo so­viético. Y una de dos: o la corriente política que hace esta pre­gunta o que sostiene esta posición y que genera, diga­mos, esta pregunta, cree que el Che era un cobarde y un hipó­crita y que por eso no decía las cosas como las pensaba; o con­cluye defini­tiva­mente que el Che no pensaba que la Unión So­viética era un im­perialismo. Mi interpretación es muy clara. El Che no pensaba que fuera el imperialismo, porque el Che era marxista. El Che era marxista, y el pensamiento marxista está muy elaborado en torno de la teoría del imperialismo, y real­mente hay que desco­nocerlo, o desecharlo, o manipularlo, para pretender poner en el cuadro del pensamiento marxista la no­ción de que la Unión So­viética era un imperialismo, como el imperialismo estadouni­dense. Es una vieja polémica que lleva­mos con estos compañe­ros, a los que respeta­mos y aun estima­mos, como estimamos a cualquier luchador. Pero es hora de que los compañerros que esgrimen esta posición saquen conclusio­nes acerca de las horri­bles deformaciones políti­cas que ellos mismos han tenido, de las tremendas desviaciones políticas concretas que han tenido en los últimos 30 años, por afe­rrarse a una categoría acientífica, anti­marxista, como ésta, que además tiene hoy, en el terreno polí­tico, nada más y nada menos que la intención de separar a Fidel del Che. No se puede permitir esto, no se puede permitir, es muy grave. Lo discutimos con tran­qui­lidad, pero la verdad es que tendríamos ganas de usar argu­men­tos más crudos, porque es mucho lo que está en juego y no es inocuo intentar separar al Che de Fidel. No lo vamos a permitir, compañeros.
Bueno, las preguntas del compañero son muchas y son muy profundas. No sé si voy a tener tiempo para desarrollarlas con­ve­nientemente. La primera es si la propiedad, la propiedad co­lec­tiva, supongo que quiere decir, de los medios de producción so­luciona las desigualdades. Bueno, yo creo que la pregunta está mal planteada. Sin la propiedad colectiva de los medios de pro­ducción no se pueden solucionar las desigualdades. Esto no pre­supone que se colectivizan los medios de producción y al día si­guiente las desigualdades se terminan. El proceso de restau­ra­ción o el proceso de, como diría Marx, pasaje de la prehisto­ria a la his­toria de la humanidad no puede ser un acto automá­tico, pero la condición para poder hacer ese pasaje, para acabar con las desi­gualdades inhumanas que nos separan hoy, es la propie­dad colec­tiva de los medios de producción.
Pero el compañero pregunta, inmediatamente después, quién distribuye. Y aquí está el problema, porque toda esta idea noso­tros la tenemos distorsionada a partir de que identificamos a la expe­riencia socialista, o como llama el compañero que es­cribe esto «el modelo», con lo que vimos en la Unión Soviética. Y re­almente si hay algo distante de una sociedad socialista es lo que nosotros vimos en la Unión Soviética. La Unión Soviética había dejado atrás el capitalismo, había terminado con el capi­talismo, había abolido totalmente el capitalismo, y esto de por sí signifi­caba un salto impresionante en la historia de la huma­nidad, y un mejora­miento de las condiciones de vida material e intelectual de toda la población. Pero no era una sociedad so­cialista, por­que le faltaba algo esencial para el socialismo que es el prota­gonismo de las ma­sas en las decisiones, en todas las decisiones. Esto es justa­mente lo que discutíamos en torno del problema de la ley del va­lor, en torno del problema de los in­centivos materia­les. Las masas no participaban en la toma de decisiones, no ya para distribuir algo, sino también para pro­ducir, no participaban en la decisión de nada. En la Unión So­viética, y escuchen lo que voy a decir por­que alguno va a saltar de la silla, y me va a poner números de­lante, en la Unión So­viética no había partido, no ha­bía sindicatos, no había organi­zaciones sociales de ningún gé­nero. Eran todos aparatos buro­cráticos donde no había la más mínima vida interna. Podían venir acá y decirnos los represen­tantes soviéticos «vengo en representación de 250 millones de afiliados a la federación sindical soviética». Mentira. Claro que había 200 millones de afi­liados, pero esos afiliados lo único que hacían era pagar una cuota que se la descontaban obligatoria­mente, no había ninguna vida sindical en ningún lado. Entonces quién distribuye. Con el socialismo esto no tiene ninguna duda, para la teoría marxista no hay ninguna duda: distribuyen las ma­sas, porque las masas hacen todo, ejercen democráticamente el gobierno. Quién dis­tribuyó la miseria en Cuba en los últimos años. La espantosa miseria, quién la distribuyó, quién votó las leyes para permitir o no permitir tal o cual ingreso del capital ex­tranjero. Ustedes me dirán el congreso. Es cierto, la Asamblea Nacional cubana votó todas esas leyes. Pero antes que la votara la Asamblea Nacional, es decir los dipu­tados elegidos por un proceso tan democrático, tan minuciosa­mente democrático que no lo puedo explicar porque me llevaría mucho tiempo, pero que es verda­deramente democrático; esos di­putados, sin em­bargo, muy de­mocráticamente electos, no resol­vían sino después de que todas esas leyes fueran estudiadas, de­batidas y votadas en lo que se llamó los parlamentos obreros, asambleas de fábri­cas, asam­bleas estudiantiles, asambleas barria­les, asambleas en el campo. Quién distribuye: el pueblo organi­zado. Entonces éste, yo no diría que es el modelo ideal, está pre­ñado de deformacio­nes lo que se llamaría, no me gusta la palabra modelo, el régi­men po­lítico cubano está preñado de deformacio­nes. No es gra­tuito ha­ber estado tantos años en una feroz depen­dencia como explica el texto que recién leía Claudia respecto de la Unión Soviética, penetraron muchísimas ideas del stalinismo en Cuba. Y en 1984, Fidel hace un doble movimiento. En primer lugar, pro­duce una serie de hechos para intentar rescatar el pen­sa­miento económico del Che y ponerlo en discusión ante las ma­sas uba­nas. Y en segundo lugar, lanza un proceso, parte del mismo fe­nómeno, que se llama «Proceso de rectificación de erro­res y desviaciones». Es decir, la principal autoridad del Partido Co­munista de Cuba está diciendo hay errores y desviaciones muy graves en la sociedad cubana. Entonces no se trata de se nos cayó el modelo, insisto, uso la palabra modelo porque me lo po­nen en la pregunta, no es mi léxico, pero bueno, se nos cayó el modelo soviético, ahora el modelo cubano. No, no. El modelo cubano es el fruto de una suma de fuerzas positivas y negativas, como lo será cualquier sociedad que podamos construir en el fu­turo.
Y lo que nosotros tenemos que luchar y para que esa rela­ción de fuerzas, que en principio siempre es favorable al impe­rialismo hasta que se les quiebre el espinazo, para que esa rela­ción de fuerzas pase por el eje de la democracia de los trabaja­dores, de la participación masiva de la población en la toma de decisiones. Y cuidado, cuando decimos democracia de los traba­jadores, y acá vamos en contra de también una deformación ideológica de los últimos tiempos, estamos diciendo dictadura del proletariado. La palabra dictadura para nosotros tiene una carga tan negativa que muchos no la quieren usar, pero estamos hablando de ciencia po­lítica. Y en la ciencia política, dictadura del proletariado es lo con­trario de la dictadura de la burguesía, porque la democracia burguesa es la dictadura de los capitalis­tas que nos permiten mientras no les hacemos mella. Es claro que no es lo mismo poder o no poder estar haciendo esta charla aquí. Pero dejen ustedes que esta charla se transforme en miles de charlas, y que los que están escuchando se transformen en millones de luchadores por el so­cialismo, y vamos a ver qué pasa con la democracia burguesa, va­mos a ver cuán generosos son, y cuántos micrófonos nos van a prestar. Venimos a hablar acá pero no nos dan los micrófonos que les dan a los torturado­res y a los asesinos. Podemos publicar nues­tros periódicos con plata nuestra, con plata de los que no tienen dinero, pero no po­demos escribir en Clarín, no podemos publicar en La Nación. Qué clase de democracia es ésa. Y qué pasa cuando los traba­ja­dores y las masas populares, la mayoría in­mensa de la pobla­ción, toma el poder, ¿le va a dar a los que hoy ostentan el poder y ejercen su dictadura el derecho a que sigan haciendo lo que ha­cen?. Para ponerlo negro sobre blanco, el dueño de Clarín, ¿podrá seguir haciendo el Clarín que hace hoy?. No. Taxativa, absolutamente no. Ésa es la dictadura del proletariado. Se les permitirá la democracia, no habrá tortura, no habrá prisión in­justa, habrá juicio derecho, justo juicio para cual­quiera, pero no tendrán derecho a atentar contra la sociedad nueva los agentes de la sociedad vieja, y mientras esto sea nece­sario habrá una cantidad de problemas en la sociedad porque no es lo óptimo, no queremos esto, ellos nos lo imponen, porque ellos no ceden voluntariamente lo que tienen, y lo tienen todo. Excepto el fu­turo lo tienen todo. Bueno no sé si le habré respondido…

G. Cieza:
Hay una pregunta que se le ha hecho para Claudia Korol que dice: ¿Cómo se hace para crear un espacio de lucha diferente y con­templativo de la participación de los que decimos represen­tar, todavía ajenos a cualquier forma de discusión o participa­ción, y no quedarnos en meros encuentros de militantes y nada más?.

C. Korol:
Cuando tengamos la respuesta vamos a estar mucho más cerca de la victoria. Pero, en todo caso, sí una reflexión que me parece importante sobre esta pregunta, y es que entre las conse­cuencias del modelo neoliberal hay dos o tres elementos que te­nemos que señalar. Una es que este modelo neoliberal lleva a la fragmentación de la sociedad. Es decir, el capitalismo en su etapa actual tiene como una de las consecuencias la fragmen­ta­ción so­cial, la fragmentación de los pueblos, la fragmentación de los tra­bajadores. Tiene como otra característica la exclusión, es decir, la marginación de la economía, de la cultura, de la po­lí­tica, de vas­tos sectores de la sociedad. Suma a la lógica tre­menda de la ex­plo­tación, la lógica de la exclusión, el capita­lismo en esta etapa. Y otra de las consecuencias que podemos señalar es que favorece, desarrolla, promueve, una gran crisis de identi­dad, la crisis de identidad nacional, la crisis de identi­dad de los pueblos como pueblos, como trabajadores, como clase obrera. Entonces, a mí me parece que estamos necesitados de ir gene­rando prácticas po­líticas que nos permitan superar la fragmen­tación, superar la ex­clusión, superar esta crisis de iden­tidad. Y en tal sentido, con re­lación a la pregunta, creo que una de las claves va a ser no dele­gar las representaciones ni creer que se representa a nadie, sino constituir verdaderos sujetos colectivos que se presenten en la lucha de clases, no que se re­peresenten por otros sectores, y en donde se pueda además de reivindicar, como decía, el pluralismo, la unidad, el protago­nismo, ir vincu­lando más enérgicamente la unidad de teoría y práctica. Es de­cir, cómo hacemos para combi­nar las distintas formas de lucha que se vienen desarrollando en nuestro país. Y podemos hablar de Cutral Co, podemos hablar de Jujuy, pode­mos mencionar con estos espacios también de debate y de ac­ción política y de lucha ideológica como pueden ser las Cá­te­dras, cómo va naciendo un nuevo protagonismo, que yo en­tiendo que tiene que ver, ade­más, con un factor generacional, es una nueva camada genera­cional que se va incorporando a las lu­chas y va nutriendo esta nueva ronda de la historia con sus facto­res pro­pios y específi­cos. Entiendo que una política de cre­ación de espa­cios de poder popular, donde se afirme el prota­gonismo, la demo­cracia de base, la construcción de estos suje­tos colectivos, puede ayudar­nos a avanzar en esta pregunta que era decir, bueno, un camino de lucha diferente. Diferente y pa­recido. Parecido en tanto que retoma todas las viejas tradiciones de lucha, retoma la me­moria, retoma nuestra historia de com­bate; y diferente en la me­dida que trata de superar los límites que podemos haber tenido, como la división, como la del secta­rismo, como los dogmatismos, y que aún todavía nos están pe­sando. Entonces, superar todo eso, unirnos, me parece, superar la fragmentación y avanzar sobre la base de creer en nuestras propias fuerzas, creando espacios de po­der popular, de cons­trucción de una contrahegemonía que pueda ir desafiando a esta hegemonía que hoy ejerce el imperia­lismo. Entiendo que por ahí se puede ir haciendo una búsqueda.

G. Cieza:
Tengo otra pregunta para Luis Bilbao: Si a 30 años el mar­xismo pudo preveer la crisis del capitalismo actual, ¿cómo no pre­vió su propia crisis y la caída de la Unión Soviética?.

L. Bilbao:
Creo que hay un desconocimiento de la literatura marxista. El marxismo previó con una precisión escalofriante la caída de la Unión Soviética. En 1935 fue publicado un libro titulado La re­volución traicionada. Léanlo y asómbrense del poderío del pen­samiento marxista. Y de entonces a ahora innumerables au­tores que tenían un problema, estaban contra el capitalismo y estaban contra el Partido Comunista de la Unión Soviética y los partidos comunistas que lo seguían en el mundo. Entonces no existían. No existían para los medios de difusión, no existían para las grandes masas. Pero ese pensamiento existe. Ese libro, La revo­lución trai­cionada, 1935, autor León Trotsky, que no es res­ponsable de sus sucesores, como no lo es Marx de quienes se llaman marxistas. Lean La revolución traicionada y des­pués discutimos a ver si el pensamiento marxista previó o no la caída de la Unión Soviética.

G. Cieza:
Les recuerdo que la próxima clase vamos a seguir viendo «Teoría y lucha contra el imperialismo». Va a ser el próximo sá­bado a partir de las seis de la tarde, casi seguro en este mismo lu­gar. Aparentemente hay problemas en la universidad, hoy pa­rece que había una reunión en donde se juntaron 40 personas en la otra sala, y bueno, nosotros nos tenemos que amontonar acá. Esos son los problemas de funcionamiento. Cuando decíamos el otro día con respecto a esta Cátedra, a la universidad no le hace nin­guna gracia esta Cátedra, es una conquista esta Cátedra, por eso hacemos todo lo posible por defenderla. Entonces a veces también pedimos disculpas por las incomodidades, pero cree­mos que éste es un lugar que estamos conquistando, no sola­mente por los temas que se presentan sino porque mucha gente que no viene a la uni­versidad se hace presente acá.
Bueno, una pregunta. Es para Bilbao y dice: Piensa que se­guir planteando sobre si el imperialismo ruso o no esto es en­contrar al­ternativas o voluntad real de actividad política. No se entiende bien la pregunta.

Pregunta:
No, si piensa si seguir planteando sobre el imperialismo ruso o no, es por no querer encontrar voluntad de querer avan­zar so­bre otras cuestiones.

L. Bilbao:
En realidad, ya dije lo que pienso sobre eso. Puede ser falta de voluntad o puede ser otra cosa, no lo sé. No juzgo volunta­des o conductas subjetivas, juzgo hechos objetivos. El hecho objetivo, como dije fue grave.

G. Cieza:
Bueno, si no hay más preguntas damos por terminada esta ter­cera clase. Los esperamos el sábado que viene. Muchas gra­cias a todos.

Bibliografía
Teoría y lucha contra el imperialismo

1- Ernesto Che Guevara. Obras esco­gidas. 1957-1967. Tomo II. Ediciones Políti­cas. Editorial de Ciencias Sociales, La Ha­bana, 1991. «Táctica y estrategia de la Revolu­ción Latinoamericana» (pp. 493-506).
2- Paco Ignacio Taibo II. Ernesto Che Gue­vara, también conocido como el Che. Pla­neta. Joaquín Mortiz. 1996. Cap. 35: «El re­descubrimiento de África» (pp. 510-517).
3- Ernesto Che Guevara. Obras esco­gidas. 1957-1967. Tomo II. Ediciones Políti­cas. Editorial de Ciencias Sociales, La Ha­bana, 1991. «En la XIX Asamblea General de las Naciones Unidas: dis­curso y con­trarré­plica» (pp. 541-571). «Mensaje a los pue­blos del mundo a través de la Tri­conti­nental» (pp. 584-598).
4- C. Wright Mill. Escucha, yanqui. La Revo­lución en Cuba. Fondo de Cultura Eco­nómica. México-Buenos Aires. VIII. «¿Qué significa “yanqui”?» (pp. 168-186).
5- Jean-Paul Sartre. Prefacio, en: Frantz Fa­non. Los condenados de la tie­rra. (pp. 7-29). Fondo de Cultura Eco­nómica. México-Buenos Aires.
6- José Gabriel Vazeilles. «Economía e ideología en la crisis de fin de siglo». Seminario «Marxismo y capitalismo hoy: Mo­dernidad y crisis». Montevideo, mayo de 1996.
7- Juan José Hernández Arregui. Na­cionalismo y liberación. Metrópolis y co­lo­nias en la era del imperialismo. Co­rregidor. «Los organis­mos internaciona­les finan­cieros» (pp. 262-279).
8- Gabriel Fernández. «Década del 60: Juan José Hernández Arregui. El com­bate con­tra el coloniaje cultural». En pe­riódico Ma­dres de Plaza de Mayo. Noviem­bre de 1990. (pp. 15-18).
9- Texto completo del reportaje que la re­vista argentina Che le efectuara en La Ha­bana a John William Cooke en setiem­bre de 1961. «Hoy somos un apéndice del im­peria­lismo». En periódico Madres de Plaza de Mayo. Octubre de 1990. (pp. 17-18).
10- Fernando Martínez Heredia. «El mensaje 30 años después». (A propósito del «Mensaje a los pueblos del mundo a tra­vés de la Tricontinental», del Che Gue­vara). En Tricontinental, año 31, abril de 1997.
11- Fernando Martínez Heredia. «Balance y recreación del socialismo». En América Li­bre, Nº 10, enero de 1997.

Los cuadernillos de las desgrabaciones y de los textos que se indican en la bibliografía están disponibles para consulta en la Biblioteca Popular Héctor Germán Oesterheld.

 


Anexo

EL PENSAMIENTO DE JOHN WILLIAM COOKE

John William Cooke nació en 1919 en La Plata.
En 1945 se unió al pero­nismo, integrando po­siciones nacionalistas y an­tiim­perialistas con los rasgos demo­cráticos y populares de su tra­dición radi­cal. A los 26 años es ele­gido di­putado nacional. En el Con­greso sostuvo la nece­sidad de la planificación, criticando al libe­ralismo eco­nómico, apoyó la nacionalización del Banco Cen­tral y de los depósitos ban­ca­rios, así como la repatriación de la deuda externa.
Las disidencias y críticas a burócratas le imposibilita­ron ac­ceder a un nuevo período como legislador. En 1954, desde la revista De Frente, se opone a los contra­tos pe­troleros, apoya críticamente el proceso de libe­ra­ción na­cional, condena el im­perialismo y ratifica sus po­sicio­nes la­tinoamericanistas.
Luego del golpe de 1955, es uno de los principales refe­rentes de la Resistencia Peronista, im­pulsando accio­nes para lograr la vuelta de Perón y retomar el poder. Es detenido pero se fuga del penal de Río Gallegos y se traslada a Chile. Perón lo nom­bró su representante.
En 1958 apoyó una importante huelga petrolera y en 1959 participó de la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, contra su privatización, convo­cando a una huelga gene­ral.
En 1960 viajó a Cuba y co­noció al Che. Allí defendió a la Revolución de la invasión de los yanquis en la Bahía de los Co­chinos. En su pensamiento se observa un salto desde el na­ciona­lismo revolu­cionario al socialismo lati­noamericano, y plantea que la cues­tión nacional está unida a la cuestión so­cial.
Regresó en 1963 con una concepción claramente mar­xista. Es partidario de un socia­lismo adecuado a las circuns­tan­cias latinoamericanas. Sos­tiene que para lograr el triunfo de los movimientos de masas son nece­sarias una teoría revo­lu­cio­naria, organización y mé­todos de lu­cha revolucionarios. La falta de una teoría adecuada a la situación fue un dé­ficit que le costó la caída al peronismo y es una dificultad para la toma del poder. Escribe sobre el pa­pel de la lucha armada en rela­ción con la lucha de masas, cri­ticando el espontaneísmo y el vanguardismo desconectado de las bases.
Mantuvo una extensa correspondencia con Perón, se­ña­lándole que en el movimiento coexistían proyectos dis­tintos y que tarde o temprano estalla­rían las contradiccio­nes. Cooke no acuerda con Perón sobre el papel de los dirigentes parti­da­rios y le transmite la invitación para trasladarse de Madrid ha­cia Cuba.
Insiste reiteradamente en el problema de la falta de orga­ni­zación política y de una defini­ción ideológica: el pero­nismo es un gigante invertebrado y miope. Cues­tiona a la bu­rocra­cia oportunista y se pregunta qué signi­ficará ser pero­nista cuando Perón no esté. Señala que el peronismo es el hecho maldito del país burgués y que, aunque se trata de un movi­miento policlasista, es la clase trabajadora la que lo debe con­ducir.
Cooke se relacionó con di­ferentes sectores de la línea combativa del peronismo y desde Acción Revolucionaria Pe­ronista trabajó en la forma­ción de militantes.
Presidió las delegaciones ar­gentinas a conferencias de soli­daridad con Cuba. En nuestro país fue el hombre de con­fianza del Che para su pro­yecto polí­tico que com­prendía a toda América Latina.
Murió el 19 de septiembre de 1968, a los 48 años. Ese día, un contingente guerrillero de las Fuerzas Arma­das Pero­nistas es sorprendido por la represión cuando se entrenaba en Taco Ralo, Tucumán. Mu­chos mili­tantes re­volucionarios tu­vieron una estrecha relación con el «Gordo» o el «Bebe», y Cooke fue el referente ideológico de la izquierda revoluciona­ria pero­nista de la década del 70.

 

COOKE POR COOKE

* Cuando los pueblos pugnan por liberarse, ahondan en el es­crutinio de su pasado… En el pasado buscamos afirmación, antecedentes, claves. Pero sa­biendo que los desafíos históri­cos son constantes y renovados, y que cada generación debe responder a los suyos. La histo­ria no está escrita por antici­pado y el mundo se nos ofrece como inacabado para que lo construyamos en medio de la contingencia y el riesgo: está en nosotros que deje de ser un mundo de ignominia.
* Donde el liberal ve un mundo de armonías, el revolu­cionario ve un caos de desi­gualdades; donde el liberal ve una sociedad que debe preser­varse, el revolucionario se pro­pone reparar las desigualdades destruyendo el sistema que las origina… La democracia capita­lista alega ser un orden natural. El revolucionario la considera un orden histórico y como tal modificable por el esfuerzo de la voluntad humana. La ideo­logía liberal burguesa no es, por lo tanto, una inmanencia cono­cida por la revelación, ni el re­sultado último del proceso ra­cional: es tan contingente como el mundo cultural del que nació y debe ser superada como pre­rrequisito para la eficacia revo­lucionaria.
* No se puede contentar a los pueblos con declaraciones en el sentido de asegurarles una igualdad política que contrasta con la desigualdad económica y menos aún, hacerles creer que para conservar la primera de­ben mantener la segunda. La famosa igualdad de oportuni­dades de las viejas teorías es un mito que sólo aparece en trán­sito fantasmal de formulación teórica. Yo quisiera que alguien le dijese a los obreros de Tu­cumán, a los mensús, a las cla­ses proletarias, que ellos tienen igualdad de posibilidades por­que nadie les impide veranear en Mar del Plata o especular en la Bolsa.
* Toda revolución es el final de un proceso, y hasta que llega ese triunfo total, solamente se anotan éxitos parciales y al­gu­nos, que parecen fracasos, también aportan al triunfo final. Pero mientras una concepción burocrática renuncia al triunfo total, resignándose sólo a los pequeños éxitos parciales, la lí­nea pseudo revolucionaria busca sólo apoteosis totales, por encima de las condiciones –cualesquiera sean– que se den en un momento dado: tampoco concibe la revolución como proceso, la concibe como su­ceso fulminante sin que antes medien los sacrificios y las ta­reas revolucionarias que no lu­cen, la acción anónima de miles de militantes.
* La lucha por la liberación parte de la determinación del enemigo real: el imperialismo, que actúa a través de la oligar­quía nativa y de los engranajes políticos, económicos y cultura­les a su servicio. En primer plano aparecen, indisoluble­mente unidas, la cuestión na­cional y la cuestión social. Una no puede resolverse sin la otra.
* Nosotros no tenemos nin­gún deseo de ser reprimidos. Nos gustarían las soluciones pacífi­cas y sin víctimas. Pero no somos quienes hemos cerrado esa posibilidad: es la oligarquía, el imperialismo, los gendarmes de la explotación… No llama­mos a ninguna aventura deses­perada. Llamamos a la lucha que co­mienza por esclarecer concien­cias, proclamar las ver­dades y hablar por los que ca­llan cuando deberían orientar a la masa.
* El pensamiento latinoameri­cano no puede ser sino revolu­cionario. En cuanto deje de serlo, se niega a sí mismo, por­que admite como inmutable la situación que nos oprime.
* El imperialismo prefiere que persistan los carcomidos an­damiajes de la democracia sin pueblo, porque sus presidentes de cotillón, sus parlamentos de kermese y sus jueces sordomu­dos, son la mejor garantía de que todo seguirá igual para los pobres y para los ricos.
* El pueblo tendrá que ir en­contrando su estrategia propia, que sea común a todas las fuer­zas que desean un país libe­rado… que asegure la justa dis­tribución de la riqueza, una au­téntica democracia, la liberación frente al imperialismo. Los obreros están en esta lucha, junto con una parte de la clase media y la burguesía no vincu­lada al imperialismo. Hay mu­chos que desean participar e in­corporarse activamente. En medio de la tormenta, nos ire­mos reconociendo.
* El régimen no puede ser cuestionado desde sus mismos valores… Una de las condicio­nes para que la clase obrera asuma la conducción del pro­ceso nacional… es el rechazo de las formas ideológicas que co­rresponden a la organización económica social vigente y la creación de una visión del mundo propio: eso es la teoría revolucionaria… conocer el mundo a través de sus propios valores y no de valores ajenos. La teoría revolucionaria es lo que junto con la organización revolucionaria y los métodos de lucha dan el triunfo a los mo­vimientos de masas.
* Una concepción nacional es aquella capaz de plantear origi­nalmente la revolución sin tras­ladar mecánicamente conclu­siones que fueron válidas en otro cuadro histórico-social; a nadie se le ocurre que tenga que ser una construcción hecha con elementos conceptuales surgidos como productos nati­vos. Lo que hace que una ideo­logía sea foránea, extraña, exó­tica, antinacional, no es su ori­gen sino su correspondencia con la realidad nacional y sus necesidades. El liberalismo eco­nómico era antinacional no porque lo inventaron los ingle­ses, sino porque nos ponía en manos de ellos.
* Somos peronistas porque está Perón. Cuando Perón no esté, ¿qué significará ser pero­nista? Cada uno dará una res­puesta propia y esas respuestas no nos unirán, sino que nos se­pararán. Tal vez nos encontre­mos en los homenajes recorda­torios, pero entre un partidario de las «conciliaciones» que pro­pugnan los obispos y un revo­lucionario, no hay otro campo de entendimiento: estamos en diferentes barricadas y como la lucha es muy aguda, no nos saludaremos como caballeros medievales sino que nos dego­llaremos, como corresponde a enemigos irreconciliables.
* El peronismo de pura figu­ra­ción y cálculo, de caballeros, ese peronismo sin angustia, sin el pensamiento puesto todo el día y todos los días en el drama argentino, es un merengue de­corativo que sería útil si adentro de la torta hubiese una bomba, pero cada vez hay más meren­gue y no va quedando sitio para la bomba. Tenemos líder revolucionario y una masa re­vo­lucionaria pero, también, una capa burocrática –sindical, polí­tica y administrativa– que actúa de aislante y no de me­canismo de transmisión, de freno y no de ejecutora de la política revo­lucionaria.
* No sabemos si este movi­miento es «subversivo», eso es una cuestión de terminología y en los países coloniales son las oligarquías las que manejan el diccionario.
* Yo viviré, como recuerdo, durante el tiempo que me ten­gan en su memoria las personas que de veras me han querido; y en la medida en que he dedi­cado mi vida a los ideales revo­lucionarios de la libertad hu­mana, me perpetuaré en la obra de los que continúen esa militancia.

APUNTES SOBRE EL CHE

A los revoluciona­rios nos debe turbar la presencia del Che Gue­vara, que encarna la conciencia moral de los hom­bres de América, y en­frenta consigo mismo a cada uno de noso­tros… América está dema­siado llena de va­rones pruden­tes, ad­ministradores prolijos del buen sentido y la verdad revo­lucionaria por igual… Y
que están tan muertos como las ideas que ex­po­nen con la segu­ridad de los que jamás ven nada.
Rechazamos la actitud de singularizar a Guevara como el propugnador del «foco guerri­llero» y basar en ello su valori­zación como teórico revolucio­nario. Lo que enseñó con la palabra y la acción fue mucho más amplio y trascendente: la urgencia de la lucha armada para conquistar la libertad; la posibilidad que se le abre hoy a muchos continentes subdesa­rrollados para terminar con las estructuras de la dominación colonial y la injusticia social; la concepción de una estrategia común contra un enemigo que universaliza su opresión y debe ser combatido por medio de frentes de lucha que se vayan abriendo en todos lados («hay que crear dos, tres, muchos Vietnam»); el papel de las van­guardias, definidas en función de sus praxis y encaminadas a
desatar las energías de los pue­blos para oponer su violencia a la de las clases dominantes; la falacia de confiar a procesos ajenos a nuestra voluntad el advenimiento de un nuevo or­den político-social; la formación del Hombre Nuevo estimulando el desenvolvimiento de los valo­res morales alienados en la deshumanización de la sociedad clasista; la solidaridad como base de la convivencia en la construcción del socialismo y de las relaciones entre movimien­tos y países revolucionarios.
Era un hombre común, surgido de nuestro medio: ro­sarino, estudiante, asmático, ju­gador de rugby, ciclista, lector de El Gráfico, con una visión de la realidad argentina donde se mezclaban aciertos y alienacio­nes distorsionantes… Mantenía, con respecto a sí mismo, una actitud crítica, algo sobradora y burlona, como corres­pondía a su idiosincra­sia cordobesa-por­teña que rechazaba lo ampu­loso y solemne. La Revolución Cubana es el he­roísmo pero, tam­bién, la alegría y la irre­ve­rencia, por­que para construir lo nuevo hay que perder el res­peto a los ído­los del viejo orden y arrasar con las fachadas que encu­bren su avaricia. El
Che ponía su mordaz acento riopla­tense en ese desprecio a los prejuicios y convencionalis­mos. Como presidente del Banco Central tuvo que firmar los nuevos billetes que sustitu­yeron a los de la emisión previa y es­tampó su rúbrica: «Che».
En ese atroz vacío de octu­bre, nuestra vida clamaba con­tra la injusticia de que el Co­mandante Guevara hubiese caído cuando aún no era su tiempo de morir… Sin embargo, a través del mundo las voces revolucionarias coincidían en afirmar una sola verdad esen­cial, que rescataba el sentido del luto colectivo: vibraba en las conciencias la convocatoria del Che para los compromisos tota­les de la lucha liberadora.
El Che seguirá formando parte de nuestra cir­cunstancia mientras haya quie­nes compar­tan ese proyecto para la trans­formación del mundo, que él enriqueció teóri­camente y sirvió hasta las últi­mas consecuencias.

John William Cooke
En: Boletín “Cátedra Che”, Nro. Especial a 30 años de la muerte de Cooke – 19/9/98

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30/08/2007 a las 02:05 | Publicado en 08) Archivo: Cátedra Ernesto Che Guevara (1997-98) | Deja un comentario

Cátedra Ernesto Che Guevara – Universidad Nacional de La Plata.
Sábado 20 de septiembre de 1997. 18 hs. Aula 1 del ex Jóckey Club (48 e/6 y 7).
TEORÍA Y LUCHA CONTRA EL IMPERIALISMO.
Manuel Gaggero, Gabriel Fernández, Jorge Cardelli, Luis Brunatti.

Guillermo Cieza:
Iniciamos la cuarta clase de esta Cátedra Ernesto Che Gue­vara. El tema de hoy es «Teoría y lucha contra el imperia­lismo». Este tema es continuación de la charla que dimos el sá­bado pa­sado. Los docentes que van a participar hoy de esta charla son Jorge Cardelli, Gabriel Fernández, Manuel Gaggero y Luis Bru­natti.
Empezamos esta charla en este mes de septiembre, recor­dando que un 23 de septiembre de 1850 moría uno de los pen­sadores y dirigentes más importantes que tuvimos en el Río de la Plata, que se llamó José Gervasio de Artigas. Y que un 19 de septiembre de 1968 moría uno de los dirigentes más brillan­tes y más lúcidos que tuvimos en nuestro país, que se llamó John William Cooke.
Iniciamos esta Cátedra con quien es profesor titular de esta Cátedra, Manuel Gaggero.
Manuel Gaggero:
Yo voy a dividir la exposición, como somos varios, vamos a tratar de hacerlo lo más sintéticamente posible las exposiciones, y después iniciamos la ronda de debate. Cuando se mencionó el aniversario de la muerte del Gordo Cooke, modifiqué algunos de los temas a plantear hoy y pensé en hacer una exposición breve de cuáles eran los ejes en debate en la elaboración de la teoría de la lucha contra el imperialismo en América Latina, y especialmente en la Argentina. Y en una segunda parte de la ex­posición, contar la experiencia y la relación, la experiencia nues­tra y los debates en la relación Cooke-Ernesto Che Gue­vara.
Yo creo que lo primero que tenemos que tener en cuenta es que en la cuestión del imperialismo hay un antes, por lo menos en América Latina, y en el debate en América Latina, hay un an­tes y un después de la Revolución Cubana. Y digo un antes y un des­pués porque, evidentemente, en todas las luchas previas a la Re­volución Cubana el componente nacional antiimperialista es­taba presente, aún cuando era muy fuerte la impronta demo­crá­tica. Porque recuerden ustedes que en las décadas del 40 y 50 hubo, fundamentalmente en muchos países de América La­tina, dictadu­ras del tipo de Trujillo en la República Domini­cana, Pé­rez Jimé­nez en Venezuela, Rojas Pinilla en Colombia, Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua, Castillo Armas en Guatemala, es decir, que había un conjunto de dictaduras, que planteaban la cuestión de la lucha anticolonialista, la lucha antiimperialista, como un se­gundo aspecto, y planteaban como una primera cuestión la rei­vindicación democrática en los mo­vimientos pre­vios al triunfo de la Revolución Cubana. Además, en todos los partidos comunistas y socialistas de la década de entre el 30 y el 40 se había produ­cido todo un debate en torno a la cuestión, cuando aparece como un elemento a tener en cuenta en la polí­tica internacional la pre­sencia del fascismo, aparece el planteo de Dimitrov de los frentes populares anti­fas­cistas, entonces, de alguna manera la cuestión del imperia­lismo estaba contenida en la cuestión más amplia de la lucha demo­crática o de la lucha por la democracia antifascista. En­tonces, esa era la característica hasta la Revolución Cubana.
La Revolución Cubana, en el conjunto de los países latinoa­mericanos, plantea dos cuestiones centrales en este debate. In­tro­duce dos cuestiones centrales. Por un lado, introduce la po­sibili­dad cierta, real, de derrotar a los ejércitos enemigos, a los ejérci­tos que respondían al imperialismo, y a las dictaduras, la posibili­dad cierta de derrotarlos, y de iniciar un proceso de libe­ración nacional y social, sin etapas. Hasta ese momento se plan­teaba en la discusión en el campo revolucionario que había como dos eta­pas. Una primer etapa que era fundamentalmente anticolonialista, antiimperialista, democrática, y una segunda etapa del proceso revolucionario que era socialista. En la pri­mera etapa, y está con­tenido en este programa, se pensaba que había que hacer alianzas con fracciones de las burguesías pa­trió­ticas de cada país, que eran antiimperialistas, y que en la se­gunda etapa serían expropiadas por el nuevo poder a construir, por el nuevo poder revolucionario. La Revolución Cubana, en­tonces, volviendo al planteo, introduce estos dos elementos. Por un lado, le dice al conjunto del movi­miento popular, al con­junto del movimiento revolucionario lati­noamericano, la revo­lución es posible, y por otro lado, plantea la cuestión de la re­lación entre revolución anticolonialista, antiim­perialista y revo­lución socia­lista. Porque ustedes recuerden que fue muy rápido, hubo prác­ticamente un período de un año, y ya en el 61 la Re­vo­lución Cu­bana se declara socialista.
Esto introduce, además del tema de la unidad entre lucha an­tiimperialista y lucha por el socialismo, plantea el problema de la confrontación, la confrontación por la vía armada, no por la vía pacífica, parlamentaria, es decir, es posible derrotar al imperia­lismo pero con las armas en la mano. Segundo tema en debate. E introduce también el tema de quién vanguardizaba esta lucha, porque plantea también, pone en discusión la Revo­lución Cu­bana la tesis del partido, de la necesidad de un partido revolu­cionario, marxista-leninista, que dirigiera el proceso re­volucio­nario. Y plantea la posibilidad de que esta dirección es­tuviera en manos de un frente de liberación mucho más amplio que un par­tido, que incluso contuviera, tuviera componentes ideológicos diferentes, marxistas, cristianos, nacionalistas revo­lucionarios, y que además tuviera como centro de la lucha, y ésta es la tesis del Che, como realmente elemento que van­guardizaba este frente, al ejército guerrillero. Ésta era la tesis que levantaba Ernesto Che Guevara.
Todos estos temas se debatían ampliamente en los 60, y en la Argentina este debate tenía otros ingredientes. Porque ade­más de que se debatía lucha armada o lucha pacífica; si lucha refor­mista, lucha parlamentaria o lucha armada; se planteaba acá una discu­sión que tenía que ver con el papel de la burgue­sía, y con el ca­rác­ter de la revolución, y con la características de la estructura de país de la Argentina. ¿Por qué?. Porque, en general, había dos concepciones. Por un lado, los sectores más ligados a la iz­quierda clásica, que tenían como teórico, de al­guna forma, a Fush, plante­aban que la Argentina era un país que conservaba formas feuda­les, era un país capitalista pero no integralmente capitalista, donde subsistían formas feudales. En­tonces, plante­aba que el ca­rácter de la revolución en la Argen­tina de los 50, 60, era funda­mentalmente agraria, democrática, antiimperialista en el camino hacia el socialismo; ésa era la ca­racterística. Plan­teaba que había en el país componentes semi­feudales y le daba, le otorgaba a la burguesía y al ejército, in­cluso, a los sectores patrióticos del ejér­cito, un papel en este proceso, digamos, de cambio revoluciona­rio. Por otro lado, en la nueva izquierda que va surgiendo en los 60, se plantean dos concepciones, diría yo a grandes rasgos, había muchas más. Pero las dos concepciones más fuertes eran, en gene­ral coinci­díamos todos, peronistas re­volucionarios y no peronis­tas, mar­xistas, etc., de esta nueva iz­quierda, coincidíamos en el carácter capitalista de la estructura argentina. Decíamos, eviden­temente hay un error, no hay ningún resto de feudalismo en la es­tructura económica argentina, la Ar­gentina completó el ciclo de la cons­trucción de la nación, en términos de nación capitalista, y ade­más la burguesía ha cum­plido su papel transformador. Eso sos­teníamos nosotros, esen­cialmente los que militábamos en el pe­ronismo. Ha cumplido su papel transformador en el período 45-55, es decir, durante el período del peronismo, y más de eso no puede dar. O sea, que la revolución evidentemente que se tiene que dar, este proceso re­volucionario, no va a tener un carácter democrático-burgués sino más bien va a tener un carácter an­tiim­perialista y socialista, en razón de que el país es un país de estruc­tura capitalista y la burguesía ya ha cumplido su ciclo, y se re­quieren transformacio­nes más profundas de las que la bur­guesía llevara a cabo en este período 45-55. Pero había otro sector den­tro de esta nueva iz­quierda, que planteaba directa­mente el carác­ter socialista de la revolución. Reconocía en el proletariado, pen­semos, estamos hablando de los 60, la clase obrera en los 60 tenía un compo­nente industrial muy fuerte en Argentina, estábamos en el tercer período de sustitución de im­portaciones, era un país con desa­rrollo industrial importante; éste proletariado era el que iba a encabezar las luchas y además le iba a dar, evidentemente, un contenido clasista al proceso re­volucionario. Es decir, plantea­ban una confrontación de clase contra clase. Directamente eran las fracciones que reivindica­ban, fundamentalmente, al foquismo en los años 60. Entonces en ese marco estaba el debate.
El debate del método, el debate del carácter de la lucha, era otro de los debates que se introducía en los grupos, las organi­za­ciones revolucionarias de la década del 60. Del 60 estamos ha­blando, no del 70. Eran muy pequeños los grupos, y también se introducía el tema del método. Y en general, la nueva iz­quierda planteaba con fuerza que no había otro camino que el camino de la lucha armada, de la lucha revolucionaria, y de ahí se dividía en dos grupos o dos corrientes o dos posiciones. Una, que reivindi­caba el papel o la característica urbana de la Ar­gen­tina, marcaba la necesidad de que la guerra tuviera como esce­nario las ciudades, y que la lucha fuera inminentemente ur­bana. Y otros que plantea­ban, levantando la tesis de Guevara de la ne­cesidad de una acu­mulación de carácter militar en el campo, sin perjuicio que la guerrilla desarrollara acciones en las ciudades. Éste era, más o menos a grandes líneas, los ejes divisorios del movimiento revo­lucionario en los 60, y de cómo se veía el papel del imperio o del imperialismo en nuestros paí­ses, y en nuestro país en concreto.
En esta concepción del imperio, las características del país, si bien nosotros decíamos que el país era capitalista y que había completado su ciclo de construcción del capitalismo, también de­cíamos que era un capitalismo dependiente. O sea, que efecti­va­mente había una relación de la construcción capitalista con el im­perio que hacía que la revolución tuviera un carácter, si bien tu­viera un carácter fundamentalmente antiimperialista, y a la vez también socialista, en la medida que había que expropiar a sec­to­res de este capitalismo para generar el proceso de acumu­la­ción y las transformaciones revolucionarias que se plantea­ban.
En esa situación, en los 60, y ya para terminar, se da uno de los tantos intentos que hubo en esta década, de construcción de un proyecto revolucionario, de un frente de liberación, que fue el que, de alguna manera, pilotean desde La Habana John Wi­lliam Cooke y Ernesto Che Guevara. Cómo se arma esta rela­ción. Yo este tema lo introduje ahora, fundamentalmente, por­que es el ani­versario del Gordo y me parece muy importante se­ñalarlo. La re­lación del Gordo con Ernesto Che Guevara fue muy fuerte, fue una relación donde, en todas las relaciones polí­ticas de ese pe­ríodo, de cualquier período, cada uno recibe del otro. El Che de alguna manera le incorpora a Cooke una visión del proceso revo­lucionario de carácter mundial, de cómo el Ter­cer Mundo estaba viviendo en los años 60 todo un proceso de crecimiento de las re­voluciones: Argelia, Vietnam, los pue­blos árabes, los pueblos africanos, los movimientos anticolo­nialistas en Mozambique, An­gola. Y por otro lado, el Gordo Cooke, que había participado como uno de los protagonistas claves de toda la experiencia pe­ronista, y que tenía muy claro el papel del pe­ronismo en ese pe­ríodo, le incorpora este elemento, es decir, la necesidad de tener en cuenta en cualquier proyecto revolucio­nario al peronismo. Di­gamos como de alguna manera, gigante miope e invertebrado que hablaba Cooke, este hecho maldito del país burgués, como él de­cía, había que tenerlo en cuenta en cualquier proyecto revolucio­nario.
Cooke y el Che coinciden en la formulación de un frente de liberación que iniciaría efectivamente las acciones revolucio­na­rias a través de un núcleo guerrillero en la montaña, pero que tendría como escenario central las ciudades. Para eso convoca un conjunto de grupos que en ese momento estaban planteán­dose la lucha revolucionaria, que estaban inmersos en este de­bate que yo señalaba. Fue un sector del Partido Socialista que encabezaba en esos años Ernesto Semán, que después desapa­rece en el año 76, es secuestrado por la dictadura militar; otro grupo, un grupo de Pa­labra Obrera que se llamaban Peronismo Obrero Revolucionario; un grupo trotskista que encabezaba el Vasco Bengochea; un grupo que se definía como LN, que te­nía como ideólogo a Abra­ham Guillén; y después grupos pe­ronis­tas independientes. Todos estos son convocados por Er­nesto Gue­vara y por Cooke, año 61, finales del 61, principios del 62. La experiencia, lamentable­mente, fracasa.
Esto termina, digamos, se profundizan las diferencias, pero de alguna manera esto instala este debate y muestra dos cosas, para cerrar. Por un lado, que es mentira lo que dice Castañeda respecto a que el Che se va de Cuba en 1966-67 por diferencias con Fidel. El Che se planteaba en 1961, y esta experiencia lo muestra, ya la necesidad de trabajar en un proyecto revolucio­nario en el Cono Sur, sobre la base de la concepción que él le­vantaba como ele­mento rector de su planteo, que era la Revolu­ción Cubana, la re­volución en un solo país, no puede subsistir, y es necesario exten­der el proceso revolucionario, y el Cono Sur efectivamente es un escenario para este proceso. Esto desmiente la tesis de Castañeda, muestra la fuerza y la decisión del Che. Y por otro lado, la rela­ción que se estableció entre el Che y John William Cooke, una relación muy importante que después se ca­naliza en el apoyo al intento de Masetti en el 63, y después sigue con un intenso inter­cambio epistolar entre el Che y Cooke. Yo creo que, con esto concluyo porque somos varios y son muchos los temas, lo que quiero señalar como síntesis es que estos deba­tes de la década del 60 fueron, de alguna manera, y dieron ori­gen a después lo que se siguió debatiendo durante el 70, y a la formación de las organi­zaciones revolucionarias, del ascenso re­volucionario de la década del 70. Nada más.

 

G. Cieza:
Le damos la palabra a Gabriel Fernández. Gabriel Fernán­dez es coordinador de la Cátedra en la UBA, es también coor­dina­dor en esta Cátedra, y es uno de los autores o mentores de la Cátedra Che Guevara en la Argentina. Además, es periodista del diario de Madres de Plaza de Mayo.
Gabriel Fernández:
El tema teoría y lucha contra el imperialismo en modo al­guno queríamos transmitir desde la Cátedra, esto lo habíamos señalado en la clase inaugural, la concepción de Guevara como algo más extraordinario de lo que él fue. Es decir, estamos ha­blando de un revolucionario extraordinario y al mismo tiempo queremos inser­tarlo dentro de procesos de transformación en los cuales la lucha antiimperialista es determinante. Yo pensaba, para tirar algunos datos muy brevemente, que valía la pena pen­sar en voz alta, re­flexionar un poco entre todos acerca de los an­tecedentes de ele­mentos de ruptura existentes en la sociedad ar­gentina, y descono­cidos por muchas generaciones de militan­tes, no tomados en cuenta, y que inciden como clima cultural social sobre el Che Guevara, aún cuando él no abrevara nece­saria­mente sobre tal o cual autor. En este sentido la Argentina, hoy al comienzo Gui­llermo Cieza hablaba de Artigas, no vamos a ir tan lejos pero creo que es un dato relevante a tomar en cuenta, la Argentina tiene ejemplos de ruptura de tradiciones políticas y de rupturas hacia adelante muy, muy importantes. Vamos a nombrar a modo de ejemplo a unos pocos para no ha­cer extensa la exposición.
Pero vamos a recordar, por ejemplo, sobre fines del siglo pa­sado, para arrancar con el período actual, a un alemán que se lla­maba Germán Ave Lallemant, quien llega con su ideología re­vo­lucionaria, su ideología marxista, a la república Argentina. Parti­cipa de la fundación del diario El Obrero, que es el primer diario marxista. Y fíjense cómo introduce un elemento central. El tipo anda, pelea junto a los trabajadores aquí, se vincula con el con­junto de las colectividades que llevan adelante, desde el anarco­sindicalismo, el anarquismo, el socialismo y el colecti­vismo, las distintas luchas y dice, bueno, es evidente que aquí se observa con claridad la disyuntiva trabajadores y explotado­res, en la cual no­sotros creemos integralmente a nivel mundial. Pero aquí hay algo más. Aquí hay una opresión nacional por parte de Gran Bretaña que merece ser elucidada. Esto lo señala Lalle­mant, de manera periodística, si se quiere, en el diario, y de ma­nera sindical en las reuniones de trabajadores, antes que Lenin señalara lo propio de una manera más teórica, más desa­rrollada, en Rusia. Desde ese momento Lallemant desarrolla su vida, co­labora activamente con las corrientes de izquierda de la Unión Cívica Radical, porque se­ñala hay que unir el campo nacional con el campo marxista, sin definirlo en esos términos, que son mucho más contemporáneos, como lo recordaba recién Manuel. Pero desde que termina su vida política casi no es rei­vindicado por la izquierda argentina, que toma o uno u otro camino como elementos excluyentes, si nos damos cuenta. So­bre todo en la izquierda tradicional, donde Juan B. Justo y el llamado Partido Socialista Internacional entran a pe­sar de ma­nera decisiva.
Siguiendo. Manuel Ortiz Pereira, para que veamos de dis­tin­tos afluentes. Manuel Ortiz Pereira es radical y hace el ca­mino inverso al de Germán Ave Lallemant, ya sobre comienzos de si­glo. Él señala el problema de la Argentina es la falta de so­bera­nía frente al imperio. Él señala el problema de la Argen­tina es, bueno, somos un país encadenado, pero empieza a ob­servar que existen latentes, debido a ese encadenamiento, una serie de condicionan­tes sociales internos que genera colonia­lismo cultu­ral, lo cual hace que las clases sociales, en lugar de desenvol­verse según sus intereses, se desenvuelvan según los in­tereses que les hacen creer que tienen. ¿Qué hace entonces?. Preanun­cia las zonceras de Ar­turo Jauretche en un libro, entre otros, que se llama La tercera emancipación. Y desde el otro perfil con­fluye, confluye en un ni­vel general, no generacional­mente, con el plan­teo previo de La­llemant.
Posteriormente, Arturo Jauretche. Arturo Jauretche rompe con la Unión Cívica Radical en el año 42. Dice están tan ma­no­seadas nuestras banderas dentro del radicalismo que, por más que noso­tros sigamos siendo radicales, más vale irnos porque el alvea­rismo ha copado esta estructura. El que quiera ver alguna rela­ción con la actualidad, con otros movimientos históricos, la puede tomar, porque creo que Jauretche pensaría así. Y señala que la posibilidad de transformación integral de la Argentina pasa por desestructurar los elementos de colonialismo mental, al igual que lo decía Manuel Ortiz Pereira, que existen en este país. Pero avanzan lo suficiente en un tramo desconocido de Jauret­che como para en los años 70 plantear el apoyo a la ju­ventud in­surgente en ese momento. Y él se dirige a sus compa­ñeros, a sus viejos pero­nistas, y les dice no hay que quedarse en viudos tris­tes, no hay que quedarse con la casa vieja, porque la casa nueva se está cons­truyendo y la están construyendo estos jóvenes re­vo­lucionarios. En la casa vieja, como la conocemos, aunque sea una porquería nos parece que está adecuada y que es có­moda; en la casa nueva que se está realizando hay tachos de pin­tura en el medio, en las escaleras, nos hacen tropezar, se cae el revoque que se acaba de poner, hay que lanzar una cons­trucción muy fuerte. En ese sen­tido, Arturo Jauretche plantea la ruptura con la tradición absoluta del nacionalismo revisionista para inte­grarla a la tradición que es­taba refundando la Juventud Peronista y las distintas corrientes transformadoras en ese mo­mento.
Agustín Tosco. Agustín Tosco marca, junto con John Wi­lliam Cooke, desde ambos perfiles diferenciados que confluyen, algo así como el proceso de maduración social que vive el pue­blo argen­tino, y que es cortado con el golpe de 1976. Agus­tín Tosco, a partir del problema evidentemente social, plantea la necesidad de unidad, después de un largo proceso que va desde el peronismo antiburocrático hacia el marxismo, la unidad con los sectores como los encarnados por Atilio López, que permi­tan configurar un frente que aúne la liberación nacional con la li­beración social. En todos estos casos, y Tosco también es un pa­radigma, hay rup­tura con los elementos tradicionales de cada una de las vertientes.
Y John William Cooke, que evidentemente transgrede, aún sintiéndose más peronista que ninguno, absolutamente todos los cánones tradicionales del peronismo. Y se lo puede bucear en la definición y la descripción que él hace con respecto al tema de la burocracia.
En todos estos casos hay un recorrido común que tiene que ver con por qué decíamos el Che Guevara como producto de un clima social cultural aún cuando no abrevara en uno o en otro elemento, y es el tema de la forma de construcción del conoci­miento. El problema del conocimiento implica desde dónde se mira la reali­dad. Y a través de todos los compañeros, apenas hemos mencio­nado algunos, podríamos mencionar a otros, a Hernández Arre­gui, a Milcíades Peña desde un perfil comple­ta­mente distinto, a Silvio Frondizi, a Walsh, a Mario Roberto San­tucho, todos esos compañeros señalan que hay que estar parado en algún lado sin perder la dinámica. Es decir, hay que estar pa­rado en una zona geoeconómica desde donde se mira el mundo para no flotar en la indeterminación, como decía Cooke, y estar parado en una clase social determinada para no mirar el mundo desde cualquier lugar, donde aparecen intereses conflu­yentes debido a la región geoeco­nómica pero que no son claros, en cuanto a la determinación so­cial, sobre qué tipo de transfor­ma­ción se necesita en el país.
No voy a ir mucho más lejos pero, simplemente para cerrar, señalo que en los 60, y en esto creo que Jorge va a hablar al res­pecto, se abren dos grandes vertientes que son herederas de to­das estas tradiciones de ruptura, que es la nueva izquierda y el pero­nismo revolucionario. Entiéndase las denominaciones como de­nominaciones amplias y aglutinantes, y en modo al­guno refe­ridas a una organización en particular, aún cuando haya tomado tal o cual nombre. Todas estas tendencias, y eso es lo que hay que re­cuperar, por eso decía lo de la maduración social cortada en el 76, porque el golpe del 76 es económico en el sentido que Martínez de Hoz le imprime a este proceso, pero sobre todo es político para cortar un proceso de maduración que era muy tras­cendente para la sociedad argentina; hay un des­mentido integral muy fuerte, muy sólido, a las iglesias en la política. El Che Gue­vara, que condensa como revolucionario extraordinario este tipo de plan­teos, hace hincapié en la des­dogmatización y no sólo en sus escri­tos o, yo diría, no tanto en sus escritos como en su ac­cionar con­creto. El Che es una es­ponja del saber latinoameri­cano, el Che es una esponja del clima cultural argentino, el Che aprehende de los distintos paí­ses que va conociendo lo mejor del saber local, lo mejor del sa­ber popular que anda circulando en boca de la gente en ese momento, y no lo desprecia en ningún momento ni lo com­para con el saber teórico de los libros. Él sabe que hay que estu­diar, él sabe que los grandes clásicos del marxismo merecen ser leí­dos, pero él dice aquí tenemos una realidad latinoamericana a transformar, y esta realidad latinoa­mericana la vamos a trans­for­mar con estos tipos que están pele­ando acá. En ese sentido, la tradición de ruptura argentina, la tradición de ruptura de las tra­diciones latinoamericanas se fusio­nan en el Che Guevara, como uno de los ejemplos máximos de revolucionarios en nues­tro con­tinente. Gracias.
G. Cieza:
Voy a presentar al próximo expositor que es Jorge Cardelli. Es dirigente de CTERA y con él tuvimos el placer de participar en esta Cátedra Che Guevara cuando se dio en la UBA, en una clase que dimos en la Carpa Docente.
Jorge Cardelli:
Bueno, yo voy a tratar de continuar en el marco de proble­mas que planteaban los compañeros, señalando una cosa que me pa­rece importante. Cuando nosotros hablamos de los deba­tes de la década del 60, del 70 o todo el período hasta la dicta­dura mi­litar, entramos en esa etapa habiendo salido de dos gue­rras mundiales. Es decir, hay un mundo de posguerra, y ese mundo de posguerra, que normalmente se lo suele presentar como cosa separada, fue todo el larguísimo proceso a través del cual el sis­tema capitalista terminó de resolver su crisis. Y real­mente la crisis la resolvió no propiamente de una manera pací­fica y ar­mónica, sino realmente de la manera más salvaje. No­sotros no debemos olvidar que los Estados Unidos, la potencia líder del mundo actual, no vaciló en tirar la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki para terminar la segunda guerra mun­dial. O sea que para aquellos que piensan de que porque no hay dos bloques en este momento posiblemente tengamos más se­guridad de paz, yo diría que no es para pensarlo de esa manera. Pero el mundo que surge en la posguerra, diga­mos, esquemáti­camente hay tres blo­ques: el mundo capitalista, el mundo so­cialista y los países del Tercer Mundo. Y muchas veces noso­tros, en los análisis de esa época, olvidamos la fuerza y el valor que tenía lo político inclu­sive en el propio desarrollo econó­mico, valor que inclusive hoy nos hace mirar mal muchas de las situaciones que viven algunos países en particular. Un debate fuerte que giró alrededor de toda nuestra militancia fue el tema del papel que jugó Argentina en la segunda guerra mundial. Y el papel que jugó Argentina en la se­gunda guerra mundial está li­gado al surgimiento del movimiento peronista que tuvo, real­mente, más allá de cualquier discusión, un papel dominante en la vida política argentina desde los cua­renta y pico en adelante. Y quiero señalar un poquito algunos elementos de ese debate.
En principio, vistas hoy las cosas, uno puede decir que en la segunda guerra mundial se debatieron varias cosas. Uno de los temas que se debatió era la contradicción capitalismo con el so­cialismo, que la expresaban Alemania, por un lado, y la Unión Soviética, por el otro. Pero también era cierto que era una gue­rra interimperialista porque Alemania, Japón e Italia discutían con los Estados Unidos e Inglaterra la nueva redivi­sión del mundo, y querían recuperar colonias porque habían quedado afuera. Ale­mania porque perdió la primera guerra e Italia y Ja­pón porque no habían quedado para nada en el re­parto de colo­nias. Y hay una tercera cuestión que también se jugaba en la se­gunda guerra mundial, que era el avance de China y la lucha por la liberación nacional contra los japoneses, en este caso en China. O sea que era una guerra donde había una cantidad enorme de aspectos. Y una guerra en la cual, por diferentes ra­zones, América Latina no estaba participando de esa guerra.
América Latina estaba a distancia de esa guerra. Lo cierto es que, producida la guerra, la primera cuestión, aflojada la presión imperialista, ya sea por la crisis del 30, ya sea por la cuestión de la guerra, se produce un marco de condiciones para que aquí surja un desarrollo nacional con una cierta burguesía, que hizo bastan­tes cosas, y por el otro lado una gran cantidad de conquis­tas por parte del movimiento trabajador. Esto fue el hecho obje­tivo, y es cierto que en la dirigencia que conducía ese proceso, la dirigencia hegemónica, ni de lejos tenía una posi­ción socia­lista, era clara­mente, tenía la idea de un desarrollo nacional, de una indepen­dencia, y especulaba con la guerra. E inclusive más, Perón, una buena parte de su tiempo, pensó que la guerra que había termi­nado en el 45, había posibilidad de que hubiese una nueva guerra mundial, particularmente en Co­rea, y eso le diese nuevo espacio a nuestro país para un nuevo desa­rrollo nacional. Es decir que, como burguesía nacional, in­du­dablemente tuvo un carácter inde­pendentista.
Lo cierto es que de una forma o de otra, después de la se­gunda guerra mundial y ya por los 50, hay un cierto clima op­ti­mista desde la perspectiva del desarrollo. Desde la perspectiva de desa­rrollo, digo, porque en los países capitalistas básica­mente fun­ciona toda la ideología keynesiana, todo el estado de bienes­tar, hay un conjunto de teorías que dicen que el capita­lismo iba a cre­cer de manera indefinida y no iba a tener ningún tipo de pro­blema. Pero también hay una posición optimista en los propios países socialistas. E inclusive está el discurso del Che en Monte­video donde dice nosotros vamos a crecer al ocho por ciento anual, e inclusive le contrapone en los debates a la posición que tenían los demás ministros de relaciones exterio­res, le contra­pone el plan. Y les dice nuestro plan es tan fuerte que nos va a permitir crecer al ocho por ciento anual, y no sola­mente eso, vamos a lo­grar lo que lograron ustedes, lo que logró el capita­lismo, en mu­cho menos cantidad de años y con mucho menos sufrimiento. Es decir, la idea de lograr el crecimiento y lograr toda la riqueza y lograr toda la posibilidad económica que tenían los países desa­rrollados era una posibilidad que se planteaba desde el socia­lismo, pero por un camino diferente. Y también, y es importante decir, desde diferentes ideologías de­sarrollistas que existían en los países del Tercer Mundo, parti­cularmente en África, y también desde posiciones peronistas, se planteaba que era posible hacer la liberación nacional, hacer un desarrollo con cierta independencia y con cierta planificación tener altas tasas de crecimiento y alcan­zar los mismos niveles que los países de­sarrollados en muchos menos años y con mu­cho menos sufri­miento.
A mí me parece importante, de esta idea, yo le llamaría a esto el mito del alcance, lo quiero poner porque hoy vuelve a es­tar presente. En aquel momento el mito del alcance estaba pre­sente por la vía de la industrialización. Íbamos a resolver nues­tros pro­blemas si nos industrializábamos. Industrializarnos era hacer lo mismo que tenían, alcanzar el mismo nivel de desa­rrollo indus­trial que tenían los países desarrollados. En ese marco, un aspecto importante del debate que nos ligó a noso­tros, y con Manuel en ese sentido, uno de un lado, otro de otro, hay una cosa importante que se saldó por los 60, que un poco lo dice Manuel, la idea de que el mundo capitalista era un solo mundo. No había varios mundos, no había un capitalismo que se daba en los países desa­rrollados y después se iba expan­diendo hacia los países periféri­cos, y que en todo caso nosotros, Argentina y América Latina, éramos una etapa de ese proceso, es decir, ahora estábamos en la etapa feudal y después iríamos avanzando a otras etapas superio­res. Ya había un solo mundo capitalista, y en ese mundo nosotros éramos una parte. Es decir, el Tercer Mundo, América Latina y los países desarrollados eran parte de una misma articulación. Los países periféricos éramos los países explotados y los países desa­rrollados crecían gracias a la explo­tación que tenían los países periféricos. Pongo esto en la mesa porque también esta es una idea que hoy ha de­saparecido del mapa. Ha desaparecido la idea de explotación y ha desaparecido la idea de industrialización. És­tas son, me gus­taría volver al final de la exposición.
Pero esta idea se impuso, de alguna manera, en la cual des­pués venían las diferencias, si había espacio para un proyecto de liberación nacional con la alianza con la burguesía nacional, que era lo que planteábamos los que militábamos en el movi­miento peronista, y los que tenían muy poca esperanza de que hubiese posibilidades con la burguesía nacional, que son los otros com­pa­ñeros que estaban en la izquierda. Estoy hablando de toda la iz­quierda que era no Partido Comunista. Y la deno­mino así por­que el debate de los 60-70 está muy signado por un debate pe­ronismo-antiperonismo, y donde el protagonista fuerte del de­bate antipe­ronismo en el campo popular era el PC. Y lo digo así no porque hoy podamos decir quién tenía razón, por­que creo que a los pe­ronistas nos cabe la necesaria autocrítica de decir que el movi­miento peronista que estuvo en la década del 40-50 no era un de­chado de virtudes, que hubo enorme cantidad de elementos autori­tarios y que, bueno, que tuvo una cantidad de cosas importantes. Pero todas esas cosas que noso­tros no veía­mos y que muchos nos lo decían son las que des­pués terminaron imponiéndose, y que son la explicación del Menem que tenemos ahora. Es decir, el Menem que tenemos ahora, no nos olvide­mos, no creció en un repollo, creció en un movimiento peronista que indudablemente tenía enorme canti­dad de limitaciones. Y la dirigencia obrera, hoy trai­dora, que tenemos y, concretamente, la UOM, los demás sindica­tos, tam­poco crecieron en un repollo, también crecieron en un marco de condiciones que son las de las concepciones que termi­naron im­poniéndose, y que estaban como germen pero estaban en el movimiento peronista. Es de­cir, que estos aspectos creo que son así. Esto lo que me toca a mí. Creo que a los compañeros de la iz­quierda les toca un pro­fundo gorilismo, un profundo sentido anti­popular, y una pro­funda falta de respeto por la experiencia que es­taban viviendo nuestros pueblos. Porque las movilizacio­nes fue­ron objetivas, nadie se puede olvidar lo que significó el 17 de noviembre cuando viene Perón al país, de que masas de gente sa­lían a espe­rar a Perón bajo la lluvia, en las condiciones más im­posibles. Ni la dictadura militar jamás hubiese pensado el fervor popular que tuvo Perón. Y para qué decirles cuando murió. En fin, toda la historia de movilizaciones que significó el peronismo.
Yo quiero, finalmente, en el tema de la violencia, camino por el cual avanzamos todos… ah, antes que eso, hay otro tema que quedó saldado, que hoy me parece que también saldamos en esa etapa, es que América Latina es una especificidad. América La­tina, más allá de ser un país del Tercer Mundo, América Latina no es Asia y América Latina no es África. América Latina es un país que alcanzó la independencia na­cio­nal el siglo pasado. Y no­sotros, cuando juntábamos todo el Ter­cer Mundo, juntába­mos todo como si fuéramos todos los países del Tercer Mundo igual, y la realidad es que no visuali­zábamos el tema. Uno de los temas importantes que no visuali­zábamos es la fuerte tradición demo­crática de lucha por la de­mocracia, el voto y todas estas cosas que en América Latina ya tenían mu­cha historia. América Latina no era exactamente el mismo con­tinente que los demás y, en ese sen­tido, una creo de nuestras incomprensiones, desde esa perspectiva, es no haber visualizado estas características particu­lares del pro­pio conti­nente, y que de­berían haber sido desarro­llados más en profundi­dad. Por ejem­plo, el tema de la valoriza­ción, en este caso, de la demo­cracia. Pero también es cierto, y lo digo por la positiva, que en ese momento se entra a desarrollar la teoría de la depen­dencia. La teoría de la dependencia es una teoría de origen lati­no­ameri­cano. Y lo importante de la teoría de la dependencia es que dice sí, es cierto que el sistema capitalista es único, es cierto que hay una economía mundial, pero también es cierto que América Latina no es de palo en ese proceso, que no sola­mente hay una expansión imperialista de allá para acá, también hay entregado­res de acá, y también el proceso de arti­cu­lación del dominante y del dominado tiene especificidad his­tórica y hay que verla en sus di­ferentes características, y la forma que adopta depende de la his­toria de cada uno de esos países. Es decir, la teoría de la depen­dencia planteó la necesidad de estu­diar la especificidad de la do­minación que se daba en América Latina. En ese sentido fue un avance importante. A partir de ahí después vienen un conjunto de discusiones, unos con una posición, otros con otra posición.
Yo, para ir terminando, a mí me parece que hay cosas, yo creo que muchas cosas han quedado en el camino por lo bien y otras que nos quedan todavía por seguir debatiendo. Creo que una de las cosas que se va disolviendo en nuestro país es el de­bate pero­nismo-antiperonismo. Creo que lo que nos ayuda que se vaya re­solviendo es que, entre otras cosas, creo que el pero­nismo ha cumplido definitivamente el ciclo histórico, di­gamos, cumplió una tarea muy importante y hoy no creo, para mi gusto, que tenga más posibilidades de aportar más a la trans­formación de la reali­dad de nuestro país. Pero lo cierto es que hoy leemos y miramos para atrás con un poco más de generosi­dad, e inclu­sive hay mu­chas posiciones de muchos intelectuales de izquierda que los que venimos de un lado las estamos rele­yendo de ma­nera diferente. Y también creo que, como decía Gabriel, muchos militantes y pen­sadores que vinieron del mo­vimiento peronista como John Wi­lliam Cooke, como Arturo Jauretche, hoy están siendo leídos con un criterio diferente. Es decir, hay un criterio de mayor unidad y eso me parece una cosa importante.
Finalmente, me quiero referir un tema que sí creo que no termina de estar saldado en el debate, y a mí me parece un tema trascendente. Digo dos temas, primero el tema del mito del al­cance. Hoy nos dicen que la solución de nuestros problemas es alcanzar el desarrollo tecnológico, que si nosotros tenemos el co­nocimiento y el desarrollo tecnológico que tienen los países desa­rrollados, seguramente nuestros problemas se solucionarán. En­tonces, nuestra tarea principal vuelve a ser alcanzarlos. Y a mí me parece que cada vez que los queremos alcanzar, los al­canzamos menos y nos hundimos más. Quizás hay que pensar que no hay que alcanzarlos y que en el nuevo mundo que noso­tros queremos hacer hay muchísimas cosas, casi una gran parte de lo que hay en los países desarrollados, que no necesaria­mente tienen que estar, no todo lo de allá es necesario. Éste que me parece que es un tema trascendente para ahora. Y el se­gundo tema trascendente es la clase trabajadora, compañeros, no ha desaparecido. Hay una transformación muy grande entre los tra­bajadores en aquellos tiempos y los trabajadores de hoy, pero hoy también los trabaja­dores existen. La Carpa Docente es un ejemplo, la lucha de los periodistas por lo de Cabezas es un ejemplo, además de los cortes de calles, además del MTA y además de todas las luchas obreras, y además de todo lo que ha sido la Marcha Federal. O sea, esta­mos ante una situación nueva. Nuevos trabajadores y ante condi­ciones internacionales nuevas.
Creo que debemos volver a mirar las cosas del pasado por­que el pensamiento que hoy tenemos que construir tiene que ser una continuidad crítica de lo que hicimos antes. Creo que los objeti­vos, en líneas generales, no se han modificado. Nada más.
G. Cieza:
Quería decir que está presente José Luis Rumbau, un pe­rio­dista de la televisión cubana. Pido un aplauso para él y para una república de Cuba que está sufriendo atentados terroristas, que repudiamos en la primera charla y hoy queremos seguir re­pu­diando, sobre todo para que este compañero pueda llevar, de al­guna forma, la solidaridad que sentimos por el pueblo her­mano.
Voy a terminar las primeras exposiciones de los docentes pre­sentando a Luis Brunatti, un hombre que fue ministro de go­bierno, diputado nacional, y que renuncia al Partido Justicia­lista a partir del indulto. Creo que en un momento en que se bajan ban­deras, en que se bajan posiciones políticas pensando en los cargos, Luis Brunatti es un ejemplo de que más impor­tante que los car­gos, más importante que las pertenencias que puedan dar, que permitan hacer negocios políticos, está en de­fender deter­minadas ideas.
Luis Brunatti:
Bueno, en primer término un agradecimiento a los organi­za­dores de esta Cátedra por la invitación. Y voy a tratar de com­plementar, de algún modo, todo lo que se ha dicho, para dejar elementos que probablemente se puedan esclarecer más en el fu­turo debate. Y quiero partir en estos seminarios, yo no es el pri­mero que participo con respecto a la figura del Che, se hace mu­cho hincapié en la necesidad de no caer en los modismos en que el Che quede convertido en una camiseta, en una banderita de moda. Y si bien esto es así, no se puede negar que hoy el Che está de moda. El Che está de moda con todo lo positivo que esto tiene y con todo el compromiso que obliga a desarrollar. Porque una de las cosas que no hay que perder de vista que un modo más de convertirlo al Che en un póster es separarlo de la Revolución Cu­bana y separarlo de la figura de Fidel. Creo que el Che, la Revo­lución Cubana y Fidel Castro, que sigue pele­ando desde esa isla por los ideales de la humanidad, son una sola cosa que deben ser pensadas de ese modo y valorizada en ese sen­tido. No hacerlo así, tratar de ver en el Che una figura des­co­llante, al margen y por arriba del proceso que posibilita su ge­neración y desarrollo, es una forma de convertirlo en un pós­ter.
Para nosotros, los que venimos de origen peronista, la Revo­lución Cubana y la figura del Che tiene una importancia cen­tral. Yo me desarrollé en el movimiento cristiano y en aquella época comenzamos a ver en la Revolución Cubana un ejemplo que ha­bía que seguir, que de algún modo había que emular. Esto fue lo que nos llevó a pensar en aterrizarlo, de algún modo, en la reali­dad argentina, y uno lo aterrizaba idealizando los proce­sos. Fue así que idealizamos el peronismo, lo digo con todo lo meritorio y lo contradictorio que esto tiene, idealizamos el pe­ronismo porque pretendíamos aterrizar en esa realidad un pro­ceso de transforma­ciones que llevaría tiempo, que necesaria­mente lleva­ría lucha, pero que era necesario implementar, desa­rrollar en este suelo. Esa idealización del peronismo le dio una gran vitali­dad. Viéndolo en el tiempo creo que estuvo bien que esto fuera así. Fue importante, fue positivo que fuese así, te­niendo en cuenta, claro, las contra­dicciones de un movimiento como el movimiento peronista.
Ustedes comprendan que el peronismo se había formado de una manera muy distinta en Capital Federal, el conurbano, las provincias industrializadas, y el resto del país. En Capital Fede­ral, el conurbano, las provincias industrializadas, el peronismo se formó con una gran participación de la clase trabajadora, des­prendimientos de la izquierda, radicales que no transaban con la alvearización del radicalismo. Pero en el interior del país el pero­nismo se conforma con sectores conservadores que ad­hieren al nuevo movimiento. Es por eso que, a través del tiempo, y como correlato de la desindustrialización, aquellos sectores que habían permanecido agazapados dentro del mo­vimiento van cobrando importancia. Y hoy los apellidos que tienen que ver con el Par­tido Justicialista son apellidos conser­vadores, como los Saadi, los Ro­dríguez Saa, los Romero de Salta, y tantos otros peronis­tas y neo­peronistas. Sin olvidarme del presidente de la nación. Ellos, que formaban parte del con­tradictorio, complejo mosaico del pero­nismo, fueron disciplina­dos de tal modo por la realidad que se vivía, que bailaban al compás de lo que en esa época se daba. Para los más jóvenes, algunos datos pueden llegar a hacer enten­der hasta qué punto. No hay que olvidarse que, en aquellos años, dos terceras partes de la humanidad se encontraban en el socia­lismo o en camino hacia el socialismo. Se asumían dos ter­ceras partes de la hu­manidad de ese modo. Esto llevaba a que, por ejemplo, en un debate entre sindicalistas, Agustín Tosco, que fue bien recor­dado, discutiera por televisión con José Igna­cio Rucci. Sin pre­tender hacer una calificación de Rucci, sino describirlo, yo lo veo hoy como un Daer de estos tiempos. Y ambos discutían por televisión pero parados desde el socialismo. Para agudizar más, para reflejar más claramente qué eran esos tiempos, quiero re­cor­dar para los más viejos y comentar para los más jóvenes, que el actual presidente como gobernador de La Rioja en el año 73 de­clara a La Rioja primer estado socialista de la república Argen­tina. Esto da una idea de cómo era el clima y por qué es impor­tante analizar las cosas en ese contexto. Es el contexto el que permite tener una idea de cómo era el pulso so­cial, hacia dónde se movilizaba la sociedad, qué cosas la motiva­ban. Y esto es verda­deramente importante, porque van desarro­llando, sobre todo hacia el interior del peronismo y en el seno de la so­ciedad argentina, vinculaciones con lo que de alguna ma­nera el metamensaje de la Revolución Cubana.
Es decir, todos los debates que acá se reflejaron son ciertos a nivel teórico, y era lo que debatía la juventud en aquel mo­mento. Pero también es cierto que el pueblo vibraba al compás de una sentida transformación que se percibía que se iba a desa­rrollar. Por decirlo de alguna manera más simple: la revolución se olía, se percibía, las cosas iban a cambiar. Se tiraba un cargo de diputado al aire y caía al suelo, porque no se podía ser parte de la burocra­cia, ya que se iba a ser socio de las transformacio­nes de la socie­dad, ya que se iba a ser parte de un futuro revo­lucionario. Esto es sustancialmente distinto a lo que se vivió luego a través del tiempo. La revolución se percibía. Durante los largos períodos de dictadura que hubo en todos aquellos tiem­pos, los jóvenes perci­bíamos la posibilidad de desarrollar el idealismo natural de la ju­ventud hacia adentro de las organiza­ciones revolucionarias y la política en general. Y esto es una cosa muy importante, sobre todo hoy que la política está más consustanciada con el modelo económico y muy pocos, y la verdad que con un esfuerzo de vo­luntad terrible, ven hacia aden­tro de la política la posibilidad de desarrollar verdaderos ideales con respecto a la humanidad, a la sociedad.
Entonces, más aún, ustedes habrán escuchado hablar de la clase política, y esto para colmo de males no se lo menciona hoy en estos días, no se lo menciona de forma peyorativa, uste­des van a escuchar por radio y televisión hasta figuras progre­sistas hablar, desde la Alianza, desde aún partidos o sectores más de izquierda, de hablar de clase política. Ya no la política represen­tativa de cla­ses sociales, sino la política como clase en sí misma, que por lo tanto tiene cosas que defender, tiene meto­dologías, sistemas, que hacen a su propia subsistencia. En estos tiempos los partidos polí­ticos no ofrecen a la juventud la posi­bilidad de aterrizar la ideali­zación que nos ofreció a nosotros. Nosotros sentíamos en las ex­presiones revolucionarias, en el movimiento político de los más diversos sentidos, y aun deba­tiendo aspectos secundarios y a ve­ces muy importantes, la po­sibilidad de estar desarrollando, parti­cipando en la construcción de los ideales más sentidos. Esto es una enorme diferencia con lo que hoy se vive.
Yo creo que asistimos a un vaciamiento tremendo de la de­mo­cracia. Creo que el sistema representativo está en crisis. Está en crisis y no la veo como una crisis negativa. Afortunada­mente, para que el ser humano participe, y para que la juventud parti­cipe nuevamente en la acción política, va a haber que ofre­cerle prota­gonismo, ya no representatividad, ya va a haber que ofre­cerle po­sibilidades de participar en serio y no de trabajar para ser repre­sentados, y esto me parece una cosa positiva que se va a desarro­llar con el tiempo.
Lo cierto es que la Revolución Cubana jugó para la socie­dad argentina, y la figura del Che, un papel central. Para los pe­ro­nis­tas fue la posibilidad de reactivar todo el proceso que tenía que ver con el retorno de Perón, como dije, idealizando todo eso con sus pro y sus contras, y la posibilidad de aterrizar los idea­les en esta tierra. Por supuesto que el tiempo, la lucha que se dio, la ani­quilación que se produjo de la juventud, estuvo diri­gida a termi­nar con aquella semilla peligrosa para el imperia­lismo, peli­grosa para los intereses no sólo de nuestro país sino en el conti­nente. Por eso una vez más se puso en marcha una matanza, y por eso hoy el mérito que tenemos es haber perte­necido a una juventud que entregó lo más valioso que tiene la juventud, que es su sangre a la tierra en función del desarro­llo de su sociedad, en la genera­ción de ideales, de principios, la forma de buscar el desarrollo del ser humano, la promoción del ser humano. Una vez más el 76 vino cruelmente a desarmar las posibilidades que se habían gene­rado. Una vez más, digo, por­que como sabrán, en nuestro país las matanzas fueron muchas. Nuestro país, que por televisión aparece como pacífico, es un país de grandes matan­zas. Primero matamos a los indios. Des­pués borramos a los ne­gros. Un puerto de escla­vos, como es Buenos Aires, ustedes sa­ben, no tenemos negros porque nos en­cargamos de aniquilarlos. Después vino la matanza de los tra­bajadores en la Semana Trá­gica y los fusilamientos de la Pata­gonia, y que llegó hasta des­pués del 55. Y por último, la ma­tanza de los jóvenes, como para que quedara grabado a sangre y fuego que estas cosas no se ha­cen, que la posibilidad de aten­tar contra el sistema de intereses económicos y políticos esta­bleci­dos se paga caro. Para dejar grabado a fuego esto, no tanto por los errores, que sí los tuvi­mos, sino por los aciertos, es que so­brevino el Proceso y la tre­menda aniquilación.
Bueno, pero cómo aterrizar hoy todo el idealismo. Porque es­tas cosas que recordamos no tienen que ver con la nostalgia, como dice Menem, sino que tienen que ver con el mandato de la huma­nidad. Se trata de desarrollar una sociedad más justa, y en estos momentos percibimos, percatamos que las cosas no van en esa di­rección. Muy probablemente haya que desarrollar la forma, y para mí, creo que tiene que ver fundamentalmente con el prota­gonismo de la gente, con el protagonismo de la socie­dad, y dejar a un lado el sistema democrático representativo. Hoy al sistema democrático se lo condena por derecha. No son pocos los que piensan al final las dictaduras no eran tan malas. Es decir, por de­recha se cuestiona a esta falsa democracia. Yo creo que por iz­quierda, con la profundización de la democracia, con el protago­nismo de la sociedad, con dejar de elegir repre­sentantes y elegir protagonismo. ¿Ustedes se han puesto a pen­sar cómo la tecnolo­gía, que todo lo puede, no ha logrado que el ser humano se ex­prese en cuestiones políticas en forma directa? ¿Por qué, es que no se puede lograr esto?. Pero por supuesto que se puede. A ese tipo de transformaciones me refiero, una transformación más de fondo. No se trata, les decía yo a los compañeros en la época en que buscábamos desarrollar una al­ternativa política, no se trata de buscar diputados buenos. La Revolución Francesa no se hizo con marqueses buenos, se hizo con otra cosa. De este mismo modo, hoy la transformación de la sociedad hay que pensarla no en fun­ción de la moralización de la política sino el protagonismo de la sociedad, el protagonismo de la gente y la acción directa de la política. Creo que estamos grandes ya para eso. Hay que dejar de lado los paternalismos, que son útiles en una etapa de la vida del ser humano, pero que si se extienden demasiado en la vida del ser humano, de la so­ciedad, terminan castrándola. Esta sociedad ten­drá que encon­trar esos caminos.
El Che, después de tantos años de haber sido un desterrado, un desconocido, un ignorado, un ninguneado en su propia tie­rra, alcanza el reconocimiento más alto que se le puede brindar, que cientos o miles de jóvenes, a veces en los más distintos pun­tos del país, se escuchen hablar, se sienten, se reúnan a escuchar a hablar o a opinar sobre su figura. Esto habla de que los idea­les de la hu­manidad están vivos, están presentes en la juventud. La juventud, ustedes saben que es la garantía biológica de la evo­lución de la sociedad, hoy la juventud transgrede por donde puede, transgrede por donde es posible. Tampoco es construc­tivo ni útil transgredir tirando piedras o siendo funcionales al modelo, exponiéndose a invalidar los procesos de protagonismo popular. Hoy la juventud transgrede por donde puede, y una forma de transgresión pro­funda es la revalorización de una fi­gura como la de Guevara, la de que sea posible reunir tanta gente para hablar, para escuchar, para opinar sobre temas como éste.
Y para terminar, esta sociedad que, como decía, en la cual lo político ha sido lentamente vaciado de contenido hasta con­ver­tirlo en una cáscara hueca, con todas las formas pero sin nada de esencia, es como un huevo al que se lo ha vaciado, sí hay cáma­ras, sí funciona todo el sistema institucional, pero la gente no se siente participando, no se siente defendida, este sis­tema, que se encargan en promover el sentido humanitario, y está bien que lo hagan, hace pocos días murió la madre Teresa de Calcuta, y yo que vengo de origen cristiano y veía todas las honras que tuvo, pensaba en la hipocresía de este sistema que se encarga de exal­tar una figura que tiene que ver con la dádiva a los pobres; pero ha ignorado, repudiado sistemáticamente a los que han hecho trans­formaciones profundas que lograron que gran parte de la humani­dad viva en forma digna. Y como ejemplo de esto, como un sim­ple ejemplo de esto menciono a Guevara y a Fidel Castro y a la Revolución Cubana. Gracias.
G. Cieza:
Bueno, me están empezando a llegar algunas preguntas.
Voy a decir que: Exigimos justicia a siete años del asesi­nato de Andrés Núñez. Jornada cultural de protesta, radio abierta, grupos en vivo. El sábado 27 a las 15 horas en plaza Italia. In­vita la Coordinadora Sur.
Tengo algunas preguntas. A Jorge Cardelli: ¿Desde dónde se explica la formación antiimperialista del Che en la Argen­tina, puesto que ésta fue por fuera del peronismo?.
J. Cardelli:
En verdad no conozco cómo ha llegado a la formación an­tiimperialista el Che, pero he escuchado una exposición hecha por el Cacho Envar El Kadri que la recomiendo, está grabada en la Cátedra de Buenos Aires, donde entre otras cosas muestra cuán fuerte fue el impacto de las conquistas y de los logros del movi­miento peronista en el país mientras estaba en el gobierno. Hay una cantidad importante de hechos que muestran de que, en el caso del Che, muy lejos estaba de tener una posición con­traria al peronismo, y al contrario muestran de ser una persona que fue impresionada por los logros del peronismo en la etapa 45-55. Más detalles, lamentablemente, no conozco. Pero la se­gunda cuestión, y esto sí lo digo, ya que me parece realmente una po­sición bas­tante simplista pretender explicar las ideas de una per­sona sola­mente por el contexto global que existía en el país.
G. Cieza:
Tengo otra pregunta que habla de la relación de Guevara con Masetti. ¿Se propuso Guevara acompañar esta expe­riencia guerrillera?. Creo que es para Gaggero.
M. Gaggero:
Bueno, la impresión general es que efectivamente Guevara se proponía acompañar la experiencia de Masetti, con el cual habría establecido una relación muy fuerte durante el período anterior al triunfo de la Revolución Cubana. Los más viejos re­cordaremos que, antes del triunfo, antes de 1959, algunas ra­dios argentinas, me acuerdo de radio El Mundo, pasó un largo repor­taje que hizo Masetti en Sierra Maestra a los guerrilleros que es­taban en ese momento combatiendo a la dictadura de Ba­tista. Y en ese repor­taje había una larguísima intervención del Che. Año 57, 58 más bien. A partir de ahí Masetti se relaciona con los re­volucionarios cubanos, vuelve a Cuba luego del triunfo y es el fundador, junto a otros periodistas argentinos como Walsh, Paco Urondo, Ver­bitsky, fundan la agencia Prensa Latina, que aún hoy es la agen­cia cubana de noticias.
La impresión y la certeza que tenemos de que Cuba y el Che apoyaban firmemente la experiencia de Masetti se basa en dos elementos. Una, sin duda, el hecho de que Masetti se auto­deno­mina Comandante Segundo. Algunos dicen que se llama Co­man­dante Segundo porque tenía una gran simpatía literaria por Ri­cardo Güiraldes. Pero los más dicen que era Comandante Se­gundo porque reconocía como Comandante Primero a Er­nesto Che Guevara. Y la otra es la presencia en la guerrilla de Masetti, en la guerrilla del EGP, de tres compañeros cubanos, que com­ba­tieron junto a la guerrilla de Masetti, que estuvieron presen­tes, y que eran de la columna de Guevara, de la columna que había to­mado Santa Clara, y eran uno de los compañeros gue­varistas de la corriente guevarista del movimiento cubano de esos años. O sea que, efectivamente, la relación era muy fuerte. Y sin duda Masetti contó con el respaldo de la Revolu­ción Cu­bana, y contó o pensó en la posibilidad de que si esta guerrilla se instalaba efecti­vamente en Salta pudiera convertirse en el esce­nario de la lucha del Che.
G. Cieza:
Yo quería completar un poquito esa pregunta, con respecto al Comandante Segundo. Hace muy poco se publicó en Mon­te­video una entrevista a un funcionario cubano, que es más co­no­cido como Barbarroja. No recuerdo el apellido, ¿cuál es?
M. Gaggero:
Piñeiro.
G. Cieza:
Piñeiro. Que era jefe del departamento de América, que en ese momento manejaba toda la cuestión de la solidaridad con Amé­rica Latina. Y los fierros, acota Gaggero, en este caso. Este Bar­barroja comenta, y creo que esa es una primicia, que en rea­lidad, confirma que en realidad esto del Comandante Se­gundo era por­que el Comandante Primero era Guevara. Y que, en rea­lidad, el plan, que eso lo habían discutido con Masetti, él y Gue­vara, era que Masetti estableciera una base operacional, y a par­tir de que se dieran determinadas condiciones el Che iba a parti­cipar en esa experiencia. Que además esto tenía que ver con una posición que tenía Fidel desde hacía bastante tiempo de no ex­poner a sus jefes militares en la primera etapa de la gue­rrilla, es decir, a los jefes más importantes. Lamentablemente, la expe­riencia de Masetti fracasó, entonces es por eso que el Che no viene a la Argentina y sí lo hace a partir, sigue con esa idea, porque además Guevara siempre tenía esa idea de volver a la Argentina, a partir de la ex­periencia boliviana, que también era una experiencia que se ini­ciaba en Bolivia pero, realmente, a partir de eso la idea del Che era armar una columna para ba­jar a la Argentina. Eso era lo que quería completar.
Tengo otra pregunta. Dice: Más allá del reconocimiento a las expresiones locales de la lucha revolucionaria, ¿cuál era la opinión del Che en referencia al movimiento peronista y la ter­cera posición en general y respecto de su líder en particu­lar?. A Gaggero o Fernández.
G. Fernández:
Como decía Jorge recién, vale tomar en cuenta la corres­pon­dencia personal del Che para enterarse de eso. Está prácti­ca­mente a disposición de todos, hay varios libros que las repro­du­cen. Uno de ellos es el de Norberto Galasso, donde en la co­rrespondencia personal del Che Guevara aparecen opiniones muy nítidas, por ejemplo, sobre el golpe del 55. Entre otras co­sas, Guevara dice: la Argentina era una mancha diferente en un continente dominado por los norteamericanos, y quisieron aca­bar con esa mancha por­que fue ofensiva para ellos. La visión que tenía de Perón era bas­tante mala, aparentemente era bas­tante crítica, creo que por razo­nes que seguramente van a que­dar muy claras. Pero con respecto a la tercera posición, la defi­nición socialista revolucionaria creo que era absolutamente clara. El tema era que, aparentemente, si­guiendo la trayectoria, la obra y la vida del Che Guevara, uno ob­serva el asenta­miento de sus posiciones sobre el interés popular latinoameri­cano re­sul­taba determinante. Esto implica que, más allá de la adscrip­ción socialista, él intentaba la construcción de un socia­lismo efecti­vamente referenciado sobre esas clases popula­res, al cual si le convenía circunstancialmente el alineamiento con la Unión So­viética, estaba de acuerdo con hacerlo, y si le conve­nía tomar en cuenta el alineamiento con China, estaba dispuesto a ha­cerlo, y si le convenía el alineamiento con el movimiento de países no alineados, estaba dispuesto a hacerlo. Este tipo de te­situra, ba­sada en preceptos revolucionarios pero básicamente refe­ren­ciado en el interés popular revolucionario latinoameri­cano, está planteado en la OLAS, está planteado en la iniciativa de Tri­con­tinental.
Y con respecto a la dualidad que se pueda abrir acerca de la formación del Che, yo reitero lo que señalaba antes, y esto cada uno lo puede percibir en sí mismo. Rastrear la influencia ideo­ló­gica de alguien según necesariamente los textos que ha leído no siempre nos brinda una pauta clara del conjunto de los sabe­res que lo han ido aprovisionando. Se sabe que el Che Guevara to­maba muy en cuenta los textos de Lukács, y que tenía pre­visto leer a Gramsci, es probable que lo haya leído. Lo que es seguro que, por ejemplo, Cooke coincidía con esas lecturas, lo cual nos brinda un dato sobre su formación. Y obviamente tenía un gran conocimiento de los clásicos del marxismo. Pero no era un estu­dioso estricto, en un sentido académico de eso, y todas las lectu­ras las combinaba con literatura, las combinaba con la mejor lite­ra­tura que podía encontrar. Es famosa, y es tal vez emblemática, una foto de Korda del Che leyendo a Goethe en la sierra, ¿no?. Creo que ahí nos permite trazar un cuadro de quién era el Che Guevara. Si nosotros pretendemos encasillarlo vamos a tener un Che que está un poquito desvirtuado con res­pecto a la influencia global que él tenía. Un tipo ayer, un com­pañero en la Cátedra en Buenos Aires señalaba esto, la inteli­gencia del Che, es decir, el Che no era un hombre romántico en un sentido irracional, la ra­cionalidad del Che puede conside­rarse una racionalidad bastante avanzada con respecto a su tiempo, era bastante comprensivo con respecto a que los textos que él leía estaban permanente­mente acompañados por elemen­tos vivenciales, y sin esos ele­mentos vi­venciales no hubieran sido las mismas las conclusiones que él hubiera sacado de esos textos.
En ese sentido, también se diferencia del modo de estudio de lo que yo señalaba como iglesias. Yo sé que a lo largo de mu­chas exposiciones y de muchas charlas suena lindo, y ustedes lo han escuchado, posicionarse desde la ciencia. Entonces alguien se po­siciona por encima de todos los demás pensamientos y dice lo mío es científico. Y si bien vamos a coincidir en que hay diagnósticos globales de la sociedad que se pueden comprobar a nivel estadís­tico, nos vamos a encontrar con que, curiosamente, es muy poco dialéctica la observación, porque se intenta ama­rrar el pensa­miento político popular y la construcción de una política popular a elementos cerrados. Si algo es científico en un sentido político de construcción, se está planteando como inmóvil, y au­tomática­mente se sube a un pedestal que descarta el resto de los saberes que se van construyendo en la práctica misma y que han demos­trado, en muchos proceso revoluciona­rios, entre otros el cubano, por qué no en el Movimiento 26 de Julio, por ejemplo, que tienen tanto valor como otros saberes relacionados más con el aprendi­zaje directo a través de los tex­tos, etc. En este sentido, el Che también es un ejemplo a seguir, y tomarlo unilateralmente creo que puede ser empobrecerlo.
G. Cieza:
Una pregunta para Luis Brunatti: ¿Cómo lograr lo que él llama profundizar la democracia y la acción directa de los po­lí­ticos?.
L. Brunatti:
Bueno, la idea de profundizar la democracia tiene que ver con una apuesta a la vida, a la evolución de la sociedad. No se puede pensar que el esquema en el que estamos funcionando sea, verda­deramente, como se dijo, el fin de la historia, y que de este modo concluyen las posibilidades del ser humano de parti­cipar en forma épica por la transformación de la sociedad.
Hoy en la política no hay poder. Y no lo dice alguien que ha pasado marginalmente por la política. Yo he tenido espacios de protagonismo político de cierta envergadura, y les puedo asegu­rar que en la política no hay poder o, mejor dicho, hay poder para ir en una dirección, y todo lo otro va a confrontar con las posibili­dades de acción. Dónde está el poder hoy. Hoy el poder está en los medios de comunicación, el sistema de comunica­ción, y lo económico. Pero el sistema de comunicación es parte de lo eco­nómico. No se puede aceptar que la humanidad, de aquí en ade­lante, va a ser espectadora. Del mismo modo en que la tecnología llega con su mensaje a todas partes, es posible pen­sar en la im­plementación de la tecnología al servicio del pueblo. Llevaría mucho tiempo desarrollar esta idea más en profundi­dad. De todos modos, próximamente va a aparecer un trabajo que refleja todo este debate, y creo que aquí conviene terminarlo en este punto porque esta es una Cátedra vinculada al Che Gue­vara, y yo co­menté esto porque me parece que, desde la iz­quierda, tiene que haber una alternativa al discurso que se le­vanta hoy valorizando los gobiernos fuertes y las dic­taduras.
G. Cieza:
Para Cardelli, dice si puede explayarse sobre el tema del go­rilismo en la izquierda.
J. Cardelli:
Sí, por ahí a veces uno con la forma simplifica un poco. Pero hay frases históricas como, por ejemplo, que el movi­miento pe­ronista era un movimiento fascista, por ejemplo; o la actitud que se tuvo con respecto al golpe del 55; o por ejemplo, el creer que las luchas obreras o las luchas populares habían empezado en los 60 y la Resistencia Peronista no había sido una lucha de los tra­ba­jadores y una lucha del pueblo; el descono­cimiento de la im­por­tante cantidad de dirigentes peronistas que eran dirigentes com­bativos; la experiencia de la CGT de los Ar­gentinos. Y que, en todo caso, se les valoraba su combatividad, y se les decía que su peronismo era una especie de malforma­ción que le quedaba en la cabeza. En fin, hay una cantidad de acti­tudes que eran de no re­conocimiento al papel protagónico que habían tenido los trabaja­dores durante la etapa peronista, que es lo que no se puede dejar de reconocer, y también la can­tidad enorme de teo­rías que se ela­boraron de por qué los traba­jadores y el pueblo adherían a Perón. Yo creo que eso está pla­gado de teorías de lo más exóticas, pero que en la realidad ter­minaban no explicando nada, o que a la hora de las elecciones termina­ban dando para cualquier dirección. Yo creo que, y uno de los temas centrales, vuelvo, fue uno de los de­bates más fuer­tes, fue el tema de los debates alrededor de la se­gunda guerra mundial, que fueron re­almente debates bastante poco acertados en mu­chas cuestiones. E inclusive yo quiero seña­lar, inclusive había posiciones tan pero tan cerradas que, inclu­sive, la propia valori­zación de la lucha re­volucionaria de muchos compañeros pe­ronistas tampoco fue comprendida.
Creo que las posiciones fueron tan cerradas que, inclusive, toda la práctica revolucionaria del Che no fue comprendida por vastos sectores de la izquierda. Hoy el Che es una figura que nos unifica a todos, pero debemos decir que en la década del 60 el Che no era una figura que nos unificaba a todos. Todos aque­llos que planteábamos la lucha revolucionaria y que plan­teába­mos que el único camino posible era el camino de la vio­lencia, encon­trábamos en el Che una bandera guía, es decir, la bandera guía como parte del hombre nuevo y la bandera guía por la me­todolo­gía de lucha. Pero también es cierto de que, en ese sen­tido, tam­bién en lo que es la izquierda se partía.
Yo creo que hoy, eso tengo la impresión, que las cosas están bastante más aclaradas, y por el hecho de que el tema del so­cia­lismo y el tema de la transformación es un problema que ex­cede al país, que implica la participación latinoamericana, que implica una lucha internacional, que implica una lucha contra el capita­lismo y que implica, por sobre todas las cosas, el reco­noci­miento de la especificidad de cada uno los países, de cada uno de los continentes, y de las propias historias. Creo que esto es algo que hemos ganado en todo este camino, por eso lo hago, esta crítica, en todo caso, la hago fraternalmente y asumiendo también auto­críticamente no haber sido bastante crítico con mu­chas cuestiones profundamente negativas y autoritarias que tenía el movimiento peronista.
G. Cieza:
Acá Manuel me pide para completar la respuesta.
M. Gaggero:
No, sin entrar en polemizar esta cuestión porque creo que está bien contestada por Cardelli, yo creo que hay dos momen­tos en esta cuestión de la interpretación del peronismo en la iz­quierda. Diría que hay un momento hasta los 60, hasta el 60 concreta­mente, y a partir del 60 se da toda una revisión. Yo re­cuerdo, por ejemplo, yo militaba en el peronismo en esos años, y recuerdo que desde la revista Situación el Partido Socialista, por ejemplo, em­pieza a revisar su posición en el 55. Que a su vez se constituye el CNRR años más tarde, el Comité Nacional de Re­cuperación Re­volucionaria del Partido Comunista, que después fue el PCR, que también revisa la posición que había tenido el PC en la Unión Democrática del 45. En el año 60, también. Y que además, en general, toda la nueva izquierda, nucleada de al­guna forma en el MAR, Movimiento de Acción Revolucionaria, que reconocía como dos de sus dirigentes más importantes a García Elorrio, un militante cristiano que publi­caba Cristianismo y Revolución, mencionada acá, y además a Luis Cerruti Costa, un compañero que venía del peronismo, el MAR estaba consti­tuido por sectores socialistas, marxistas, apoya firmemente la CGT de los Argenti­nos, y Cerruti se con­vierte en el que enca­beza el cuerpo de aseso­res letrados de la CGT de los Argenti­nos. O sea, en general creo que esa posición que señalaba Jorge es revisada en toda esta etapa.
Después reaparecen algunas posiciones no muy claras, que fueron objeto, después, de posteriores autocríticas, a partir del 73 y del tercer gobierno de Perón en la Argentina. Ahí apare­cen, sí, algunos esbozos de posiciones no muy correctas y no respe­tuo­sas de la experiencia que estaban haciendo las masas popula­res. Pero en ese aspecto quiero rescatar también, desde la iz­quierda, la pos­tura que adopta Agustín Tosco, que se niega a participar en un proyecto de hacer, conformar una fórmula elec­toral para confron­tar con Perón-Perón, que era, o sea, Juan Domingo Pe­rón e Isabel Martínez de Perón. Se niega a confor­mar una fuerza, una fórmula electoral para confrontar con Pe­rón-Perón, planteando que había que respetar la experiencia po­pular y ha­bía que respetar los 18 años, y que evidentemente las masas populares querían a Perón en el gobierno. Eso es lo que quería señalar sobre este aspecto.
Sobre el otro tema que quería aportar algún dato más es so­bre el tema de la relación de Perón con el Che, o del Che con Perón. Al principio, cuando Perón se relaciona con Cooke, ha­bía en el Che una actitud de bastante desconfianza de las posi­ciones de Pe­rón, o cierta desconfianza o relativa desconfianza, más allá de su reconocimiento del papel del peronismo en la Ar­gentina. Pero esa posición empieza a ser revisada. Y la di­rección cubana aprueba, digamos, Fidel y el Che, aprueban un viaje que realiza hacia fina­les del año 62 John William Cooke a Madrid, a los efectos de ofrecerle a Perón la posibilidad de residir en La Habana, además de la posibilidad de dirigir desde ahí al movi­miento peronista, y a ofrecerle, además, como aporte solidario de la Revolución Cu­bana al movimiento peronista, la posibilidad de que Perón se hi­ciera cargo, digamos, o designara una persona que se hiciera cargo de la comercialización del ta­baco cubano en Europa. O sea, eso habla de una relación muy diferente a la que se plantean hacia finales de la década del 50 entre Perón y el Che. O sea, había un reconocimiento de la Re­volución Cubana, de la dirigencia cu­bana, del papel que jugaba Perón en esos años y del papel del pe­ronismo en un proyecto revo­lucionario en la Argentina.
G. Cieza:
Gabriel quería decir algo.
G. Fernández:
Muy breve, algo que algunos puede parecerles obvio sobre esto, pero que me parece importante remarcar sobre el tema de la persistencia en el imaginario colectivo o la persistencia de una identidad. Lo señalo aunque algunos lo sepan. Recorriendo dis­tin­tos países de América Latina o distintos países del Tercer Mundo, creo que se logra una dimensión más o menos cabal de lo que en­carnó el proceso de industrialización que va del 35 al 52, forjado por la redistribución de ingresos del 46 al 52. En ge­neral, al pe­ronismo se lo incluye, creo que legítimamente, dentro de los mo­vimientos de liberación nacional del Tercer Mundo, con todas sus falencias. Eso es cierto. Pero tuvo una impronta muy particular, que es la distribución del Producto Bruto In­terno a nivel de 50 y 50, cosa que no se ve ni en el var­guismo brasileño, ni en el MNR boliviano, ni en el velazquismo peruano. Es decir, es un movi­miento populista tradicional, pero guarda, tiene muchas razones (…) popular como para estar enancado, como para estar muy adentro. Digo porque a veces nos rompe­mos la cabeza acerca de cómo puede ser, ¿no es cierto?, la con­tinuidad histórica. Para darles una idea, cuando se pro­duce el golpe del 76 la distribución del PBI instaurada entre el 46 y el 52 no había podido ser desarti­culada ni por el golpe del 55, ni por el del 66, y tuvo que ser de­sarticulada con la política de Martínez de Hoz y la violencia. Y habíamos lle­gado a un por­centaje de distribución que, obvia­mente, era in­justo, debido a las limitaciones de ese movimiento, que obvia­mente mantenía la explotación porque estaba dentro de este sis­tema -hago la acla­ración porque por ahí alguien piensa que es­toy defendiendo este sistema, nada más lejos de eso-, pero era equivalente a otros países de estado de bienestar de este tipo de sistema eco­nómico, tales como Suecia, por ejemplo. Hoy lo vi­vi­mos, bueno, después de la destrucción neoliberal en la Ar­gentina, como una especie de rareza o como una especie de an­tigualla, pero esto sucedió en la Argentina. El nivel de indus­trialización a nivel medio era equivalente al de Brasil, o al de México, al de Canadá o al de Australia. En modo alguno desa­rrollado el cir­cuito; y el nivel de distribución era muy superior a esos países. Y esto es intere­sante para ver por qué ese período tan breve de tiempo, que ni siquiera son los 10 años completos, porque a tra­vés del con­greso de la productividad del 52 em­pieza a decaer la distribu­ción en la Argentina, por qué ese pe­ríodo tan breve de tiempo es un misterio insondable del uni­verso que dura hasta el presente. Hay razones materiales para que dure dentro del co­ra­zón de muchos sectores que tuvieron, como dijo John Wi­lliam Cooke, la única primavera del prole­tariado argentino. Todos sa­bemos que una golondrina no hace verano, pero todo el mundo se acuerda de una buena primavera.
G. Cieza:
Bueno, si no hay más preguntas ni aportes, damos por ter­mi­nada esta cuarta clase de la Cátedra Ernesto Che Guevara. 

Bibliografía
Teoría y lucha contra el imperialismo

1- Ernesto Che Guevara. Obras esco­gidas. 1957-1967. Tomo II. Ediciones Políti­cas. Editorial de Ciencias Sociales, La Ha­bana, 1991. «Táctica y estrategia de la Revolu­ción Latinoamericana» (pp. 493-506).
2- Paco Ignacio Taibo II. Ernesto Che Gue­vara, también conocido como el Che. Pla­neta. Joaquín Mortiz. 1996. Cap. 35: «El re­descubrimiento de África» (pp. 510-517).
3- Ernesto Che Guevara. Obras esco­gidas. 1957-1967. Tomo II. Ediciones Políti­cas. Editorial de Ciencias Sociales, La Ha­bana, 1991. «En la XIX Asamblea General de las Naciones Unidas: dis­curso y con­trarré­plica» (pp. 541-571). «Mensaje a los pue­blos del mundo a través de la Tri­conti­nental» (pp. 584-598).
4- C. Wright Mill. Escucha, yanqui. La Revo­lución en Cuba. Fondo de Cultura Eco­nómica. México-Buenos Aires. VIII. «¿Qué significa “yanqui”?» (pp. 168-186).
5- Jean-Paul Sartre. Prefacio, en: Frantz Fa­non. Los condenados de la tie­rra. (pp. 7-29). Fondo de Cultura Eco­nómica. México-Buenos Aires.
6- José Gabriel Vazeilles. «Economía e ideología en la crisis de fin de siglo». Seminario «Marxismo y capitalismo hoy: Mo­dernidad y crisis». Montevideo, mayo de 1996.
7- Juan José Hernández Arregui. Na­cionalismo y liberación. Metrópolis y co­lo­nias en la era del imperialismo. Co­rregidor. «Los organis­mos internaciona­les finan­cieros» (pp. 262-279).
8- Gabriel Fernández. «Década del 60: Juan José Hernández Arregui. El com­bate con­tra el coloniaje cultural». En pe­riódico Ma­dres de Plaza de Mayo. Noviem­bre de 1990. (pp. 15-18).
9- Texto completo del reportaje que la re­vista argentina Che le efectuara en La Ha­bana a John William Cooke en setiem­bre de 1961. «Hoy somos un apéndice del im­peria­lismo». En periódico Madres de Plaza de Mayo. Octubre de 1990. (pp. 17-18).
10- Fernando Martínez Heredia. «El mensaje 30 años después». (A propósito del «Mensaje a los pueblos del mundo a tra­vés de la Tricontinental», del Che Gue­vara). En Tricontinental, año 31, abril de 1997.
11- Fernando Martínez Heredia. «Balance y recreación del socialismo». En América Li­bre, Nº 10, enero de 1997.

Los cuadernillos de las desgrabaciones y de los textos que se indican en la bibliografía están disponibles para consulta en la Biblioteca Popular Héctor Germán Oesterheld.

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